La presencia de María en la comunidad, que orando espera la efusión del Espíritu (cf. Hch. 1, 14), evoca el papel que desempeñó en la encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo (cf. Lc. 1, 35). El papel de la Virgen en esa fase inicial y el que desempeña ahora, en la manifestación de la Iglesia en Pentecostés, están íntimamente vinculados.
La presencia de María en los primeros momentos de vida de la Iglesia contrasta de modo singular con la participación bastante discreta que tuvo antes, durante la vida pública de Jesús. Cuando el Hijo comienza su misión, María permanece en Nazaret, aunque esa separación no excluye algunos contactos significativos, como en Caná, y, sobre todo, no le impide participar en el sacrificio del Calvario.
Por el contrario, en la primera comunidad el papel de María cobra notable importancia. Después de la ascensión, y en espera de Pentecostés, la Madre de Jesús está presente personalmente en los primeros pasos de la obra comenzada por el Hijo.
Respuesta:
La presencia de María en la comunidad, que orando espera la efusión del Espíritu (cf. Hch. 1, 14), evoca el papel que desempeñó en la encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo (cf. Lc. 1, 35). El papel de la Virgen en esa fase inicial y el que desempeña ahora, en la manifestación de la Iglesia en Pentecostés, están íntimamente vinculados.
La presencia de María en los primeros momentos de vida de la Iglesia contrasta de modo singular con la participación bastante discreta que tuvo antes, durante la vida pública de Jesús. Cuando el Hijo comienza su misión, María permanece en Nazaret, aunque esa separación no excluye algunos contactos significativos, como en Caná, y, sobre todo, no le impide participar en el sacrificio del Calvario.
Por el contrario, en la primera comunidad el papel de María cobra notable importancia. Después de la ascensión, y en espera de Pentecostés, la Madre de Jesús está presente personalmente en los primeros pasos de la obra comenzada por el Hijo.
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