Causas internas y extenernas que influyeron en la de decadencia del imperio romano
tutifrutybebeLos godos, aprovechando la pasividad de los emperadores romanos con respecto a Germania, se establecieron allí, hasta que a principios del siglo III se instalaron a orillas del mar Negro, en la zona de Crimea, de donde fueron expulsados por los hunos en el 376.
Para entonces, los godos se habían desgajado en dos grupos: visigodos y ostrogodos.
Durante el siglo III ambos grupos, ostrogodos y visigodos, efectuaron incursiones contra el Imperio, destacando las del 251 (contra Moesia y Tracia), la del 258–259 (contra la costa del Mar Negro, Propóntide, las islas del Egeo, Éfeso, Atenas y otros puntos) y la del 269 (contra Creta, Chipre, Tesalónica y otros puntos).
Entre los años 270 y 273, el emperador romano Aureliano abandonó la Dacia, región sobre el norte del Danubio, permitiendo su ocupación por los godos.
Allí permanecieron durante más de un siglo sin tener conflictos con los romanos, a cuyos ejércitos suministraban tropas.
En el año 332 celebraron un tratado con los romanos que perduró unos 35 años, fecha en que el obispo y jefe godo Ulfilas tradujo la Biblia al gótico y promovió la conversión de los godos al arrianismo, una secta oriental del cristianismo que en Occidente fue declarada herejía en el año 325 (concilio de Nicea).
Los visigodos obtuvieron una participación destacada en las guerras civiles del 388 (contra Magno Clemente Máximo) y 394 (contra el pagano Eugenio). Cuando murió Teodosio (17 de enero de 395) los visigodos fueron gobernados por Alarico I, hijo de Badengaudo.
Alarico fue el primero que gobernó sobre la totalidad de los visigodos y con él se restauró plenamente la dinastía de los Balthos o Baltos. Alarico atacó Constantinopla y asoló Grecia (395 y 396).
El general Estilicón logró expulsarlos de Grecia, pero el emperador, temeroso del poder del general, designó a Alarico gobernador de Iliria, logrando con ello cinco años de paz (396 a 401). Por primera vez en su historia desde la invasión gala, Roma cae ante un rey extranjero.
Después de ser tomada por Alarico, éste depuso al usurpador (24 de agosto de 410) y sus hombres saquearon la Ciudad Eterna durante tres días, tras lo cual la abandonaron, llevándose con ellos a Atalo y a Gala Placidia, hermana de Honorio.
De Roma pasaron al sur, devastando Campania, Apulia y Calabria. Alarico murió en el sitio de Cosenza (410) y le sucedió su cuñado Ataúlfo. Éste pactó con Honorio la salida de Italia a cambio de la concesión del gobierno de las Galias (territorios que escapaban del control de Roma, pues se habían sometido a Constantino).
La caída de Roma fue un golpe muy duro para el mundo romano de esa época, porque a la Ciudad Eterna se la creía inexpugnable.
Los visigodos bajo Ataúlfo dejaron Italia (412) y a cambio de tierras por paz, fueron al centro y al sur de las Galias y posteriormente, al norte de Hispania. Las largas y complejas luchas de Ataúlfo para dominar el sur de las Galias le ocuparon varios años (411 a 414). En el 414 el rey Ataúlfo, que tras una alianza con Honorio y con el Magister Militum Constancio, había vuelto a actuar por su cuenta, se casó con Gala Placidia, hermana de Honorio que había sido raptada por Alarico. Constancio fue enviado a la zona y los visigodos fueron derrotados en Narbona. Constancio logró desviar a Ataúlfo hacia Hispania (lo que le permitía conservar el sur de la Galia), y los visigodos entraron en la Tarraconense el 415.
Los visigodos, faltos de víveres, proponen una alianza con el Imperio romano, en nombre del cual se encargarían de combatir a los suevos, alanos, vándalos, asdingos y silingos que ocupaban las provincias de Hispania, excepto la Tarraconense y a entregar a Gala Placidia; a cambio Honorio les enviaría suministros. Así, los visigodos acaban con los vándalos silingos de la Bética y los alanos de la Lusitania, pero Honorio cambia de planes y vuelve a instalar a los visigodos en la Galia en el 418.
