El tema fue escrito tras un período de búsquedas personales de Lafourcade, en el que viajó por diferentes países de Latinoamérica en busca de inspiración, material y raíces de su identidad. Estos tres años de búsqueda dieron como resultado esta importante canción de la cultura pop. Conozcamos su sentido.
En primer lugar, la voz del texto inicia mostrando su proceso de vida, una continua búsqueda, el camino por un sendero inacabado en el cual el caminante pasa por toda clase de situaciones.
Las imágenes de estas situaciones, los ríos, las selvas, el sol, funcionan también para tejer una memoria telúrica, una identidad forjada desde la tierra y que se encarna en la geografía.
Esa geografía amorosa, con la que la voz se relaciona, es también el escenario del conflicto, del dolor y las angustias más profundas, de las que las espinas y la noche son imagen.
Pero, en medio de esa noche, la voz anuncia su propósito se "encender" sueños. La figura utilizada convierte al sueño en un principio iluminador, creador, motivante y energético que permite purificar la memoria.
Todo el escenario está listo para mostrar lo que habita en las profundidades del alma. Al echar una mirada hacia el fondo, subyace la memoria feliz, la memoria alegre de un afecto, una otredad que construye una memoria inquebrantable.
Es el otro quien necesita saber que no ha sido olvidado. Y la voz de la canción anuncia lo que ya sabe: que en lo más recóndito, en lo más extraño, en lo más inverosímil y también en lo cotidiano, emergerá el recuerdo del otro y la conciencia de su memoria.
Por eso, el sujeto lírico, la voz, sabe que la presencia del otro, no se aparta de sí. No es solo una memoria apacible. Es consustancial a la persona, está en la tierra nutricia, es abarcante, no puede esconderse así como el sujeto no puede huir aunque quiera.
Este afecto es un rayo de luna, propio, personal, es un halo que ilumina en medio de la oscuridad.
Esta integración entre el uno y lo otro se construye además en la historia. Cada experiencia vivida teje una red de certidumbres en medio de la incertidumbre. Es una red protectora de esa relación, de esa especie de unidad con el otro, que se mantiene firme en el medio de las circunstancias más desafiantes, porque no es un vestido sino una piel.
La voz del texto no aclara quién es ese otro. Allí, quien escribe puede jugar perfectamente con la posibilidad de imaginar múltiples otros, múltiples afectos, ofreciendo al oyente un punto de identificación de su propia experiencia.
Esta especie de amasijo que se lleva dentro es sin duda una experiencia amorosa profunda, pero tiene los ecos de una densidad distinta a un simple enamoramiento.
La construcción de una memoria histórica que evoca diferentes etapas de la vida, el crecimiento, la madurez, nos puede poner también frente al escenario de una imagen del amor materno-paterno, la figura nutricia, el ser que alimenta, la fuente de la vida, la energía que mueve.
Quizá pudiera evocar la identidad de la tierra, del terruño, la utopía de una América Latina que se teje desde y hasta la raíz.
Quizá sea solo el amor como fuerza primigenia, el amor como principio de vida que mantiene siempre la memoria salvada del olvido, y que cuando tiene nombre, ¡vaya nombre!, se escribe sobre superficies imposibles.
No es así un amor de las pasiones, sino desde la conciencia profunda de su experiencia historizada e interiorizada en el sujeto.
Verified answer
Respuesta:
El tema fue escrito tras un período de búsquedas personales de Lafourcade, en el que viajó por diferentes países de Latinoamérica en busca de inspiración, material y raíces de su identidad. Estos tres años de búsqueda dieron como resultado esta importante canción de la cultura pop. Conozcamos su sentido.
En primer lugar, la voz del texto inicia mostrando su proceso de vida, una continua búsqueda, el camino por un sendero inacabado en el cual el caminante pasa por toda clase de situaciones.
Las imágenes de estas situaciones, los ríos, las selvas, el sol, funcionan también para tejer una memoria telúrica, una identidad forjada desde la tierra y que se encarna en la geografía.
Esa geografía amorosa, con la que la voz se relaciona, es también el escenario del conflicto, del dolor y las angustias más profundas, de las que las espinas y la noche son imagen.
Pero, en medio de esa noche, la voz anuncia su propósito se "encender" sueños. La figura utilizada convierte al sueño en un principio iluminador, creador, motivante y energético que permite purificar la memoria.
Todo el escenario está listo para mostrar lo que habita en las profundidades del alma. Al echar una mirada hacia el fondo, subyace la memoria feliz, la memoria alegre de un afecto, una otredad que construye una memoria inquebrantable.
Es el otro quien necesita saber que no ha sido olvidado. Y la voz de la canción anuncia lo que ya sabe: que en lo más recóndito, en lo más extraño, en lo más inverosímil y también en lo cotidiano, emergerá el recuerdo del otro y la conciencia de su memoria.
Por eso, el sujeto lírico, la voz, sabe que la presencia del otro, no se aparta de sí. No es solo una memoria apacible. Es consustancial a la persona, está en la tierra nutricia, es abarcante, no puede esconderse así como el sujeto no puede huir aunque quiera.
Este afecto es un rayo de luna, propio, personal, es un halo que ilumina en medio de la oscuridad.
Esta integración entre el uno y lo otro se construye además en la historia. Cada experiencia vivida teje una red de certidumbres en medio de la incertidumbre. Es una red protectora de esa relación, de esa especie de unidad con el otro, que se mantiene firme en el medio de las circunstancias más desafiantes, porque no es un vestido sino una piel.
La voz del texto no aclara quién es ese otro. Allí, quien escribe puede jugar perfectamente con la posibilidad de imaginar múltiples otros, múltiples afectos, ofreciendo al oyente un punto de identificación de su propia experiencia.
Esta especie de amasijo que se lleva dentro es sin duda una experiencia amorosa profunda, pero tiene los ecos de una densidad distinta a un simple enamoramiento.
La construcción de una memoria histórica que evoca diferentes etapas de la vida, el crecimiento, la madurez, nos puede poner también frente al escenario de una imagen del amor materno-paterno, la figura nutricia, el ser que alimenta, la fuente de la vida, la energía que mueve.
Quizá pudiera evocar la identidad de la tierra, del terruño, la utopía de una América Latina que se teje desde y hasta la raíz.
Quizá sea solo el amor como fuerza primigenia, el amor como principio de vida que mantiene siempre la memoria salvada del olvido, y que cuando tiene nombre, ¡vaya nombre!, se escribe sobre superficies imposibles.
No es así un amor de las pasiones, sino desde la conciencia profunda de su experiencia historizada e interiorizada en el sujeto.
Explicación:
Espero y te sirva:)
Respuesta:
Hola espero que te sirva mucho