Creemos haber podido exponer, a lo largo de este trabajo, la nueva conceptualización del sistema que el proyecto filosófico de Kant propone. La investigación que emprendimos tuvo la peculiaridad de atravesar diversas áreas de la filosofía trascendental, ya que lo que nos interesaba analizar no era una obra o un texto en particular, sino la nueva racionalidad que subyace a toda la obra crítica de nuestro filósofo. El problema del sistema excede aquí por mucho su tradicional ubicación en el campo de la filosofía del conocimiento, y pasa a constituir un núcleo conceptual que atañe a toda la actividad racional, y que por ende repercute, como vimos en el último capítulo, en la idea bajo la cual Kant concibe a la filosofía misma. Sin embargo, en este análisis de la racionalidad kantiana hemos hasta ahora eludido un concepto que resulta inseparable de la concepción kantiana de filosofía, y del modo en el cual la misma entiende la actividad de auto-sistematización que hemos definido en estas páginas. En vistas a la conclusión de nuestro trabajo, nos resulta interesante recuperar el concepto kantiano de crítica y reflexionar sobre su relación con el problema del sistema que aquí nos atañe.
Consideremos la primera aparición del término en el marco de la CRP, donde Kant introduce la célebre metáfora del tribunal de la razón pura:
[…] es una exigencia planteada a la razón, de que esta vuelva a emprender la más fatigosa de todas sus tareas, a saber, el conocimiento de sí [Selbsterkenntnis], y de que instituya un tribunal de justicia que le asegure en sus pretensiones legítimas, y que por el contrario pueda despachar todas las arrogaciones infundadas, no mediante actos de autoridad sino según leyes eternas e invariables, y este tribunal no es otro que la crítica de la razón pura misma. No entiendo por ésta una crítica de los libros y de los sistemas, sino de la facultad de la razón en general, en lo tocante a todos los conocimientos por los cuales ella puede esforzarse independientemente de toda experiencia, por tanto, la decisión acerca de la posibilidad o imposibilidad de una metafísica en general, y la determinación, tanto de sus fuentes, como del alcance y de los límites de ella, pero todo a partir de principios.[1]
En primer lugar cabe destacar que la crítica surge de la necesidad de un auto-conocimiento [Selbsterkenntnis], de un movimiento reflexivo de la razón hacia ella misma que establece las fuentes [Quellen] de la producción teórica. El tribunal deberá por lo tanto determinar las jurisdicciones dentro de las cuales las funciones especulativas son válidas y los límites más allá de los cuales las pretensiones metafísicas son infundadas. En el trabajo crítico, la razón escruta su propia actividad pura, es decir, no se trata de analizar los resultados históricos del saber humano (los libros y sistemas), sino de indagar la posibilidad misma de producir conocimientos racionales a priori.
La CRP pone en marcha un auto-examen de la razón que permite determinar, mediante principios, las fuentes, los límites y el alcance de todo conocer legítimo. Por ende encontramos, en primer lugar, una utilidad negativa de la Crítica en lo que toca al saber humano, puesto que no ensancha en nada el conocimiento teórico de objetos y no agrega nada al cuerpo doctrinal de la metafísica. El interés de la Crítica consiste, a este respecto, en determinar las funciones categoriales mediante las cuales el entendimiento sintetiza la multiplicidad sensible que nos es dada en el tiempo y el espacio. La crítica restringe y previene las construcciones infundadas con las que la especulación metafísica se aventura más allá de toda experiencia posible, y garantiza así la solidez racional del edificio del saber humano.[2]
No obstante, Kant resalta con énfasis la existencia de una utilidad positiva de esta auto-limitación racional que la crítica origina. Limitando el conocimiento teórico al dominio de lo fenoménico, Kant protege el horizonte en el cual se despliega el uso puro práctico de la razón, el cual inevitablemente recurre al espacio nouménico para pensar una causalidad diferente de la mera causalidad natural. El concepto de una voluntad racional supone la idea de una determinación del querer por el concepto de su propia libertad,[3] por consiguiente se vuelve imprescindible que el ámbito suprasensible permanezca indeterminado desde el punto de vista teórico. La especulación siempre opera un condicionamiento del objeto de su conocimiento; el saber implica necesariamente la aplicación de una legalidad causal-mecánica que permita determinar aquello que nos es dado en la representación. De este modo, si la razón se extralimitara intentando alcanzar teóricamente un objeto suprasensible como fundamento de la totalidad del orden natural, el uso práctico no podría concebir la idea moralmente necesaria de una determinación incondicionada del concepto de libertad sobre la voluntad racional del sujeto.[4]
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user19282726
Es muy largo xd pero pone lo primero, lo mas importante jdjd
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Creemos haber podido exponer, a lo largo de este trabajo, la nueva conceptualización del sistema que el proyecto filosófico de Kant propone. La investigación que emprendimos tuvo la peculiaridad de atravesar diversas áreas de la filosofía trascendental, ya que lo que nos interesaba analizar no era una obra o un texto en particular, sino la nueva racionalidad que subyace a toda la obra crítica de nuestro filósofo. El problema del sistema excede aquí por mucho su tradicional ubicación en el campo de la filosofía del conocimiento, y pasa a constituir un núcleo conceptual que atañe a toda la actividad racional, y que por ende repercute, como vimos en el último capítulo, en la idea bajo la cual Kant concibe a la filosofía misma. Sin embargo, en este análisis de la racionalidad kantiana hemos hasta ahora eludido un concepto que resulta inseparable de la concepción kantiana de filosofía, y del modo en el cual la misma entiende la actividad de auto-sistematización que hemos definido en estas páginas. En vistas a la conclusión de nuestro trabajo, nos resulta interesante recuperar el concepto kantiano de crítica y reflexionar sobre su relación con el problema del sistema que aquí nos atañe.
