Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo después de acordado da dolor, cómo a nuestro parescer, cualquiera tiempo pasado fué mejor.
Y pues cemos lo presente cómo en un punto es ido y acabado si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado. No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera má que duró lo que vió, porque todo ha de pasar por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos á se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos; allegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos.
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo después de acordado
da dolor,
cómo a nuestro parescer,
cualquiera tiempo pasado
fué mejor.
Y pues cemos lo presente
cómo en un punto es ido
y acabado
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
má que duró lo que vió,
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos á se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Autor: Jorge Manrique