cojo la respuesta correcta 1- ¿A quiénes está dirigido el prólogo? 3) Lectores en general. b) Padres de familia c) Maestros d) Niños (c) 2.- ¿Cuál es el propóprincipal de este prólogo? a) Agradecer a quignes tantaron la publicación b indicar como de proceso de selecgión de los materiales. c) Señalar crypstan oyados los textos en la antologia. Indicar como le pued trabajar en el aula con la antologia. (d) 3 Qué tipos de textos iene la antologia? abemis. Blatra d Quentos d) Aovelas 4.- ¿Cómo son las actividades que se proponen para trabajar con los textos? a) Han de ser evaluables. b) Deben seg dramatizaciones o dibujos. c) Deben estar ligadas a las tareas curriculares. d) Deben llevarse a cabo con modenación, de manera espordica. 5.- Es la principal característica de los autores que aparecen en la antalogia: a) Son pioneros by Son alterstas c) Sus obras son inéditas. Han cedido sus derechos.
Pulotre: Testimonios de Vida de una Comunidad Huilliche es un libro que inicialmente fue pensado como un ensayo que contemplaba un registro escrito de las sucesivas ocu-paciones, que dieron origen a la comunidad huilliche de Malalkawellu, perteneciente a la localidad de Pulotre.
A poco andar el trabajo ensayístico se sumergió en notas y más notas de bibliotecas y archivos, que fue construyendo un abultado cuerpo, cada vez más documental, cada vez más retórico. Ambas propuestas, con el tiempo, fueron desechadas por la sensación de ahogo que muchas veces produce este tipo de trabajo y dieron paso a un estudio más vivencial, implicado en los hechos cotidianos que requerían de una serie de entrevistas realizadas en terreno en la comunidad indígena de San Juan de la Costa.
Sin embargo, este sueño no se hubiera cuajado sin la confianza que depositó en mí, la lamgen Prosperina Queupuán Cheuquián, van mis agradecimientos también a Matilde Cheuquián por su transparencia, a Alex Martínez por indicarme los caminos que llevan a Pulotre. A los siguientes narradores orales que enriquecieron el libro con sus testimonios de vida, a: María E. Piniao M., José Quillán, Juan Pichuncheo, Felizardo González Deuma, Modesto Llancamán y toda la comunidad de Malalkawellu. Además, todos aquellos que aún guardan el tiempo de la memoria, a: Sarita Imilmaqui, Germaín Antriao, Alberto Calfulef, Ñaña Mercedes Hualamán, Isidoro Maripán y Antonio Acum. También, por su colaboración a Delia Dominguez y el azul de su contra canto, a Igor Saavedra (enlazador de mundos), a Lucía Gevert y a Sandra Hernández que escribe y escribe.
Prólogo.
El tiempo de la memoria es la transgresión del tiempo cotidiano.
El hombre que se constituye en sujeto de enunciación en el presente libro, vive sostenido entre dos tiempos que se cruzan, se tocan, se contradicen, estos son: El tiempo cotidiano y el tiempo de la memoria. En el primero circula en las mañanas, cuando, después de vender sus productos en la Feria Libre de Rahue, se dirige al "Tirol" a "La Rahuina", almuerza ahí, bebe y escucha rancheras. En ese tiempo cotidiano transita por calle República, se encuentra con el hermano que acompaña a su Ñuke (madre) al pago del "Seguro", discute por el precio del abono, tropieza con el "Otro" distinto a él: Lo mira desde su propia lejanía, ocultando su transparencia detrás de un silencio. Este deviene, entonces, como el lugar, que hay que traspasar previo para alcanzar el conocimiento de su Ser. Detrás del silencio se encuentra el hombre.
El otro tiempo es el de la memoria. Tal vez de ahí, nunca debió haber salido.
Es el tiempo que se cuaja en el ser. Es el que trae a cuestas cuando regresa a Osorno del Nguillatún de Punotro (San Juan de la Costa), después de estar danzando por dos noches y tres días en dirección contraria a las agujas del reloj, pero en sintonía con la vuelta que da la Tierra en torno al Sol.
El tiempo de la memoria es la transgresión del tiempo cotidiano. En él se encuentra suspendida la "Butahuillimapu" (Grandes Tierras del Sur), los dominios mágicos del Latúe, y el tiempo circular reproduciéndose a sí mismo en cada rogativa. En ese tiempo comienza su camino de regreso, a "ese lugar", en donde puede escuchar la respiración del río. Ver la soledad, como una rueda girando, en torno a su propio movimiento. En ese tiempo sorprende a la Divinidad huilliche Wenteyao, enviando recados desde la región celeste.
Los antiguos huilliches, al cruzar la cordillera, en dirección al mar, trataban de hacer el menor ruido posible; su código secreto prohibía gritar, pues el silencio era el lenguaje de los espíritus que poblaban las montañas.
Sólo ocupamos del mundo el lugar que nos pertenece en él. El huilliche contemporáneo habita y es habitado por un mundo. Se encuentra interiormente cruzado por distintos tiempos -el cotidiano y el de la memoria- que se integran y se contradicen en una permanente dialéctica en suspenso, que no es inoportuna y que sólo a ratos incomoda.
