La noche es fría. Los edificios, altos. El cielo, salvo donde hay estrellas, es negro. Negro como las piezas negras del juego de damas o los rescoldos de la madera después del fuego.
También debería mencionar que hay un arma de gran calibre apuntándome a la cara.
Y como hay un arma de gran calibre apuntándome a la cara, las cosas se aceleran como en los documentales sobre la naturaleza, cuando la semilla se abre, brota, saca un tallo y crecen hojas en menos de diez segundos.
Las cosas se están acelerando de esa manera. Las estrellas giran centrifugadas más allá de los edificios. La luna sube, baja y vuelve a subir. Y entonces las cosas se lentifican muchísimo.
Si no quieres que te vean muerto con esa camiseta —dice—, será mejor que te la saques.
El tipo del arma no bromea. Yo no sé nada de armas de fuego, pero esta es grande. Parece de esas que tienen un montón de balas, las que dejan tu cadáver irreconocible cuando llegan los policías, lo cual está muy bien, porque a mí no ve va a extrañar nadie, no queda nadie en este planeta que gira como un trompo que vaya a desmayarse cuando el forense levante la sábana y descubra mi cara cosida a balazos.
Respuesta:
La noche es fría. Los edificios, altos. El cielo, salvo donde hay estrellas, es negro. Negro como las piezas negras del juego de damas o los rescoldos de la madera después del fuego.
También debería mencionar que hay un arma de gran calibre apuntándome a la cara.
Y como hay un arma de gran calibre apuntándome a la cara, las cosas se aceleran como en los documentales sobre la naturaleza, cuando la semilla se abre, brota, saca un tallo y crecen hojas en menos de diez segundos.
Las cosas se están acelerando de esa manera. Las estrellas giran centrifugadas más allá de los edificios. La luna sube, baja y vuelve a subir. Y entonces las cosas se lentifican muchísimo.
Si no quieres que te vean muerto con esa camiseta —dice—, será mejor que te la saques.
El tipo del arma no bromea. Yo no sé nada de armas de fuego, pero esta es grande. Parece de esas que tienen un montón de balas, las que dejan tu cadáver irreconocible cuando llegan los policías, lo cual está muy bien, porque a mí no ve va a extrañar nadie, no queda nadie en este planeta que gira como un trompo que vaya a desmayarse cuando el forense levante la sábana y descubra mi cara cosida a balazos.