Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios:
Conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Quisiera yo que fueras frío o caliente!
Así, porque eres tibio, y ni caliente ni frío, voy a vomitarte de mi boca.
Porque dices: ¡Soy rico, me he enriquecido, y de nada tengo necesidad! Y no sabes que tú eres el desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo;
te aconsejo que compres de mí oro acrisolado en el fuego, para que seas rico; y vestiduras blancas, para que te vistas, y no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y colirio, para ungirte los ojos, para que veas.
Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; ten fervor, pues, y arrepiéntete.
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono.
El que tiene oído, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias.»
Resumen de Apocalipsis 3,14-22:
Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios:
Conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Quisiera yo que fueras frío o caliente!
Así, porque eres tibio, y ni caliente ni frío, voy a vomitarte de mi boca.
Porque dices: ¡Soy rico, me he enriquecido, y de nada tengo necesidad! Y no sabes que tú eres el desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo;
te aconsejo que compres de mí oro acrisolado en el fuego, para que seas rico; y vestiduras blancas, para que te vistas, y no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y colirio, para ungirte los ojos, para que veas.
Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; ten fervor, pues, y arrepiéntete.
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono.
El que tiene oído, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias.»
(Apocalipsis 3: 14-22).
Explicación:
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