Para entonces, los godos se habían desgajado en dos grupos: visigodos y ostrogodos.
Durante el siglo III ambos grupos, ostrogodos y visigodos, efectuaron incursiones contra el Imperio, destacando las del 251 (contra Moesia y Tracia), la del 258–259 (contra la costa del Mar Negro, Propóntide, las islas del Egeo, Éfeso, Atenas y otros puntos) y la del 269 (contra Creta, Chipre, Tesalónica y otros puntos).
Entre los años 270 y 273, el emperador romano Aureliano abandonó la Dacia, región sobre el norte del Danubio, permitiendo su ocupación por los godos.
Allí permanecieron durante más de un siglo sin tener conflictos con los romanos, a cuyos ejércitos suministraban tropas.
En el año 332 celebraron un tratado con los romanos que perduró unos 35 años, fecha en que el obispo y jefe godo Ulfilas tradujo la Biblia al gótico y promovió la conversión de los godos al arrianismo, una secta oriental del cristianismo que en Occidente fue declarada herejía en el año 325 (concilio de Nicea).
Los visigodos obtuvieron una participación destacada en las guerras civiles del 388 (contra Magno Clemente Máximo) y 394 (contra el pagano Eugenio). Cuando murió Teodosio (17 de enero de 395) los visigodos fueron gobernados por Alarico I, hijo de Badengaudo.
Alarico fue el primero que gobernó sobre la totalidad de los visigodos y con él se restauró plenamente la dinastía de los Balthos o Baltos. Alarico atacó Constantinopla y asoló Grecia (395 y 396).
El general Estilicón logró expulsarlos de Grecia, pero el emperador, temeroso del poder del general, designó a Alarico gobernador de Iliria, logrando con ello cinco años de paz (396 a 401).
Por primera vez en su historia desde la invasión gala, Roma cae ante un rey extranjero.
Después de ser tomada por Alarico, éste depuso al usurpador (24 de agosto de 410) y sus hombres saquearon la Ciudad Eterna durante tres días, tras lo cual la abandonaron, llevándose con ellos a Atalo y a Gala Placidia, hermana de Honorio.
De Roma pasaron al sur, devastando Campania, Apulia y Calabria. Alarico murió en el sitio de Cosenza (410) y le sucedió su cuñado Ataúlfo. Éste pactó con Honorio la salida de Italia a cambio de la concesión del gobierno de las Galias (territorios que escapaban del control de Roma, pues se habían sometido a Constantino).
La caída de Roma fue un golpe muy duro para el mundo romano de esa época, porque a la Ciudad Eterna se la creía inexpugnable.
Los visigodos bajo Ataúlfo dejaron Italia (412) y a cambio de tierras por paz, fueron al centro y al sur de las Galias y posteriormente, al norte de Hispania. Las largas y complejas luchas de Ataúlfo para dominar el sur de las Galias le ocuparon varios años (411 a 414). En el 414 el rey Ataúlfo, que tras una alianza con Honorio y con el Magister Militum Constancio, había vuelto a actuar por su cuenta, se casó con Gala Placidia, hermana de Honorio que había sido raptada por Alarico. Constancio fue enviado a la zona y los visigodos fueron derrotados en Narbona. Constancio logró desviar a Ataúlfo hacia Hispania (lo que le permitía conservar el sur de la Galia), y los visigodos entraron en la Tarraconense el 415.
Los visigodos, faltos de víveres, proponen una alianza con el Imperio romano, en nombre del cual se encargarían de combatir a los suevos, alanos, vándalos, asdingos y silingos que ocupaban las provincias de Hispania, excepto la Tarraconense y a entregar a Gala Placidia; a cambio Honorio les enviaría suministros. Así, los visigodos acaban con los vándalos silingos de la Bética y los alanos de la Lusitania, pero Honorio cambia de planes y vuelve a instalar a los visigodos en la Galia en el 418.