La primera disposición es presentarnos ante Dios con profunda humildad, reconociéndonos indignos de comparecer ante su faz, de mirarlo y de ser mirados y escuchados por Él. Porque de nosotros mismos no podemos producir ni un buen pensamiento ni acto alguno que le agrade. Por eso, debemos anonadarnos a sus plantas, darnos a nuestro Señor Jesucristo y rogarle que Él mismo nos aniquile para establecerse en nosotros. Así será Él mismo quien ore por nosotros. Porque solo Él es digno de comparecer ante su Padre para glorificarlo y amarlo y obtener de Él todo lo que le pida. Luego, sí pediremos confiadamente al Padre lo que le solicitemos en nombre de su Hijo, por sus méritos y para ese Hijo Jesús que está entre nosotros.
Respuesta:
La primera disposición es presentarnos ante Dios con profunda humildad, reconociéndonos indignos de comparecer ante su faz, de mirarlo y de ser mirados y escuchados por Él. Porque de nosotros mismos no podemos producir ni un buen pensamiento ni acto alguno que le agrade. Por eso, debemos anonadarnos a sus plantas, darnos a nuestro Señor Jesucristo y rogarle que Él mismo nos aniquile para establecerse en nosotros. Así será Él mismo quien ore por nosotros. Porque solo Él es digno de comparecer ante su Padre para glorificarlo y amarlo y obtener de Él todo lo que le pida. Luego, sí pediremos confiadamente al Padre lo que le solicitemos en nombre de su Hijo, por sus méritos y para ese Hijo Jesús que está entre nosotros.
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