Eran vendedores ambulantes, que visitaban los patios públicos de las casas limeñas para promocionar sus productos -generalmente, alimentos- a viva voz. Además, tenían horarios establecidos y solían identificarse con alguna prosa a gritos. Se mantuvieron vigentes durante casi toda la época colonial y desaparecieron tras la apertura del Mercado Central de Lima.
Así lo señala Marco Capristán: “Como en la Lima antigua no había luz eléctrica y los mercados funcionaban solo los fines de semana, los pregoneros ofrecían sus productos en las casas. Comienzan a desaparecer tras el boom del guano, alrededor de 1850, cuando -con los grandes ingresos económicos- llegó al Perú una serie de obras de modernidad. Con el Mercado Central de Lima, que funcionaba todos los días de la semana, los pregoneros se mudaron a las puertas o los interiores de este. Para 1879, ya no había pregoneros”.
Actualmente, la versión más cercana de los pregoneros son los comerciantes ambulantes. Jesús Cosamalón explica que la figura del ambulante es especialmente importante en la identidad de Lima. “Contribuyen a generarnos una imagen sobre la ciudad. Además, se presentaron como una solución de gran impacto durante las crisis económicas de las últimas décadas”.
Salir a 'jironear'
Entre las décadas de 1920 y 1940, uno de los lugares más concurridos por los adolescentes o jóvenes de Lima era el Jirón de la Unión. “Salir a jironear” significaba caminar por su largo tramo -generalmente, vestido de alguna manera especial- para visitar las tiendas y, sobre todo, conocer a nuevas amistades. Actualmente, el Jirón de la Unión sigue siendo muy recorrido, pero por fines más comerciales, turísticos o de simple tránsito.
Arrojar papeles como celebración
Esta costumbre se solía dar el último día laborable de diciembre, a propósito de las celebraciones por el Año Nuevo. Consistía en arrojar los papeles desde las ventanas de las oficinas. Tanto instituciones estatales como privadas ubicadas en Lima se sumaban a esta tradición, que dejaba las calles del Centro repletas de hojas, fólderes, periódicos, calendarios rasgados y documentos triturados. “Tuvo un auge entre las décadas de 1960 y 1980, pero se dejó de lado a partir de los 90. Las calles quedaban bastante sucias y las entidades empezaron a prohibirlo”, señala Capristán.
Vestirse de negro en Semana Santa o de morado en octubre
Hasta las décadas de 1970 y 1980, era muy común observar a personas vestidas completamente de negro durante la Semana Santa o de morado en octubre, para las celebraciones del Señor de los Milagros. Además, durante la Semana Santa se solía ocultar o tapar algunas imágenes religiosas que no tuvieran relación con la muerte de Cristo. Pese a que ambas fiestas religiosas siguen muy vigentes y captan a millones de devotos en Lima y en el Perú, algunas cosas han cambiado. Ahora, usar un vestido morado para ir a trabajar resultaría extraño.
Como lo indica Capristán, algunas tradiciones de estas fechas sí se han mantenido, como el recorrido de las siete iglesias y el sermón de las tres horas. “Muchos limeños aún recorren siete iglesias en un día, que es una costumbre muy virreinal. También está el “sermón de las tres horas”, que fue inventado por el sacerdote limeño Francisco del Castillo. De hecho, esta última tradición -que consiste en leer las palabras de Cristo entre las 12 y las tres de la tarde del Viernes Santo- se difundió a todo el Perú y también a muchas partes del mundo”.
Ir en grupo a la playa La Herradura
En los años anteriores a 1980, La Herradura era el lugar más de moda durante el verano. El ahora extinto servicio de tranvía facilitaba a los limeños pasar por debajo del Morro Solar para visitar esa playa del sur (además de otras en Barranco y Chorrillos), cuya fama también atraía a los artistas extranjeros del momento. Su auge se intensificó entre las décadas de 1940 y 1960. Hoy, la playa ha perdido su atractivo.
Fotos post-mortem
El historiador de Pinceladas Limeñas recuerda que, aproximadamente entre 1860 y 1915, se mantuvo en Lima una tradición algo macabra: fotografiar a niños fallecidos. “La alta mortalidad infantil y la creencia del momento llevó muchas personas a ofrecer fotografías post-mortem en sus estudios. Los deudos llevaban, entonces, los cuerpos de sus hijos y los sometían a una pequeña sesión en la que se los hacía posar como si estuvieran vivos o dormidos. Esta costumbre decayó junto con la mejor calidad de vida y la supervivencia de los niños a las enfermedades que antes no superaban”, explica el especialista.
El emblemático cementerio limeño, Presbítero Matías Maestro, ubicado en Barrios Altos, ofrece muestras permanentes de estas fotografías de archivo.
