Quince años después (más que menos) de la publicación de su magnífico relato autobiográfico Corre, rócker, el músico y escritor Sabino Méndez vuelve sobre los precedentes de aquella potente historia para ofrecernos una crónica generacional construida en torno a un grupo de amigos y sus avatares a lo largo de 30 años. Lo primero que llama la atención en Literatura universal es la calidad de la escritura, hasta el punto de que el libro puede leerse como una muestra del poderío de la prosa de su autor. Me recuerda a Nabokov en la medida en que el letrista de tantas canciones mágicas de Loquillo y Los Trogloditas trata el lenguaje con una sensualidad similar a la aplicada por el excepcional novelista ruso: como si las palabras fueran pequeñas joyas que hubiera que engarzar suntuosamente. Remito a los lectores al capítulo 68 de la primera parte: nunca una felación alcanzó el vuelo poético y la densidad de la descrita en sus páginas.
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Quince años después (más que menos) de la publicación de su magnífico relato autobiográfico Corre, rócker, el músico y escritor Sabino Méndez vuelve sobre los precedentes de aquella potente historia para ofrecernos una crónica generacional construida en torno a un grupo de amigos y sus avatares a lo largo de 30 años. Lo primero que llama la atención en Literatura universal es la calidad de la escritura, hasta el punto de que el libro puede leerse como una muestra del poderío de la prosa de su autor. Me recuerda a Nabokov en la medida en que el letrista de tantas canciones mágicas de Loquillo y Los Trogloditas trata el lenguaje con una sensualidad similar a la aplicada por el excepcional novelista ruso: como si las palabras fueran pequeñas joyas que hubiera que engarzar suntuosamente. Remito a los lectores al capítulo 68 de la primera parte: nunca una felación alcanzó el vuelo poético y la densidad de la descrita en sus páginas.