México es un país con una alta tradición migratoria interna e internacional. Sin
embargo, el análisis de una y otra modalidad migratoria han transitado por túneles
separados e incomunicados las más de las veces. En un primer momento, en los años
sesenta y setenta, la migración interna ocupó el lugar central en la preocupación
académica, social y política, mientras la emigración a Estados Unidos era relegada a un
segundo término.
Asimismo, en esos años la preocupación por la migración interna se insertaba
directamente en el debate sobre las opciones de desarrollo industrial y modernización
social del país y en el cual estaba involucrado casi todo el territorio nacional, ya fuera
por ser zonas de expulsión o por ser lugares de destino de los movimientos internos de
la población. Por el contrario, la migración internacional se percibía como un fenómeno
localizado en algunas zonas rurales del occidente de México, y en menor medida en la
franja fronteriza del norte del país, y que en el mejor de los casos, contribuía a reducir
la presión demográfica sobre el mercado de trabajo.
A partir de los ochenta, sin embargo, se da un giro radical, de tal modo que desde
entonces la emigración a Estados Unidos ha venido ocupando crecientemente un lugar
preponderante en la preocupación académica, social y política en México, mientras que
la migración interna comienza a dejar de ser el centro de atención. Contribuye a ello el
dinamismo que ha adquirido la emigración internacional, que se manifiesta en el
crecimiento casi explosivo de la población mexicana residente en Estados Unidos en las
últimas dos décadas y medias, la que pasó de casi 2.2 millones en 1980, a casi 10
millones en el 2000, y a más de 11 millones en la actualidad.
Resulta paradójico, sin embargo, que en este nuevo interés por la emigración
internacional en México, no se haya recuperado ni la historia ni las perspectivas
analíticas que condujeron el análisis y comprensión de la migración interna en décadas
anteriores. De hecho, podemos decir que prácticamente no hubo una herencia ni en
términos de propuestas analíticas, ni de perspectivas metodológicas, ni de historias y
conocimientos del fenómeno migratorio, que se traspasaran de los estudios de la
migración interna a la internacional.
De hecho, salvo contadas excepciones, los mismos investigadores que se dedicaron al
análisis y estudio de la migración interna, no continuaron con el estudio y análisis de la migración internacional, sino que ellos fueron sustituidos por una nueva generación de
investigadores que por diversos motivos, no ha sido capaz de recuperar la tradición,
historia, conocimiento y aportaciones generadas durante más de 20 años de estudio y
Respuesta:
México es un país con una alta tradición migratoria interna e internacional. Sin
embargo, el análisis de una y otra modalidad migratoria han transitado por túneles
separados e incomunicados las más de las veces. En un primer momento, en los años
sesenta y setenta, la migración interna ocupó el lugar central en la preocupación
académica, social y política, mientras la emigración a Estados Unidos era relegada a un
segundo término.
Asimismo, en esos años la preocupación por la migración interna se insertaba
directamente en el debate sobre las opciones de desarrollo industrial y modernización
social del país y en el cual estaba involucrado casi todo el territorio nacional, ya fuera
por ser zonas de expulsión o por ser lugares de destino de los movimientos internos de
la población. Por el contrario, la migración internacional se percibía como un fenómeno
localizado en algunas zonas rurales del occidente de México, y en menor medida en la
franja fronteriza del norte del país, y que en el mejor de los casos, contribuía a reducir
la presión demográfica sobre el mercado de trabajo.
A partir de los ochenta, sin embargo, se da un giro radical, de tal modo que desde
entonces la emigración a Estados Unidos ha venido ocupando crecientemente un lugar
preponderante en la preocupación académica, social y política en México, mientras que
la migración interna comienza a dejar de ser el centro de atención. Contribuye a ello el
dinamismo que ha adquirido la emigración internacional, que se manifiesta en el
crecimiento casi explosivo de la población mexicana residente en Estados Unidos en las
últimas dos décadas y medias, la que pasó de casi 2.2 millones en 1980, a casi 10
millones en el 2000, y a más de 11 millones en la actualidad.
Resulta paradójico, sin embargo, que en este nuevo interés por la emigración
internacional en México, no se haya recuperado ni la historia ni las perspectivas
analíticas que condujeron el análisis y comprensión de la migración interna en décadas
anteriores. De hecho, podemos decir que prácticamente no hubo una herencia ni en
términos de propuestas analíticas, ni de perspectivas metodológicas, ni de historias y
conocimientos del fenómeno migratorio, que se traspasaran de los estudios de la
migración interna a la internacional.
De hecho, salvo contadas excepciones, los mismos investigadores que se dedicaron al
análisis y estudio de la migración interna, no continuaron con el estudio y análisis de la migración internacional, sino que ellos fueron sustituidos por una nueva generación de
investigadores que por diversos motivos, no ha sido capaz de recuperar la tradición,
historia, conocimiento y aportaciones generadas durante más de 20 años de estudio y
análisis de la migración interna en México.
Explicación: