Colombia no puede caer en las provocaciones de Venezuela. Hasta ahora, el discurso vehemente y el actuar prudente del Ministerio de Defensa y de la administración de Iván Duque han sido las respuestas adecuadas al desespero que se observa al otro lado de la frontera. Los enfrentamientos cerca de Arauca, que desplazaron a más de 4.000 migrantes venezolanos, sin duda crean una situación difícil a la que, no obstante, nuestro país se ha enfrentado en los últimos años. La clave es mantener el delicado equilibrio entre combatir a los grupos armados que buscan refugio en el otro país, que parecen tener complicidad con el régimen, sin darles razones a Nicolás Maduro y los suyos de escalar un conflicto que sería devastador para todos los involucrados. No estaría mal que el Estado colombiano se una al llamado de la sociedad civil por un enviado especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la zona. La situación es compleja. En el rechazo de la dictadura venezolana, desde el principio el presidente Duque decidió asumir un liderazgo internacional que, sin embargo, no ha sido acompañado con vehemencia por los demás países. En ocasiones, además, caímos en la trampa del guerrerismo matoneador de Donald Trump y sus subalternos. Ahora, cuando hay un nuevo discurso en Estados Unidos con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, Colombia se enfrenta a una encrucijada estratégica. Tal vez habría que oír las voces que piden el restablecimiento de mínimos contactos diplomáticos para reducir un poco las tensiones. Lo menos conveniente es que un régimen asfixiado y desesperado encuentre en un conflicto con nuestro país el escándalo que necesita para salir a flote. Esto, por supuesto, no sugiere caer en la ignorancia. Toda la inteligencia militar colombiana apunta a que el régimen de Maduro, cuando mínimo, está sirviendo de refugio para los traidores al Acuerdo de Paz, que han optado por el terrorismo y el narcotráfico. Eso es una clara amenaza de seguridad nacional contra Colombia que debe ser denunciada y enfrentada de forma contundente. Nos unimos a las preocupaciones expresada por el ministro de Defensa, Diego Molano, hace unos días: “En Miraflores dan instrucciones de combate de forma selectiva a uno de los grupos. Es una situación muy extraña porque en Colombia la instrucción de la Casa de Nariño es combatir a todas las organizaciones criminales que amenazan a Colombia y la región”. En efecto, es fácil entender por qué Venezuela prefiere jugar a dos bandos en la lucha contra el narcotráfico y los grupos armados ilegales. La prioridad de Colombia debe ser construir con transparencia su caso ante la comunidad internacional. Cada actuar tiene que partir de la prudencia y la afirmación de nuestra soberanía sin dejarnos llevar por provocaciones facilistas. También necesitamos convocar toda la cooperación posible para los migrantes que han llegado y seguirán llegando, huyendo de la difícil situación en el país de al lado. Ante esto, 60 organizaciones no gubernamentales de Colombia y Venezuela hicieron un comunicado conjunto que podría tener eco en nuestro Gobierno. Los Estados, dice la misiva, “no pueden tomar los sucesos de Apure y Arauca ocurridos esta semana como excusa para un escalamiento de tensiones”. Por eso, “consideramos urgente que el secretario general de las Naciones Unidas designe un enviado especial para la crisis fronteriza”. No estaría mal que el Estado colombiano replique esa petición. Cuantos más ojos internacionales haya, más difícil será para el régimen de Maduro promover la desinformación y que la situación se salga de control. A Colombia le corresponde actuar de manera responsable, a pesar de los desatinos que hay en la dictadura más allá de la frontera. En tiempos de tensión, la prudencia debe siempre acompañar a la contundencia.
escribe tres ideas principales y tres ideas secundarias
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