HOY se habla a menudo de identidad y soberanía, pero, ¿Qué significan en realidad? Probablemente, ambas expresan el sentimiento de que una comunidad solo puede mantenerse fiel a su verdadera idiosincrasia cuando nada se lo impide. En suma, cuando puede decidir su destino.
Los comentarios suelen ser bastante sombríos. Se supone que nuestra identidad y soberanía están amenazadas por una Unión Europea deseosa de "asimilarnos" al máximo; por la Comisión Europea y sus normas; por la OTAN, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; por las Naciones Unidas; por los capitales extranjeros; por las ideologías occidentales; por las mafias orientales; por la influencia norteamericana; por la inmigración asiática o africana, y sabe Dios por cuántas cosas más.
En el fondo, algunas de estas inquietudes tienen, quizá, cierta lógica, pero todas derivan de un error conceptual tradicional: creer que mantener el carácter, la identidad o la soberanía no incumbe principalmente a una comunidad o pueblo, sino que es algo que se deja librado al control de otros. Esto es, se deja en manos de aquellos que intentarían "quitarnos" nuestra identidad o, al menos, debilitarla. Sin embargo, no me parece que la preocupación primordial del mundo sea hallar el modo de robar a la gente su identidad y soberanía. El respeto por la idiosincrasia de cualquier nación, su modalidad de desarrollo y el grado en que decide su destino son determinados, más que nada, por quienes la integran.
¿Cómo se determina este destino? Depende de que un pueblo se aísle, en la esperanza de que, así, los vientos de este mundo pasen de largo, o que, por el contrario, una nación se conduzca como verdadera habitante de este continente y este planeta, o sea, como un pueblo comprometido con el mundo y que asume su parte de responsabilidad por él. La humanidad entera enfrenta este dilema crucial: observar en silencio la autopropulsión suicida de nuestra civilización o entrar a participar activamente en el mantenimiento de los bienes públicos mundiales, incluido el más preciado: nuestro planeta y su biosfera, de los que formamos parte.
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HOY se habla a menudo de identidad y soberanía, pero, ¿Qué significan en realidad? Probablemente, ambas expresan el sentimiento de que una comunidad solo puede mantenerse fiel a su verdadera idiosincrasia cuando nada se lo impide. En suma, cuando puede decidir su destino.
Los comentarios suelen ser bastante sombríos. Se supone que nuestra identidad y soberanía están amenazadas por una Unión Europea deseosa de "asimilarnos" al máximo; por la Comisión Europea y sus normas; por la OTAN, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; por las Naciones Unidas; por los capitales extranjeros; por las ideologías occidentales; por las mafias orientales; por la influencia norteamericana; por la inmigración asiática o africana, y sabe Dios por cuántas cosas más.
En el fondo, algunas de estas inquietudes tienen, quizá, cierta lógica, pero todas derivan de un error conceptual tradicional: creer que mantener el carácter, la identidad o la soberanía no incumbe principalmente a una comunidad o pueblo, sino que es algo que se deja librado al control de otros. Esto es, se deja en manos de aquellos que intentarían "quitarnos" nuestra identidad o, al menos, debilitarla. Sin embargo, no me parece que la preocupación primordial del mundo sea hallar el modo de robar a la gente su identidad y soberanía. El respeto por la idiosincrasia de cualquier nación, su modalidad de desarrollo y el grado en que decide su destino son determinados, más que nada, por quienes la integran.
¿Cómo se determina este destino? Depende de que un pueblo se aísle, en la esperanza de que, así, los vientos de este mundo pasen de largo, o que, por el contrario, una nación se conduzca como verdadera habitante de este continente y este planeta, o sea, como un pueblo comprometido con el mundo y que asume su parte de responsabilidad por él. La humanidad entera enfrenta este dilema crucial: observar en silencio la autopropulsión suicida de nuestra civilización o entrar a participar activamente en el mantenimiento de los bienes públicos mundiales, incluido el más preciado: nuestro planeta y su biosfera, de los que formamos parte.
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buena esa amiga kwkkskskdk jjakskwk kkskskdkfj akkwjfjc