Había una vez una hormiga muy pequeña que vivía en su hormiguero de un jardín con muchas flores, se llamaba Pizca. La hormiguita era muy pequeña porque aunque el tiempo pasaba, ella no crecía, sus hermanos mellizos eran mucho más grandes y altos, pero ella a pesar de que comía mucho y dormía bastante bien, siempre estaba del mismo tamaño.
Pizca era muy atrevida y valiente, ella nunca dejó de colaborar en las labores del hormiguero, aunque a causa de su diminuto tamaño se dedicaba a las tareas menos pesadas, y a transportar miguitas de pan, en vez de cáscaras de pipas.
Se sentía muy orgullosa de poder hacer lo mismo que su familia y amigos hacían, y muchas veces se envalentonaba y se la podía ver arrastrando una hoja de rosal por todo el camino a casa, sin ayuda de nadie y con la cabeza bien alta. Un buen día, estaba ensimismada en su transporte, cuando una hormiga vecina de otro hormiguero pasó por encima de su mercancía, Pizca muy enfadada le dijo:
– “Pero bueno, ¿qué has hecho?, mira mi trabajo cómo lo has dejado”.
La otra hormiga se paró y miró el destrozo, y dijo:
– “Es que como eres tan pequeña no te he visto, disculpa, me fijaré más la próxima vez”.
Pizca se giró y siguió por su camino. Antes de llegar a la despensa, otra hormiga también pisó su miga de pan. Esta vez, Pizca se enfadó bastante:
– “¡Ya está bien!, ¿es que no me veis?, pues a partir de ahora me vais a dejar paso, seguro”.
Pizca entró en la despensa y cogió una gran cáscara de pipa, la moldeó para hacerse un casco, y un pequeño carrito para tirar de él, y volvió al trabajo.
Cuando sus compañeras la vieron, se quedaron alucinadas. ¡Qué buena idea había tenido Pizca!. Todas fueron a preguntarle cómo lo había hecho, y si estaba teniendo resultados, y Pizca muy orgullosa contestó:
– “Desde que trabajo con esas herramientas, nadie pisa mi mercancías, me siento más segura y rindo mucho más”.
Así fue como Pizca inventó la carretilla y el casco de seguridad en el trabajo. La producción del hormiguero aumentó considerablemente, y ninguna hormiga más volvió a pisar a Pizca, ni ella se volvió a enfadar con nadie.
PIZCA, LA HORMIGA CON BUENAS IDEAS
Había una vez una hormiga muy pequeña que vivía en su hormiguero de un jardín con muchas flores, se llamaba Pizca. La hormiguita era muy pequeña porque aunque el tiempo pasaba, ella no crecía, sus hermanos mellizos eran mucho más grandes y altos, pero ella a pesar de que comía mucho y dormía bastante bien, siempre estaba del mismo tamaño.
Pizca era muy atrevida y valiente, ella nunca dejó de colaborar en las labores del hormiguero, aunque a causa de su diminuto tamaño se dedicaba a las tareas menos pesadas, y a transportar miguitas de pan, en vez de cáscaras de pipas.
Se sentía muy orgullosa de poder hacer lo mismo que su familia y amigos hacían, y muchas veces se envalentonaba y se la podía ver arrastrando una hoja de rosal por todo el camino a casa, sin ayuda de nadie y con la cabeza bien alta.
Un buen día, estaba ensimismada en su transporte, cuando una hormiga vecina de otro hormiguero pasó por encima de su mercancía, Pizca muy enfadada le dijo:
– “Pero bueno, ¿qué has hecho?, mira mi trabajo cómo lo has dejado”.
La otra hormiga se paró y miró el destrozo, y dijo:
– “Es que como eres tan pequeña no te he visto, disculpa, me fijaré más la próxima vez”.
Pizca se giró y siguió por su camino. Antes de llegar a la despensa, otra hormiga también pisó su miga de pan. Esta vez, Pizca se enfadó bastante:
– “¡Ya está bien!, ¿es que no me veis?, pues a partir de ahora me vais a dejar paso, seguro”.
Pizca entró en la despensa y cogió una gran cáscara de pipa, la moldeó para hacerse un casco, y un pequeño carrito para tirar de él, y volvió al trabajo.
Cuando sus compañeras la vieron, se quedaron alucinadas. ¡Qué buena idea había tenido Pizca!. Todas fueron a preguntarle cómo lo había hecho, y si estaba teniendo resultados, y Pizca muy orgullosa contestó:
– “Desde que trabajo con esas herramientas, nadie pisa mi mercancías, me siento más segura y rindo mucho más”.
Así fue como Pizca inventó la carretilla y el casco de seguridad en el trabajo. La producción del hormiguero aumentó considerablemente, y ninguna hormiga más volvió a pisar a Pizca, ni ella se volvió a enfadar con nadie.
FIN