Se puede separar en el discurso de un huilliche, aquellos elementos indígenas de los que no son, pero llegamos a una zona, en que lo uno y lo "Otro" se encuentran tan imbricados, tan unidos, que el "yo" también es el "otro", y separarlos es violentar al Ser que lo lleva. Pero es también en la Vida Cotidiana, donde el huilliche tropieza con la "negación": Se mira en las páginas de una historia oficial y como haciendo frente a un espejo apagado, se encuentra con un Ser sin tiempo, sin rostro, enfrentado a la urgente necesidad de arrebatar al vacío, lo que por derecho pertenece a la memoria.
Respuesta:
Pulotre: Testimonios de Vida de una Comunidad Huilliche es un libro que inicialmente fue pensado como un ensayo que contemplaba un registro escrito de las sucesivas ocu-paciones, que dieron origen a la comunidad huilliche de Malalkawellu, perteneciente a la localidad de Pulotre.
A poco andar el trabajo ensayístico se sumergió en notas y más notas de bibliotecas y archivos, que fue construyendo un abultado cuerpo, cada vez más documental, cada vez más retórico. Ambas propuestas, con el tiempo, fueron desechadas por la sensación de ahogo que muchas veces produce este tipo de trabajo y dieron paso a un estudio más vivencial, implicado en los hechos cotidianos que requerían de una serie de entrevistas realizadas en terreno en la comunidad indígena de San Juan de la Costa.
Sin embargo, este sueño no se hubiera cuajado sin la confianza que depositó en mí, la lamgen Prosperina Queupuán Cheuquián, van mis agradecimientos también a Matilde Cheuquián por su transparencia, a Alex Martínez por indicarme los caminos que llevan a Pulotre. A los siguientes narradores orales que enriquecieron el libro con sus testimonios de vida, a: María E. Piniao M., José Quillán, Juan Pichuncheo, Felizardo González Deuma, Modesto Llancamán y toda la comunidad de Malalkawellu. Además, todos aquellos que aún guardan el tiempo de la memoria, a: Sarita Imilmaqui, Germaín Antriao, Alberto Calfulef, Ñaña Mercedes Hualamán, Isidoro Maripán y Antonio Acum. También, por su colaboración a Delia Dominguez y el azul de su contra canto, a Igor Saavedra (enlazador de mundos), a Lucía Gevert y a Sandra Hernández que escribe y escribe.
Prólogo.
El tiempo de la memoria es la transgresión del tiempo cotidiano.
El hombre que se constituye en sujeto de enunciación en el presente libro, vive sostenido entre dos tiempos que se cruzan, se tocan, se contradicen, estos son: El tiempo cotidiano y el tiempo de la memoria. En el primero circula en las mañanas, cuando, después de vender sus productos en la Feria Libre de Rahue, se dirige al "Tirol" a "La Rahuina", almuerza ahí, bebe y escucha rancheras. En ese tiempo cotidiano transita por calle República, se encuentra con el hermano que acompaña a su Ñuke (madre) al pago del "Seguro", discute por el precio del abono, tropieza con el "Otro" distinto a él: Lo mira desde su propia lejanía, ocultando su transparencia detrás de un silencio. Este deviene, entonces, como el lugar, que hay que traspasar previo para alcanzar el conocimiento de su Ser. Detrás del silencio se encuentra el hombre.
El otro tiempo es el de la memoria. Tal vez de ahí, nunca debió haber salido.
Es el tiempo que se cuaja en el ser. Es el que trae a cuestas cuando regresa a Osorno del Nguillatún de Punotro (San Juan de la Costa), después de estar danzando por dos noches y tres días en dirección contraria a las agujas del reloj, pero en sintonía con la vuelta que da la Tierra en torno al Sol.
El tiempo de la memoria es la transgresión del tiempo cotidiano. En él se encuentra suspendida la "Butahuillimapu" (Grandes Tierras del Sur), los dominios mágicos del Latúe, y el tiempo circular reproduciéndose a sí mismo en cada rogativa. En ese tiempo comienza su camino de regreso, a "ese lugar", en donde puede escuchar la respiración del río. Ver la soledad, como una rueda girando, en torno a su propio movimiento. En ese tiempo sorprende a la Divinidad huilliche Wenteyao, enviando recados desde la región celeste.
Los antiguos huilliches, al cruzar la cordillera, en dirección al mar, trataban de hacer el menor ruido posible; su código secreto prohibía gritar, pues el silencio era el lenguaje de los espíritus que poblaban las montañas.
Sólo ocupamos del mundo el lugar que nos pertenece en él. El huilliche contemporáneo habita y es habitado por un mundo. Se encuentra interiormente cruzado por distintos tiempos -el cotidiano y el de la memoria- que se integran y se contradicen en una permanente dialéctica en suspenso, que no es inoportuna y que sólo a ratos incomoda.
Se puede separar en el discurso de un huilliche, aquellos elementos indígenas de los que no son, pero llegamos a una zona, en que lo uno y lo "Otro" se encuentran tan imbricados, tan unidos, que el "yo" también es el "otro", y separarlos es violentar al Ser que lo lleva. Pero es también en la Vida Cotidiana, donde el huilliche tropieza con la "negación": Se mira en las páginas de una historia oficial y como haciendo frente a un espejo apagado, se encuentra con un Ser sin tiempo, sin rostro, enfrentado a la urgente necesidad de arrebatar al vacío, lo que por derecho pertenece a la memoria.