Alguien puede corregir los errores ortográficos XD
Eran las once. Helen estaba en su cama como todas las noches mientras esperaba la dulce voz de su esposo que tenía que llegar a esa hora. Ella cabeceo hasta caer en un profundo sueño. Las doce a las campanas despertó con su fuerte vibrar remecieron a Helen quien se despertó enseguida. Miró el reloj, las doce, eran ya y no había señal de su amado, hasta que se escuchó un ruido en la puerta de entrada ella dio un salto cayendo de la cama pero se calmó al pensar que era su amado de inmediato se levantó y corrió hacia la entrada pero para sorpresa suya, no era nadie –Será el viento- pensó para calmar a su corazón Regresando a su cama escuchó que la puerta de su habitación se estaba abriendo ella con mucho silencio caminó hacia ella topándose con una muñeca que semanas atrás su esposo que era sacerdote había quemado por motivos de que tenía un espíritu maligno dentro y que la última familia que tuvo la desgracia de acogerla terminó asesinada por la hija menor de 4 años ella al ver a la muñeca sentada sobre su cama y con sangre sobre su vestido blanco corrió hacia la cocina para coger un cuchillo y un poco de agua bendita que le dio su esposo cuando aún era sacerdote regresó al cuarto para enfrentar a la muñeca llegando a su habitación miró el lugar de la muñeca y vio que ella ya no estaba en su cama ahora estaba en una mecedora pero estaba con alguien más un hombre alto que se quejaba Helen por curiosidad se acercó guardando una distancia de no más de un metro cuando de repente un sudor frío recorrió su cuerpo y una palidez mortal decoloró su rostro miró con horror aquel espectáculo de sangre que cubría el cuerpo de su amado que sostenía a la muñeca la cual tenía una sonrisa macabra y ojos negros y hundidos lo único que escucho de la muñeca fue “guarda el secreto hasta tu tumba cariño” ella corrió tambaleándose hacía la cocina pero cuando estaba cerca escucho como las ventanas crujían y las puertas se habrían su rostro se tornó pálido y sus manos temblaban haciendo que ella cayera al suelo mientras ella estaba arrodilla se escucharon unos pasos lentos pero fuertes y una voz que le decía ¡Helen! ¡Helen! ¿Estás bien? con una voz muy dulce- ella por curiosidad alzó su cabeza y ve a un psiquiatra ella estaba en el hospital con una camisa de fuerza sin saber que pasaba solo podía escuchar a los doctores discutir con la policía ella ya sin fuerzas oyó que decían: Una mujer que asesine a su esposo y luego coma sus viseras no merece vivir. Ella recordó lo que había pasado la noche anterior desesperada por contarles la verdad comienza a saltar sobre la cama para llamar su atención pero no se sabe lo que pasó dijeron los doctores de repente dejó de saltar y su rostro cambió sus ojos se hundieron su quijada se desprendió su color cambió a un pálido mortal parecía que había visto a un espectro pero nunca sabremos la verdad ya que ese secreto se fue a la tumba.
carmendamus
Eran las once. Helen estaba en su cama como todas las noches, mientras esperaba la dulce voz de su esposo que tenía que llegar a esa hora. Ella cabeceó hasta caer en un profundo sueño. Las doce campanadas, con su fuerte vibrar, estremecieron a Helen, quien se despertó enseguida. Miró el reloj: eran las doce y no había señal de su amado. De repente, se escuchó un ruido en la puerta, ella dio un salto y se cayó de la cama, pero se calmó al pensar que era su esposo. De inmediato se levantó y corrió hacia la entrada, pero, para su sorpresa, no era nadie. -- Será el viento--, pensó para calmar a su corazón. De regreso a su cama escuchó que la puerta de la habitación se estaba abriendo. En silencio caminó hacia ella y se topó con una muñeca que, semanas atrás, su esposo (que era sacerdote), había quemado porque tenía un espíritu maligno; y la última familia que tuvo la desgracia de acogerla, terminó asesinada por la hija menor, de cuatro años. Helen, al ver a la muñeca sentada sobre su cama y con su vestido blanco manchado con sangre, corrió hacia la cocina para coger un cuchillo y un poco de agua bendita que le había dado su esposo cuando aún era sacerdote. Regresó a su cuarto para enfrentar a la