capítulo 24 el aviador en el desierto ¿Porque está preocupado el aviador? ¿Tiene sed, que buscan? ¿Es absurdo? ¿El agua también es buena? ¿Porque es bello el desierto? ¿Lo que embellece, lo importante es? ¿Qué le emociona en el Principito?
Estábamos en el octavo día de mi avería en el desierto, y había escuchado la historia del vendedor mientras bebía la última gota de mi provisión de agua:
- Ah! – le dije al principito -, tus recuerdos son muy lindos, pero todavía no he reparado mi avión, no tengo más nada para beber, y yo también estaría muy contento si pudiera caminar lentamente hacia una fuente !
- Yo también tengo sed... busquemos un pozo...
Tuve un gesto de desaliento: es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto. Sin embargo, nos pusimos en marcha.
- El agua puede ser buena también para el corazón...
- Las estrellas son bellas, a causa de una flor que no se ve...Respondí "desde luego" y miré, sin hablar, las ondulaciones de la arena bajo la luna.
- El desierto es bello... – agregó. Y era verdad. A mí siempre me gustó el desierto. Uno se sienta sobre una duna de arena. No se ve nada. No se escucha nada. Y sin embargo hay algo que irradia en silencio...
- Lo que hace al desierto tan bello – dijo el principito – es que esconde un pozo en algún lado...
Me sorprendió comprender de golpe esa misteriosa irradiación de la arena. Cuando era niño vivía en una casa antigua, que según la leyenda tenía un tesoro oculto. Desde luego, nunca nadie pudo descubrirlo ni posiblemente lo haya siquiera buscado, pero hechizaba toda aquella casa. Mi casa escondía un secreto en el fondo de su corazón...
Estábamos en el octavo día de mi avería en el desierto, y había escuchado la historia del vendedor mientras bebía la última gota de mi provisión de agua:
- Ah! – le dije al principito -, tus recuerdos son muy lindos, pero todavía no he reparado mi avión, no tengo más nada para beber, y yo también estaría muy contento si pudiera caminar lentamente hacia una fuente !
- Yo también tengo sed... busquemos un pozo...
Tuve un gesto de desaliento: es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto. Sin embargo, nos pusimos en marcha.
- El agua puede ser buena también para el corazón...
- Las estrellas son bellas, a causa de una flor que no se ve...Respondí "desde luego" y miré, sin hablar, las ondulaciones de la arena bajo la luna.
- El desierto es bello... – agregó. Y era verdad. A mí siempre me gustó el desierto. Uno se sienta sobre una duna de arena. No se ve nada. No se escucha nada. Y sin embargo hay algo que irradia en silencio...
- Lo que hace al desierto tan bello – dijo el principito – es que esconde un pozo en algún lado...
Me sorprendió comprender de golpe esa misteriosa irradiación de la arena. Cuando era niño vivía en una casa antigua, que según la leyenda tenía un tesoro oculto. Desde luego, nunca nadie pudo descubrirlo ni posiblemente lo haya siquiera buscado, pero hechizaba toda aquella casa. Mi casa escondía un secreto en el fondo de su corazón...
- Sí – le dije al principito