Respuesta:Carta a un zapatero
que compuso mal unos zapatos
Juan José Arreola
Estimable señor:
Como he pagado a usted tranquilamente el dinero que me cobró por reparar
mis zapatos, le va a extrañar sin duda la carta que me veo precisado a dirigirle.
En un principio no me di cuenta del desastre ocurrido. Recibí mis zapatos muy
contento, augurándoles una larga vida, satisfecho por la economía que acababa de
realizar: por unos cuantos pesos, un nuevo par de calzado. (Estas fueron
precisamente sus palabras y puedo repetirlas).
Pero mi entusiasmo se acabó muy pronto. Llegado a casa examiné
detenidamente mis zapatos. Los encontré un poco deformes, un tanto duros y
resecos. No quise conceder mayor importancia a esta metamorfosis. Soy razonable.
Unos zapatos remontados tienen algo de extraño, ofrecen una nueva fisonomía, casi
siempre deprimente.
Aquí es preciso recordar que mis zapatos no se hallaban completamente
arruinados. Usted mismo les dedicó frases elogiosas por la calidad de sus
materiales y por su perfecta hechura. Hasta puso muy alto su marca de fábrica. Me
prometió, en suma, un calzado flamante.
Pues bien: no pude esperar hasta el día siguiente y me descalcé para
comprobar sus promesas. Y aquí estoy, con los pies doloridos, dirigiendo a usted
una carta, en lugar de transferirle las palabras violentas que suscitaron mis
esfuerzos infructuosos.
Mis pies no pudieron entrar en los zapatos. Como los de todas las personas,
mis pies están hechos de una materia blanda y sensible. Me encontré ante unos
zapatos de hierro. No sé cómo ni con qué artes se las arregló usted para dejar mis
zapatos inservibles. Allí están, en un rincón, guiñándome burlonamente con sus
puntas torcidas.
Explicación:
" Life is not a problem to be solved but a reality to be experienced! "
© Copyright 2013 - 2024 KUDO.TIPS - All rights reserved.
Verified answer
Respuesta:Carta a un zapatero
que compuso mal unos zapatos
Juan José Arreola
Estimable señor:
Como he pagado a usted tranquilamente el dinero que me cobró por reparar
mis zapatos, le va a extrañar sin duda la carta que me veo precisado a dirigirle.
En un principio no me di cuenta del desastre ocurrido. Recibí mis zapatos muy
contento, augurándoles una larga vida, satisfecho por la economía que acababa de
realizar: por unos cuantos pesos, un nuevo par de calzado. (Estas fueron
precisamente sus palabras y puedo repetirlas).
Pero mi entusiasmo se acabó muy pronto. Llegado a casa examiné
detenidamente mis zapatos. Los encontré un poco deformes, un tanto duros y
resecos. No quise conceder mayor importancia a esta metamorfosis. Soy razonable.
Unos zapatos remontados tienen algo de extraño, ofrecen una nueva fisonomía, casi
siempre deprimente.
Aquí es preciso recordar que mis zapatos no se hallaban completamente
arruinados. Usted mismo les dedicó frases elogiosas por la calidad de sus
materiales y por su perfecta hechura. Hasta puso muy alto su marca de fábrica. Me
prometió, en suma, un calzado flamante.
Pues bien: no pude esperar hasta el día siguiente y me descalcé para
comprobar sus promesas. Y aquí estoy, con los pies doloridos, dirigiendo a usted
una carta, en lugar de transferirle las palabras violentas que suscitaron mis
esfuerzos infructuosos.
Mis pies no pudieron entrar en los zapatos. Como los de todas las personas,
mis pies están hechos de una materia blanda y sensible. Me encontré ante unos
zapatos de hierro. No sé cómo ni con qué artes se las arregló usted para dejar mis
zapatos inservibles. Allí están, en un rincón, guiñándome burlonamente con sus
puntas torcidas.
Explicación: