A pesar de que la sección “literatura juvenil” no me sienta por una cuestión etaria, tampoco las temáticas que se encuentran bajo esta categoría se ajustan a mis gustos actuales. Pero cuando la vida te acerca a un editor tan generoso que te regala libros porque tiene tantos y no hay tiempo disponible para leerlo, ¿Qué otra opción queda más que seguir a un personaje con el que solíamos identificarnos tiempo atrás? Con La Tercera Puerta de Norma Huidobro, tuve mi flashback a ese tipo de historias un tanto previsibles pero que te hacían pasar una tarde de relax después de venir del colegio.
Lucía llega de Tapalqué (un pueblo en la provincia de Buenos Aires, en Argentina) a Buenos Aires alejándose de una situación familiar tensa. Su papá falleció por una enfermedad y su madre es un personaje totalmente detestable. Mientras reside en la casa del señor Buitrago, Lucía estudia en la escuela nocturna junto con su primo. Ahí estaría el pasado de Lucía.
Pero es el futuro el que tiene mayor peso desde que se le prohíbe utilizar el ascensor que lleva al sótano de la casa. Dora es la otra empleada de la casa y quien se dedica a criticar a las mujeres de Buitrago. Es que la primera esposa lo deja y al poco tiempo, se acerca a otra mujer que también vivirá en la casa. Mientras aparece Benito, un hombre tétrico de quien se oye más que los golpes en el sótano para transformar el lugar en una bodega, la nueva ambición de Buitrago.
Como es de esperarse, Lucía un día baja al sótano por el ascensor. Lucía desaparece. Allí comienza el misterio de la tercera puerta con la desesperación de Dora y del primo Diego, intentando revelar el misterio que crece luego con una segunda desaparición.
Debo reconocerle a este libro que la autora supo mantener la intriga. Arrojaba una pista pero uno no terminaba de entender (de hecho, en un momento nos despista) qué era lo que estaba sucediendo, quién era Benito, que había en el sótano, qué les pasaba a los personajes.
Si bien el final es un tanto previsible, no niego que para tratarse de literatura juvenil entretiene. No es un libro largo ni complejo. Lleno de diálogos cargados de comportamiento argentino, no se trata de una gran pieza de la literatura pero algo de misterio lo envuelve y te engancha. Lo suficiente como para que alguien que dejó hace tiempo a la literatura juvenil, terminara metida en sus hojas para acabar con la incertidumbre.
A pesar de que la sección “literatura juvenil” no me sienta por una cuestión etaria, tampoco las temáticas que se encuentran bajo esta categoría se ajustan a mis gustos actuales. Pero cuando la vida te acerca a un editor tan generoso que te regala libros porque tiene tantos y no hay tiempo disponible para leerlo, ¿Qué otra opción queda más que seguir a un personaje con el que solíamos identificarnos tiempo atrás? Con La Tercera Puerta de Norma Huidobro, tuve mi flashback a ese tipo de historias un tanto previsibles pero que te hacían pasar una tarde de relax después de venir del colegio.
Lucía llega de Tapalqué (un pueblo en la provincia de Buenos Aires, en Argentina) a Buenos Aires alejándose de una situación familiar tensa. Su papá falleció por una enfermedad y su madre es un personaje totalmente detestable. Mientras reside en la casa del señor Buitrago, Lucía estudia en la escuela nocturna junto con su primo. Ahí estaría el pasado de Lucía.
Pero es el futuro el que tiene mayor peso desde que se le prohíbe utilizar el ascensor que lleva al sótano de la casa. Dora es la otra empleada de la casa y quien se dedica a criticar a las mujeres de Buitrago. Es que la primera esposa lo deja y al poco tiempo, se acerca a otra mujer que también vivirá en la casa. Mientras aparece Benito, un hombre tétrico de quien se oye más que los golpes en el sótano para transformar el lugar en una bodega, la nueva ambición de Buitrago.
Como es de esperarse, Lucía un día baja al sótano por el ascensor. Lucía desaparece. Allí comienza el misterio de la tercera puerta con la desesperación de Dora y del primo Diego, intentando revelar el misterio que crece luego con una segunda desaparición.
Debo reconocerle a este libro que la autora supo mantener la intriga. Arrojaba una pista pero uno no terminaba de entender (de hecho, en un momento nos despista) qué era lo que estaba sucediendo, quién era Benito, que había en el sótano, qué les pasaba a los personajes.
Si bien el final es un tanto previsible, no niego que para tratarse de literatura juvenil entretiene. No es un libro largo ni complejo. Lleno de diálogos cargados de comportamiento argentino, no se trata de una gran pieza de la literatura pero algo de misterio lo envuelve y te engancha. Lo suficiente como para que alguien que dejó hace tiempo a la literatura juvenil, terminara metida en sus hojas para acabar con la incertidumbre.