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Muchos de ellos viven en el entorno de fumarolas volcánicas oceánicas a más de 2 000 m de profundidad, donde la gran presión del mar eleva el punto de ebullición por encima de los 100 °C. El récord es de la cepa arqueana 121, que sobrevivió a 130 °C. Se cree que no pueden existir microbios a más de 150 °C, ya que a esa temperatura el ADN pierde la cohesión.