Todo empezó en 1979, cuando la Unión Soviética, en plena guerra fría, invadió Afganistán para colocar en Kabul a un gobierno comunista afín. Para contrarrestar a su rival, Estados Unidos ayudó y armó a los talibanes.
Afganistán se convirtió para los soviéticos en su particular Vietnam, como retrató la Nobel de literatura Svetlana Aleksiévich en 'Los muchachos del zinc': en 1989, con la URSS agonizando, los soviéticos se marcharon y los talibanes tomaron el control.
Gran Bretaña y Rusia, en pleno apogeo de la colonización, intentaron apoderarse de Afganistán. Mientras Moscú aspiraba a conseguir una salida al océano Índico, Londres intentaba evitar que este expansionismo amenazara India, la más preciada de sus colonias.
Ambos imperios, sin embargo, toparon con un impedimento prácticamente insalvable en la abrupta geografía afgana, idónea para hostigar a ejércitos invasores. Los británicos así lo comprobaron en dos guerras (1838-42 y 1878-80) en las que sufrieron derrotas contundentes ante los afganos.
Todo empezó en 1979, cuando la Unión Soviética, en plena guerra fría, invadió Afganistán para colocar en Kabul a un gobierno comunista afín. Para contrarrestar a su rival, Estados Unidos ayudó y armó a los talibanes.
Afganistán se convirtió para los soviéticos en su particular Vietnam, como retrató la Nobel de literatura Svetlana Aleksiévich en 'Los muchachos del zinc': en 1989, con la URSS agonizando, los soviéticos se marcharon y los talibanes tomaron el control.
Gran Bretaña y Rusia, en pleno apogeo de la colonización, intentaron apoderarse de Afganistán. Mientras Moscú aspiraba a conseguir una salida al océano Índico, Londres intentaba evitar que este expansionismo amenazara India, la más preciada de sus colonias.
Ambos imperios, sin embargo, toparon con un impedimento prácticamente insalvable en la abrupta geografía afgana, idónea para hostigar a ejércitos invasores. Los británicos así lo comprobaron en dos guerras (1838-42 y 1878-80) en las que sufrieron derrotas contundentes ante los afganos.