Fabián Salazar Guerrero. Director Fundación para el diálogo y la cooperación Interreligosa INTERFE
Cada día descubro con dolor y hasta con asco como se insulta la dignidad de vida de tantos compatriotas en nuestro país y me escandalizo con el morbo y la crueldad con que se juega un ajedrez de poder entre los agentes en conflicto interesados en el protagonismo y encarnizados en echar la culpa a sus adversarios por todos los daños y males de la nación. Y me asusta también la complicidad de tantos medios de comunicación que hacen de esta lamentable situación una vitrina y hasta un circo muy lucrativo.
Cuánta más sangre es necesaria para parar este lucha fraticida que nos está destruyendo internamente; cuántos más daños son necesario para darnos cuenta de la crueldad de esta práctica miserable de la violencia y de indiferencia; cuántos niños y jóvenes deben morir o corromperse para darnos cuenta que estamos destruyendo nuestro futuro; cuántos recursos deben desperdiciarse para reconocer que todo lo invertido en armas se lo hemos robado a la educación y el bienestar social; cuánta violencia más debe reinar para descubrir que estamos equivocados; cuántos hombres, mujeres y niños deben seguir desterrados de sus hogares.
Duele saber que un país que se presta a si mismo de ser mayoritariamente religioso se haya convertido en muchos escenarios en nido de corrupción, de criminalidad, de indiferencia, de insensatez. ¿Dónde quedó la formación religiosa? ¿Dónde están tantos colegios y universidades confesionales? ¿De qué han servido tantas fiestas religiosas en nuestro calendario?, ¿Para qué tantos santuarios y templos?. ¿Dónde están los hombres y mujeres religiosas a la hora de plantear soluciones?
Todo esto me lleva a preguntar ¿Qué responsabilidad le atañen a la religiones y a las iglesias en la formación de una ciudadanía comprometida con la convivencia y la solidaridad? La mayoría de compatriotas, incluyendo a los actores armados, fueron formados en hogares con creencias religiosas y muchos de seguro asisten también a actos religiosos, pero parecemos vivir en contravía con estos principios; puede que sepan muchas oraciones o tengan alguna devoción pero en el plano social y en la vida pública se permite una cultura de muerte. Bien recuerdo al Abuelo indígena Victor decir: “ ustedes piensan una cosa, dicen otra, sienten otra y hacen otra”.
Nuestros hijos nos cuestionarán algún día: ¿Qué significó ser religioso en un país en guerra y con tantos hombres y mujeres en problema y abandono? ¿Qué hicimos por ser coherentes entre el discurso y la práctica?. ¿Cómo asumieron una responsabilidad con la sociedad más allá de los límites de obras benéficas particulares?
Cada día es un reto para las religiones superar la dualidad al pensar que por un lado va lo religioso (limitado en muchos casos a lo piadoso o a lo cúltico) y por el otro esta nuestro compromiso ciudadano. Es necesario superar esta dualidad y salir de nuestros cómodos templos para adquirir un verdadero compromiso con las víctimas de la violencia y el empobrecimiento. Y no es suficiente que cada expresión religiosa lo haga desde su parcela, pues son urgentes las acciones solidarias en conjunto que aúnen esfuerzos, optimicen recursos, amplíen el radio de impacto, aprovechen las diversas metodologías de incidencia e inviertan el capital humano de los voluntariados. De las decisiones de fe traducidas en acciones de compromiso social y político dependerá la Colombia que queremos dejar a las siguientes generaciones
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Fabián Salazar Guerrero. Director Fundación para el diálogo y la cooperación Interreligosa INTERFE
Cada día descubro con dolor y hasta con asco como se insulta la dignidad de vida de tantos compatriotas en nuestro país y me escandalizo con el morbo y la crueldad con que se juega un ajedrez de poder entre los agentes en conflicto interesados en el protagonismo y encarnizados en echar la culpa a sus adversarios por todos los daños y males de la nación. Y me asusta también la complicidad de tantos medios de comunicación que hacen de esta lamentable situación una vitrina y hasta un circo muy lucrativo.
Cuánta más sangre es necesaria para parar este lucha fraticida que nos está destruyendo internamente; cuántos más daños son necesario para darnos cuenta de la crueldad de esta práctica miserable de la violencia y de indiferencia; cuántos niños y jóvenes deben morir o corromperse para darnos cuenta que estamos destruyendo nuestro futuro; cuántos recursos deben desperdiciarse para reconocer que todo lo invertido en armas se lo hemos robado a la educación y el bienestar social; cuánta violencia más debe reinar para descubrir que estamos equivocados; cuántos hombres, mujeres y niños deben seguir desterrados de sus hogares.
Duele saber que un país que se presta a si mismo de ser mayoritariamente religioso se haya convertido en muchos escenarios en nido de corrupción, de criminalidad, de indiferencia, de insensatez. ¿Dónde quedó la formación religiosa? ¿Dónde están tantos colegios y universidades confesionales? ¿De qué han servido tantas fiestas religiosas en nuestro calendario?, ¿Para qué tantos santuarios y templos?. ¿Dónde están los hombres y mujeres religiosas a la hora de plantear soluciones?
Todo esto me lleva a preguntar ¿Qué responsabilidad le atañen a la religiones y a las iglesias en la formación de una ciudadanía comprometida con la convivencia y la solidaridad? La mayoría de compatriotas, incluyendo a los actores armados, fueron formados en hogares con creencias religiosas y muchos de seguro asisten también a actos religiosos, pero parecemos vivir en contravía con estos principios; puede que sepan muchas oraciones o tengan alguna devoción pero en el plano social y en la vida pública se permite una cultura de muerte. Bien recuerdo al Abuelo indígena Victor decir: “ ustedes piensan una cosa, dicen otra, sienten otra y hacen otra”.
Nuestros hijos nos cuestionarán algún día: ¿Qué significó ser religioso en un país en guerra y con tantos hombres y mujeres en problema y abandono? ¿Qué hicimos por ser coherentes entre el discurso y la práctica?. ¿Cómo asumieron una responsabilidad con la sociedad más allá de los límites de obras benéficas particulares?
Cada día es un reto para las religiones superar la dualidad al pensar que por un lado va lo religioso (limitado en muchos casos a lo piadoso o a lo cúltico) y por el otro esta nuestro compromiso ciudadano. Es necesario superar esta dualidad y salir de nuestros cómodos templos para adquirir un verdadero compromiso con las víctimas de la violencia y el empobrecimiento. Y no es suficiente que cada expresión religiosa lo haga desde su parcela, pues son urgentes las acciones solidarias en conjunto que aúnen esfuerzos, optimicen recursos, amplíen el radio de impacto, aprovechen las diversas metodologías de incidencia e inviertan el capital humano de los voluntariados. De las decisiones de fe traducidas en acciones de compromiso social y político dependerá la Colombia que queremos dejar a las siguientes generaciones
Explicación:
Coronita plis