Cuando los primeros europeos pisaron el suelo de la que en un futuro se convertiría en la República Mexicana poco sabían del presente y del pasado de las complejas culturas que allí hallaron a inicios del siglo XVI. Sus ojos toparon con una realidad asombrosa. Entraron en contacto con sociedades altamente desarrolladas, donde la intensa vida urbana, el floreciente comercio, las complejas relaciones que definían las esferas sociales y políticas y el particular carácter espiritual de sus gentes caracterizaban la cotidianidad de sus vidas (Smith, Masson 2000). No obstante, ante tal asombro, supieron captar la singularidad de cada grupo humano que encontraron. Las propias elites indígenas ayudaron a este hecho, puesto que mostraron un importante interés (desde el primer momento del Contacto) por transmitir una ideología oficial forjada en concepciones marcadamente etnocentristas a los recién llegados. De este modo, en el complejo y traumático escenario que caracterizó el juego de alianzas y lealtades entre europeos e indígenas en la Conquista, las diversas filiaciones étnicas y culturales tuvieron un papel preponderante (Hassig 1989, Gibson 2003: 13-28, 35).
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Cuando los primeros europeos pisaron el suelo de la que en un futuro se convertiría en la República Mexicana poco sabían del presente y del pasado de las complejas culturas que allí hallaron a inicios del siglo XVI. Sus ojos toparon con una realidad asombrosa. Entraron en contacto con sociedades altamente desarrolladas, donde la intensa vida urbana, el floreciente comercio, las complejas relaciones que definían las esferas sociales y políticas y el particular carácter espiritual de sus gentes caracterizaban la cotidianidad de sus vidas (Smith, Masson 2000). No obstante, ante tal asombro, supieron captar la singularidad de cada grupo humano que encontraron. Las propias elites indígenas ayudaron a este hecho, puesto que mostraron un importante interés (desde el primer momento del Contacto) por transmitir una ideología oficial forjada en concepciones marcadamente etnocentristas a los recién llegados. De este modo, en el complejo y traumático escenario que caracterizó el juego de alianzas y lealtades entre europeos e indígenas en la Conquista, las diversas filiaciones étnicas y culturales tuvieron un papel preponderante (Hassig 1989, Gibson 2003: 13-28, 35).