Hay dos grandes tipos de mecanismos: 1) los que integran la inmunidad natural o inespecífica y 2) la denominada inmunidad adquirida o específica.
El primero se trata de una serie de elementos moleculares (proteínas de fase aguda, como la proteína C reactiva, las colectinas y defensinas, el complemento, interferones y otras citocinas) y celulares (células fagocíticas mononucleares y polimorfonucleares, células agresoras o asesinas naturales) dotados de distintos grados de capacidad microbicida o microbiostático directo o indirecto. Estos mecanismos carecen de capacidad de reconocimiento específico y se hallan siempre presentes dispuestos a actuar, su función no implica un incremento de su eficacia en actuaciones siguientes.
Dicho sistema inmunitario específico consiste en el sistema inmunitario que da lugar a la respuesta inmune de la cual son responsables los linfocitos. Dependiendo de la mediación, producción de anticuerpos y del tipo de célula que participe en la respuesta inmune, suele ser clasificada en respuestas inmunitarias humoral y mediada por células, las cuales inician cuando se reconocen los antígenos extraños, lo que da como resultado la activación de los linfocitos que reconocen específicamente al antígeno y termina en el desarrollo de mecanismos que median la función fisiológica de la respuesta, es decir, la eliminación del antígeno. Así, la respuesta inmunitaria específica puede dividirse en:
Fase de reconocimiento.
Fase de activación.
Fase efectora.
La función normal del sistema inmunitario es esencial para la salud y su disfunción conduce a múltiples enfermedades (figura 20-1). Esta disfunción o trastornos del sistema inmunitario pueden ser originadas por el déficit en la producción o función de las células inmunitarias (inmunodeficiencias) y, por otro lado, el exceso de actividad de diferentes componentes del sistema inmunitario puede ser nocivo para el organismo.
Respuesta:
Hay dos grandes tipos de mecanismos: 1) los que integran la inmunidad natural o inespecífica y 2) la denominada inmunidad adquirida o específica.
El primero se trata de una serie de elementos moleculares (proteínas de fase aguda, como la proteína C reactiva, las colectinas y defensinas, el complemento, interferones y otras citocinas) y celulares (células fagocíticas mononucleares y polimorfonucleares, células agresoras o asesinas naturales) dotados de distintos grados de capacidad microbicida o microbiostático directo o indirecto. Estos mecanismos carecen de capacidad de reconocimiento específico y se hallan siempre presentes dispuestos a actuar, su función no implica un incremento de su eficacia en actuaciones siguientes.
Dicho sistema inmunitario específico consiste en el sistema inmunitario que da lugar a la respuesta inmune de la cual son responsables los linfocitos. Dependiendo de la mediación, producción de anticuerpos y del tipo de célula que participe en la respuesta inmune, suele ser clasificada en respuestas inmunitarias humoral y mediada por células, las cuales inician cuando se reconocen los antígenos extraños, lo que da como resultado la activación de los linfocitos que reconocen específicamente al antígeno y termina en el desarrollo de mecanismos que median la función fisiológica de la respuesta, es decir, la eliminación del antígeno. Así, la respuesta inmunitaria específica puede dividirse en:
Fase de reconocimiento.
Fase de activación.
Fase efectora.
La función normal del sistema inmunitario es esencial para la salud y su disfunción conduce a múltiples enfermedades (figura 20-1). Esta disfunción o trastornos del sistema inmunitario pueden ser originadas por el déficit en la producción o función de las células inmunitarias (inmunodeficiencias) y, por otro lado, el exceso de actividad de diferentes componentes del sistema inmunitario puede ser nocivo para el organismo.
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Explicación:
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