Gracioso era un oso tan extremadamente perezoso que tardó años en salir de su casita de madera en el bosque.
Como Gracioso no abandonaba su hogar para nada y ya se sabe que un oso es muy glotón, hacía la compra por internet. Gracioso compraba miel de flores en tarros bien grandotes y con dosificador para no desperdiciar ni una sola gotita. También compraba miel en bolsitas individuales y en deliciosas barritas de cereales.
Tan perezoso era Gracioso que colocaba los enormes botes de miel y todo lo demás, junto con una cuchara enorme muy cerquita de su cama, para que con sólo deslizar la pata pudiera tener al alcance su manjar favorito y saciar su apetito al instante.
El oso perezoso, tenía una gran amiga: Cristina, la liebre saltarina. Se conocían desde niños por la amistad de sus mamás. Ellas solían quedar los jueves por la tarde para tomar una tacita de té con miel acompañada de pequeñas y exquisitas pastitas de lavanda. De esas que de un solo bocado se deshacen en la boca. De esas que se reconocen sólo por su aroma. Y de esas que no puedes dejar de comer una tras otra, y tras otra, y tras otra, hasta no dejar ni una miguita en el plato.
Respuesta:
Gracioso era un oso tan extremadamente perezoso que tardó años en salir de su casita de madera en el bosque.
Como Gracioso no abandonaba su hogar para nada y ya se sabe que un oso es muy glotón, hacía la compra por internet. Gracioso compraba miel de flores en tarros bien grandotes y con dosificador para no desperdiciar ni una sola gotita. También compraba miel en bolsitas individuales y en deliciosas barritas de cereales.
Tan perezoso era Gracioso que colocaba los enormes botes de miel y todo lo demás, junto con una cuchara enorme muy cerquita de su cama, para que con sólo deslizar la pata pudiera tener al alcance su manjar favorito y saciar su apetito al instante.
El oso perezoso, tenía una gran amiga: Cristina, la liebre saltarina. Se conocían desde niños por la amistad de sus mamás. Ellas solían quedar los jueves por la tarde para tomar una tacita de té con miel acompañada de pequeñas y exquisitas pastitas de lavanda. De esas que de un solo bocado se deshacen en la boca. De esas que se reconocen sólo por su aroma. Y de esas que no puedes dejar de comer una tras otra, y tras otra, y tras otra, hasta no dejar ni una miguita en el plato.
Explicación:
gg