Respecto a los géneros, Poe sostuvo que la máxima expresión literaria es la poesía, y a ella dedicó sus mayores esfuerzos. Sus poemas no fueron bien recibidos entre la crítica estadounidense, que los juzgó excesivamente artificiosos, pero, a partir de los estudios de Mallarmé, los europeos vieron en Poe a un modélico precursor del simbolismo. La apreciación es justa si no se olvidan los motivos románticos que, a pesar a su poética, lastraron todavía sus versos.
La moda byroniana dejó su impronta en un libro primerizo que publicó con sólo dieciocho años, Tamerlán y otros poemas (1827). En su segunda obra, Al Aaraaf (1829), el poeta celebra una etérea forma de belleza, preludio de la pura "idealidad" a la que aspirará en algunos poemas posteriores. En su tercer libro, Poemas (1831), reunió con algunas revisiones y adiciones los poemas de los dos primeros volúmenes, y añadió seis nuevas composiciones. En ellas llegó a la madurez y encontró una voz auténtica, aunque se pueda discernir en ella el eco de Coleridge; su evocación de un mundo ideal y visionario quedaba realzada por el ritmo hipnótico de los versos y la fuerza turbadora de las imágenes.
Su último libro, El cuervo y otros poemas (1845), es la expresión de su pesimismo y de su anhelo de una belleza ajena a este mundo. Algunas de las composiciones de Poe, desgajadas de los poemarios de que forman parte, alcanzaron una notable popularidad. Es justamente célebre su extenso poema El cuervo (The Ravena, 1845), donde su dominio del ritmo y la sonoridad del verso alcanzan el máximo nivel. Manifiestan idéntico virtuosismo Las campanas (The Bells, 1849), cuyo resonar, que acompaña las diversas etapas de la vida humana desde la infancia hasta la muerte, se evoca con reiteraciones rimadas y aliteraciones; Ulalume (1847), un recorrido de la tristeza a la ilusión que cae de nuevo en la desesperanza; y Anabel Lee (1849), exaltación de un inocente amor infantil que ni la muerte puede truncar.
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Pero la originalidad de Edgar Allan Poe encuentran su mejor expresión en los cuentos, que, según sus propias apreciaciones críticas, son la segunda forma literaria, pues permiten una lectura sin interrupciones, y por tanto la unidad de efecto que resulta imposible en la novela. Considerado uno de los más extraordinarios cuentistas de todos los tiempos, Poe inició la revitalización que experimentaría el género en tiempos modernos.
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Publicados bajo el título Cuentos de lo grotesco y lo arabesco (Tales of the Grotesque and Arabesque, 1840), aunque hubo nuevas recopilaciones de narraciones suyas en 1843 y 1845, la mayoría se desarrolla en un ambiente gótico y siniestro, plagado de intervenciones sobrenaturales, y en muchos casos son obras maestras de la literatura de terror. Poe basó su estilo tanto en la atmósfera opresiva que creaba durante el inicio y desarrollo del relato como en los efectos sorpresivos del final.
Respuesta:
Respecto a los géneros, Poe sostuvo que la máxima expresión literaria es la poesía, y a ella dedicó sus mayores esfuerzos. Sus poemas no fueron bien recibidos entre la crítica estadounidense, que los juzgó excesivamente artificiosos, pero, a partir de los estudios de Mallarmé, los europeos vieron en Poe a un modélico precursor del simbolismo. La apreciación es justa si no se olvidan los motivos románticos que, a pesar a su poética, lastraron todavía sus versos.
La moda byroniana dejó su impronta en un libro primerizo que publicó con sólo dieciocho años, Tamerlán y otros poemas (1827). En su segunda obra, Al Aaraaf (1829), el poeta celebra una etérea forma de belleza, preludio de la pura "idealidad" a la que aspirará en algunos poemas posteriores. En su tercer libro, Poemas (1831), reunió con algunas revisiones y adiciones los poemas de los dos primeros volúmenes, y añadió seis nuevas composiciones. En ellas llegó a la madurez y encontró una voz auténtica, aunque se pueda discernir en ella el eco de Coleridge; su evocación de un mundo ideal y visionario quedaba realzada por el ritmo hipnótico de los versos y la fuerza turbadora de las imágenes.
Su último libro, El cuervo y otros poemas (1845), es la expresión de su pesimismo y de su anhelo de una belleza ajena a este mundo. Algunas de las composiciones de Poe, desgajadas de los poemarios de que forman parte, alcanzaron una notable popularidad. Es justamente célebre su extenso poema El cuervo (The Ravena, 1845), donde su dominio del ritmo y la sonoridad del verso alcanzan el máximo nivel. Manifiestan idéntico virtuosismo Las campanas (The Bells, 1849), cuyo resonar, que acompaña las diversas etapas de la vida humana desde la infancia hasta la muerte, se evoca con reiteraciones rimadas y aliteraciones; Ulalume (1847), un recorrido de la tristeza a la ilusión que cae de nuevo en la desesperanza; y Anabel Lee (1849), exaltación de un inocente amor infantil que ni la muerte puede truncar.
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