Consideremos la primera aparición del término en el marco de la CRP, donde Kant introduce la célebre metáfora del tribunal de la razón pura:
[…] es una exigencia planteada a la razón, de que esta vuelva a emprender la más fatigosa de todas sus tareas, a saber, el conocimiento de sí [Selbsterkenntnis], y de que instituya un tribunal de justicia que le asegure en sus pretensiones legítimas, y que por el contrario pueda despachar todas las arrogaciones infundadas, no mediante actos de autoridad sino según leyes eternas e invariables, y este tribunal no es otro que la crítica de la razón pura misma. No entiendo por ésta una crítica de los libros y de los sistemas, sino de la facultad de la razón en general, en lo tocante a todos los conocimientos por los cuales ella puede esforzarse independientemente de toda experiencia, por tanto, la decisión acerca de la posibilidad o imposibilidad de una metafísica en general, y la determinación, tanto de sus fuentes, como del alcance y de los límites de ella, pero todo a partir de principios.[1]
En primer lugar cabe destacar que la crítica surge de la necesidad de un auto-conocimiento [Selbsterkenntnis], de un movimiento reflexivo de la razón hacia ella misma que establece las fuentes [Quellen] de la producción teórica. El tribunal deberá por lo tanto determinar las jurisdicciones dentro de las cuales las funciones especulativas son válidas y los límites más allá de los cuales las pretensiones metafísicas son infundadas. En el trabajo crítico, la razón escruta su propia actividad pura, es decir, no se trata de analizar los resultados históricos del saber humano (los libros y sistemas), sino de indagar la posibilidad misma de producir conocimientos racionales a priori.
La CRP pone en marcha un auto-examen de la razón que permite determinar, mediante principios, las fuentes, los límites y el alcance de todo conocer legítimo. Por ende encontramos, en primer lugar, una utilidad negativa de la Crítica en lo que toca al saber humano, puesto que no ensancha en nada el conocimiento teórico de objetos y no agrega nada al cuerpo doctrinal de la metafísica. El interés de la Crítica consiste, a este respecto, en determinar las funciones categoriales mediante las cuales el entendimiento sintetiza la multiplicidad sensible que nos es dada en el tiempo y el espacio. La crítica restringe y previene las construcciones infundadas con las que la especulación metafísica se aventura más allá de toda experiencia posible, y garantiza así la solidez racional del edificio del saber humano.[2]
No obstante, Kant resalta con énfasis la existencia de una utilidad positiva de esta auto-limitación racional que la crítica origina. Limitando el conocimiento teórico al dominio de lo fenoménico, Kant protege el horizonte en el cual se despliega el uso puro práctico de la razón, el cual inevitablemente recurre al espacio nouménico para pensar una causalidad diferente de la mera causalidad natural. El concepto de una voluntad racional supone la idea de una determinación del querer por el concepto de su propia libertad,[3] por consiguiente se vuelve imprescindible que el ámbito suprasensible permanezca indeterminado desde el punto de vista teórico. La especulación siempre opera un condicionamiento del objeto de su conocimiento; el saber implica necesariamente la aplicación de una legalidad causal-mecánica que permita determinar aquello que nos es dado en la representación. De este modo, si la razón se extralimitara intentando alcanzar teóricamente un objeto suprasensible como fundamento de la totalidad del orden natural, el uso práctico no podría concebir la idea moralmente necesaria de una determinación incondicionada del concepto de libertad sobre la voluntad racional del sujeto.[4]