El culto público estaba relacionado entre los romanos con la veneración a los grandes dioses del panteón, de carácter nacional. Los grandes dioses, de tradición romana o asimilados, eran adorados bien por la ciudad, bien por el Estado, estando su culto muy relacionado con la política. Los dioses intervenían en la vida romana de manera permanente, en especial los dioses capitalinos (Júpiter, Juno y Minerva). Otro dato acerca de la relación entre política y religión en Roma es la ubicación de las principales instituciones políticas: el edificio del Senado se levantó en la colina del Capitolio, donde ya estaban los templos de los dioses. En época imperial se acentuó la tendencia, al pasar la religión a ser un símbolo de la unidad del Estado. Los dioses públicos se honraban en ceremonias públicas, algunas de carácter periódico, otras extraordinario. Así, en ciertas fechas del calendario se celebraban fiestas y juegos, y cada dios estaba relacionado con uno o varios días del calendario. Las ceremonias extraordinarias se realizaban cuando ocurría alguna gran catástrofe o hecho extraño, de difícil explicación para los sacerdotes. En estos casos, se celebraban grandes actos purificaciones en las que se empleaban agua, sal o fuego. También podían realizarse grandes banquetes en honor de los dioses extranjeros, representados por medio de imágenes o símbolos sentados a la mesa, a los que se ofrece comida y bebida. Estas ceremonias eran llamadas lectisternios. Otro tipo diferente de culto público fueron los cultos mistéricos, de procedencia oriental.
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El culto público estaba relacionado entre los romanos con la veneración a los grandes dioses del panteón, de carácter nacional. Los grandes dioses, de tradición romana o asimilados, eran adorados bien por la ciudad, bien por el Estado, estando su culto muy relacionado con la política. Los dioses intervenían en la vida romana de manera permanente, en especial los dioses capitalinos (Júpiter, Juno y Minerva). Otro dato acerca de la relación entre política y religión en Roma es la ubicación de las principales instituciones políticas: el edificio del Senado se levantó en la colina del Capitolio, donde ya estaban los templos de los dioses. En época imperial se acentuó la tendencia, al pasar la religión a ser un símbolo de la unidad del Estado. Los dioses públicos se honraban en ceremonias públicas, algunas de carácter periódico, otras extraordinario. Así, en ciertas fechas del calendario se celebraban fiestas y juegos, y cada dios estaba relacionado con uno o varios días del calendario. Las ceremonias extraordinarias se realizaban cuando ocurría alguna gran catástrofe o hecho extraño, de difícil explicación para los sacerdotes. En estos casos, se celebraban grandes actos purificaciones en las que se empleaban agua, sal o fuego. También podían realizarse grandes banquetes en honor de los dioses extranjeros, representados por medio de imágenes o símbolos sentados a la mesa, a los que se ofrece comida y bebida. Estas ceremonias eran llamadas lectisternios. Otro tipo diferente de culto público fueron los cultos mistéricos, de procedencia oriental.
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