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Comprarle a los pregoneros
Eran vendedores ambulantes, que visitaban los patios públicos de las casas limeñas para promocionar sus productos -generalmente, alimentos- a viva voz. Además, tenían horarios establecidos y solían identificarse con alguna prosa a gritos. Se mantuvieron vigentes durante casi toda la época colonial y desaparecieron tras la apertura del Mercado Central de Lima.
Así lo señala Marco Capristán: “Como en la Lima antigua no había luz eléctrica y los mercados funcionaban solo los fines de semana, los pregoneros ofrecían sus productos en las casas. Comienzan a desaparecer tras el boom del guano, alrededor de 1850, cuando -con los grandes ingresos económicos- llegó al Perú una serie de obras de modernidad. Con el Mercado Central de Lima, que funcionaba todos los días de la semana, los pregoneros se mudaron a las puertas o los interiores de este. Para 1879, ya no había pregoneros”.
Actualmente, la versión más cercana de los pregoneros son los comerciantes ambulantes. Jesús Cosamalón explica que la figura del ambulante es especialmente importante en la identidad de Lima. “Contribuyen a generarnos una imagen sobre la ciudad. Además, se presentaron como una solución de gran impacto durante las crisis económicas de las últimas décadas”.
Salir a 'jironear'
Entre las décadas de 1920 y 1940, uno de los lugares más concurridos por los adolescentes o jóvenes de Lima era el Jirón de la Unión. “Salir a jironear” significaba caminar por su largo tramo -generalmente, vestido de alguna manera especial- para visitar las tiendas y, sobre todo, conocer a nuevas amistades. Actualmente, el Jirón de la Unión sigue siendo muy recorrido, pero por fines más comerciales, turísticos o de simple tránsito.
Arrojar papeles como celebración
Esta costumbre se solía dar el último día laborable de diciembre, a propósito de las celebraciones por el Año Nuevo. Consistía en arrojar los papeles desde las ventanas de las oficinas. Tanto instituciones estatales como privadas ubicadas en Lima se sumaban a esta tradición, que dejaba las calles del Centro repletas de hojas, fólderes, periódicos, calendarios rasgados y documentos triturados. “Tuvo un auge entre las décadas de 1960 y 1980, pero se dejó de lado a partir de los 90. Las calles quedaban bastante sucias y las entidades empezaron a prohibirlo”, señala Capristán.
Vestirse de negro en Semana Santa o de morado en octubre
Hasta las décadas de 1970 y 1980, era muy común observar a personas vestidas completamente de negro durante la Semana Santa o de morado en octubre, para las celebraciones del Señor de los Milagros. Además, durante la Semana Santa se solía ocultar o tapar algunas imágenes religiosas que no tuvieran relación con la muerte de Cristo. Pese a que ambas fiestas religiosas siguen muy vigentes y captan a millones de devotos en Lima y en el Perú, algunas cosas han cambiado. Ahora, usar un vestido morado para ir a trabajar resultaría extraño.
Como lo indica Capristán, algunas tradiciones de estas fechas sí se han mantenido, como el recorrido de las siete iglesias y el sermón de las tres horas. “Muchos limeños aún recorren siete iglesias en un día, que es una costumbre muy virreinal. También está el “sermón de las tres horas”, que fue inventado por el sacerdote limeño Francisco del Castillo. De hecho, esta última tradición -que consiste en leer las palabras de Cristo entre las 12 y las tres de la tarde del Viernes Santo- se difundió a todo el Perú y también a muchas partes del mundo”.
Ir en grupo a la playa La Herradura
En los años anteriores a 1980, La Herradura era el lugar más de moda durante el verano. El ahora extinto servicio de tranvía facilitaba a los limeños pasar por debajo del Morro Solar para visitar esa playa del sur (además de otras en Barranco y Chorrillos), cuya fama también atraía a los artistas extranjeros del momento. Su auge se intensificó entre las décadas de 1940 y 1960. Hoy, la playa ha perdido su atractivo.
Fotos post-mortem
El historiador de Pinceladas Limeñas recuerda que, aproximadamente entre 1860 y 1915, se mantuvo en Lima una tradición algo macabra: fotografiar a niños fallecidos. “La alta mortalidad infantil y la creencia del momento llevó muchas personas a ofrecer fotografías post-mortem en sus estudios. Los deudos llevaban, entonces, los cuerpos de sus hijos y los sometían a una pequeña sesión en la que se los hacía posar como si estuvieran vivos o dormidos. Esta costumbre decayó junto con la mejor calidad de vida y la supervivencia de los niños a las enfermedades que antes no superaban”, explica el especialista.
El emblemático cementerio limeño, Presbítero Matías Maestro, ubicado en Barrios Altos, ofrece muestras permanentes de estas fotografías de archivo.