¿caracteristicas de la revolucion mexicana, cubana y sanadista?
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La política de México hacia la Revolución Cubana ha tenido diversos objetivos a través del lapso de 45 años transcurridos desde el triunfo de la Revolución. Se pueden fijar tres grandes periodos: el primero, que va de los comienzos de la Revolución al fin de la Guerra Fría; el segundo, que cubre hasta comienzos del siglo XXI, y el tercero, del año 2001 a nuestros días. Dentro de cada periodo hay diversos matices y episodios que permiten, entre otras cosas, reflexionar sobre la claridad, o no, de los objetivos perseguidos. Éstos fueron fácilmente identificables en una primera época, pero al acercarnos a los momentos actuales los intereses del gobierno mexicano en su política hacia Cuba se desdibujan, al grado de poder afirmar que durante la reciente crisis, que llevó casi al rompimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países, no es posible detectar cuáles eran los beneficios que se deseaba obtener. Una de las tareas urgentes hacia el futuro, no sólo para el gobierno sino para las diversas fuerzas políticas en México, es formular con mayor claridad los puntos de vista sobre cuáles deben ser los objetivos de la política exterior de México en el tema de sus relaciones con Cuba.
La época de la identificación La primera reacción del gobierno mexicano hacia la Revolución Cubana fue de entusiasmo. En México, Fidel Castro preparó la salida del Granma y los días de Sierra Maestra. Aquí se conocieron futuros líderes revolucionarios, se tejieron amistades, lealtades y proyectos. El gobierno mexicano conocía de sus actividades y fue, al no interferir para evitarlas, callado cómplice de ellas. Lo anterior no significa que, al llegar al poder, Fidel Castro haya dado algún reconocimiento especial a la ideología dominante del país que lo había acogido. Desde los primeros años de la Revolución Cubana, ésta se presentó como un movimiento sui generis, construido en torno a la idea del foco guerrillero que en poco o nada recordaba las experiencias de la Revolución Mexicana, el PRI y su revolución permanente. Sin embargo, en las primeras declaraciones de los dirigentes mexicanos respecto a los acontecimientos cubanos, se quisieron encontrar similitudes entre ambas revoluciones. Allá, como aquí, se llevaba a cabo una reforma agraria y se nacionalizaban compañías extranjeras. Allá, como aquí, las medidas tomadas por la Revolución respondían a los anhelos legítimos de nacionalismo y justicia social. Ese periodo de identificación refleja bien la ideología del gobierno mexicano en aquellos años, cuando se insistía, como se puso de manifiesto en la nacionalización de las empresas eléctricas, en preservar imágenes revolucionarias. "El petróleo, la tierra, la electricidad", rezaban los eslóganes exaltando las políticas de nacionalización en toda la
La época de la identificación
La primera reacción del gobierno mexicano hacia la Revolución Cubana fue de entusiasmo. En México, Fidel Castro preparó la salida del Granma y los días de Sierra Maestra. Aquí se conocieron futuros líderes revolucionarios, se tejieron amistades, lealtades y proyectos. El gobierno mexicano conocía de sus actividades y fue, al no interferir para evitarlas, callado cómplice de ellas.
Lo anterior no significa que, al llegar al poder, Fidel Castro haya dado algún reconocimiento especial a la ideología dominante del país que lo había acogido. Desde los primeros años de la Revolución Cubana, ésta se presentó como un movimiento sui generis, construido en torno a la idea del foco guerrillero que en poco o nada recordaba las experiencias de la Revolución Mexicana, el PRI y su revolución permanente. Sin embargo, en las primeras declaraciones de los dirigentes mexicanos respecto a los acontecimientos cubanos, se quisieron encontrar similitudes entre ambas revoluciones. Allá, como aquí, se llevaba a cabo una reforma agraria y se nacionalizaban compañías extranjeras. Allá, como aquí, las medidas tomadas por la Revolución respondían a los anhelos legítimos de nacionalismo y justicia social.
Ese periodo de identificación refleja bien la ideología del gobierno mexicano en aquellos años, cuando se insistía, como se puso de manifiesto en la nacionalización de las empresas eléctricas, en preservar imágenes revolucionarias. "El petróleo, la tierra, la electricidad", rezaban los eslóganes exaltando las políticas de nacionalización en toda la