El interés por las emociones artificiales va mucho más allá de un simple ejercicio filosófico de demostrar que todas las facetas de la vida humana son mecanizables. Tampoco tiene por objetivo central poder pasar una prueba de Turing de una forma decente. De hecho, según han encontrado investigaciones recientes, buena parte de las áreas cognitivas que normalmente se asocian con la inteligencia en los seres humanos dependen en buena parte de nuestras emociones. Así pues, incluso tareas de inteligencia artificial de base, eminentemente práctica como, por ejemplo, un sistema de e-aprendizaje [1], puede beneficiarse con la introducción de emociones sintéticas. (Véase sección 4 de este artículo).
Los seres humanos somos seres fundamentalmente emocionales. Nuestra forma de interactuar con los demás se basa precisamente en la habilidad de comunicar nuestras emociones y de percibir el estado emocional de otros. Extrañamente, esta realidad tan palpable ha sido siempre por los científicos y buena parte de los humanistas. Históricamente, la cultura occidental se ha caracterizado -con alguna excepción- por mantener una postura desde las relaciones en las emociones. Los motivos no son fáciles de establecer. Podrían ser resultado de la influencia del estoicismo (y su idea de que la vida es feliz impasible, sin que las emociones positivas o negativas no afecten) en el desarrollo del cristianismo.
También puede resultar de cierto pensamiento "patriarcal" que valoraba la razón "masculina" de la acción directa a formas más "femeninas" de todo el mundo apoyadas más en valores comunicativos y sentimientos.
El interés por las emociones artificiales va mucho más allá de un simple ejercicio filosófico de demostrar que todas las facetas de la vida humana son mecanizables. Tampoco tiene por objetivo central poder pasar una prueba de Turing de una forma decente. De hecho, según han encontrado investigaciones recientes, buena parte de las áreas cognitivas que normalmente se asocian con la inteligencia en los seres humanos dependen en buena parte de nuestras emociones. Así pues, incluso tareas de inteligencia artificial de base, eminentemente práctica como, por ejemplo, un sistema de e-aprendizaje [1], puede beneficiarse con la introducción de emociones sintéticas. (Véase sección 4 de este artículo).
Los seres humanos somos seres fundamentalmente emocionales. Nuestra forma de interactuar con los demás se basa precisamente en la habilidad de comunicar nuestras emociones y de percibir el estado emocional de otros. Extrañamente, esta realidad tan palpable ha sido siempre por los científicos y buena parte de los humanistas. Históricamente, la cultura occidental se ha caracterizado -con alguna excepción- por mantener una postura desde las relaciones en las emociones. Los motivos no son fáciles de establecer. Podrían ser resultado de la influencia del estoicismo (y su idea de que la vida es feliz impasible, sin que las emociones positivas o negativas no afecten) en el desarrollo del cristianismo.
También puede resultar de cierto pensamiento "patriarcal" que valoraba la razón "masculina" de la acción directa a formas más "femeninas" de todo el mundo apoyadas más en valores comunicativos y sentimientos.