La teoría nebular fue propuesta en 1644 por Descartes, y perfeccionada de manera independiente tanto por Pierre-Simon Laplace, como por Immanuel Kant. Esta teoría propone que el Sistema Solar se formó a partir de una enorme nebulosa protosolar en rotación, la cual evolucionó de tal forma que la mayoría de la masa se condensó en el centro dando lugar a la formación del Sol, y a partir de los pequeños grumos que quedaron alrededor y que fueron colisionando y agrupándose progresivamente, se formaron los planetas.
Cuando Isaac Newton pensaba en el Sistema Solar y en como todos los planetas giraban prácticamente en el mismo plano y dirección de la elíptica, se sentía bastante confundido. Para él, el estado natural de las órbitas debería haber sido más desordenado, como el de los cometas que atravesaban el sistema solar con todo tipo de direcciones y sentidos. Newton terminó atribuyendo este orden tan perfecto, con el que los planetas se alineaban y giraban, a una colocación divina. Pero que los planetas terminaran orbitando todos en el mismo plano, dirección y sentido se debía al achatamiento provocado por la rotación de la nube al contraerse por la fuerza de gravedad.
La teoría nebular fue propuesta en 1644 por Descartes, y perfeccionada de manera independiente tanto por Pierre-Simon Laplace, como por Immanuel Kant. Esta teoría propone que el Sistema Solar se formó a partir de una enorme nebulosa protosolar en rotación, la cual evolucionó de tal forma que la mayoría de la masa se condensó en el centro dando lugar a la formación del Sol, y a partir de los pequeños grumos que quedaron alrededor y que fueron colisionando y agrupándose progresivamente, se formaron los planetas.
Cuando Isaac Newton pensaba en el Sistema Solar y en como todos los planetas giraban prácticamente en el mismo plano y dirección de la elíptica, se sentía bastante confundido. Para él, el estado natural de las órbitas debería haber sido más desordenado, como el de los cometas que atravesaban el sistema solar con todo tipo de direcciones y sentidos. Newton terminó atribuyendo este orden tan perfecto, con el que los planetas se alineaban y giraban, a una colocación divina. Pero que los planetas terminaran orbitando todos en el mismo plano, dirección y sentido se debía al achatamiento provocado por la rotación de la nube al contraerse por la fuerza de gravedad.