muñeca, pero cuando miró, la muñeca ya no estaba en su cama, ahora estaba en una mecedora, y no estaba sola. Había un hombre alto que se quejaba. Helen, sorprendida se acercó guardando una distancia prudente. De repente, un sudor frío recorrió su cuerpo, y una palidez mortal decoloró su rostro. Miró con horror aquel espectáculo de sangre que cubría el cuerpo de su amado sostenido por la muñeca, la cual tenía una sonrisa macabra y unos ojos negros y hundidos. En ese momento, escuchó decir a la muñeca: -- Guarda el secreto, hasta la tumba, cariño-- Helen corrió tambaleándose hacia la cocina, pero cuando estuvo cerca, escuchó que las ventanas crujían y las puertas se abrían. Su rostro empalideció y sus manos temblaban. Sin poder mantenerse en pie, cayó de rodillas al suelo. Entonces, escuchó unos pasos fuertes y una voz muy dulce que le decía: -- ¡Helen, Helen! ¿Estás bien? Ella, curiosa, levantó la cabeza y vio a un psiquiatra. ¡Estaba en un hospital inmovilizada con una camisa de fuerza! Casi sin fuerzas, sólo podía escuchar a los doctores discutir con la policía: -- Una mujer que asesina a su esposo y luego come sus vísceras, no merece vivir-- Helen recordó lo que había ocurrido la noche anterior, y deseperada por contar su verdad, comenzó a saltar sobre la cama para llamar la atención de los doctores. De pronto, dejó de saltar y su rostro cambió: sus ojos se hundieron, su quijada se desprendió, su color cambió a un pálido mortal. Parecía que había visto un espectro... Nunca sabremos la verdad, ya que ese secreto se fue a la tumba.
cabeceó hasta caer en un profundo sueño. Las doce campanadas, con
su fuerte vibrar, estremecieron a Helen, quien se despertó enseguida. Miró
el reloj: eran las doce y no había señal de su amado. De repente, se escuchó un ruido en la puerta, ella dio un salto y se cayó de la cama, pero se calmó al pensar que era su esposo. De inmediato se levantó y corrió hacia la entrada, pero, para su sorpresa, no era nadie.
-- Será el viento--, pensó para calmar a su corazón.
De regreso a su cama escuchó que la puerta de la habitación se estaba
abriendo. En silencio caminó hacia ella y se topó con una muñeca que,
semanas atrás, su esposo (que era sacerdote), había quemado porque
tenía un espíritu maligno; y la última familia que tuvo la desgracia de
acogerla, terminó asesinada por la hija menor, de cuatro años.
Helen, al ver a la muñeca sentada sobre su cama y con su vestido
blanco manchado con sangre, corrió hacia la cocina para coger un
cuchillo y un poco de agua bendita que le había dado su esposo
cuando aún era sacerdote. Regresó a su cuarto para enfrentar a la muñeca, pero cuando miró, la muñeca ya no estaba en su cama,
ahora estaba en una mecedora, y no estaba sola. Había un hombre
alto que se quejaba. Helen, sorprendida se acercó guardando una
distancia prudente. De repente, un sudor frío recorrió su cuerpo, y
una palidez mortal decoloró su rostro. Miró con horror aquel espectáculo
de sangre que cubría el cuerpo de su amado sostenido por la muñeca,
la cual tenía una sonrisa macabra y unos ojos negros y hundidos.
En ese momento, escuchó decir a la muñeca: -- Guarda el secreto,
hasta la tumba, cariño--
Helen corrió tambaleándose hacia la cocina, pero cuando estuvo cerca,
escuchó que las ventanas crujían y las puertas se abrían. Su rostro
empalideció y sus manos temblaban. Sin poder mantenerse en pie,
cayó de rodillas al suelo. Entonces, escuchó unos pasos fuertes y
una voz muy dulce que le decía: -- ¡Helen, Helen! ¿Estás bien?
Ella, curiosa, levantó la cabeza y vio a un psiquiatra. ¡Estaba en un
hospital inmovilizada con una camisa de fuerza!
Casi sin fuerzas, sólo podía escuchar a los doctores discutir con
la policía: -- Una mujer que asesina a su esposo y luego come sus
vísceras, no merece vivir--
Helen recordó lo que había ocurrido la noche anterior, y deseperada
por contar su verdad, comenzó a saltar sobre la cama para llamar
la atención de los doctores. De pronto, dejó de saltar y su rostro cambió:
sus ojos se hundieron, su quijada se desprendió, su color cambió a un
pálido mortal. Parecía que había visto un espectro...
Nunca sabremos la verdad, ya que ese secreto se fue a la tumba.