La situación que produjo en Chile la formación de un gobierno de izquierda, a través de la vía electoral, ha llevado a que se plantee la posibilidad de transformar revolucionariamente la sociedad chilena mediante la utilización del aparato estatal existente, y de promover la sustitución gradual de ese aparato a medida que avanza el proceso mismo de transformación social. Esto es lo que se ha designado como “vía chilena al socialismo”.
Conviene hacer aquí una precisión: en el seno de la izquierda, nadie ha puesto en duda la necesidad de cambiar el actual orden jurídico y político, observándose un razonable consenso en que ello corresponde a lo que se llama, en la teoría revolucionaria, “toma del poder”, es decir, el reemplazo de la burguesía por el proletariado como clase dominante y la sustitución del Estado burgués por el Estado proletario. No es éste, por tanto, el punto de discusión. La especificidad de la “vía chilena” (término que engloba una amplia gama de posiciones) [1]estaría en que la toma del poder no precede, sino que sigue a la transformación de la sociedad; en otras palabras, es la modificación de la infraestructura social lo que, alterando la correlación de fuerzas, impone y hace posible la modificación de la superestructura. La toma del poder se realizaría así gradualmente y, en cierto sentido, pacíficamente, hasta el punto de conformar un nuevo Estado, correspondiente a la estructura socialista que se habría ido creando.
La discusión sobre si existe o no una vía chilena al socialismo sería irrelevante, si no implicara dos supuestos: primero, el de que Chile ha definido ya su camino de transición al socialismo; segundo, el de que el carácter peculiar que asume hoy la lucha de clases en Chile tiene el status de un modelo radicalmente distinto, y en cierta medida alternativo, al que se ha presentado en otros países que lograron instaurar la dictadura del proletariado. En efecto, a la pregunta de si existe una vía chilena al socialismo, la respuesta sólo puede ser afirmativa: existen tantas vías al socialismo cuantos sean los pueblos que emprendan, bajo la dirección del proletariado, la tarea de destruir la sociedad explotadora burguesa. Se puede, en este sentido, hablar de una vía rusa, una vía vietnamita, una vía china, una vía cubana, una vía propia a los países de Europa oriental. Pero ninguna de ellas es en sí un modelo, todas se rigen por las leyes generales de la revolución proletaria, tal como la ciencia marxista las ha definido.
La situación que produjo en Chile la formación de un gobierno de izquierda, a través de la vía electoral, ha llevado a que se plantee la posibilidad de transformar revolucionariamente la sociedad chilena mediante la utilización del aparato estatal existente, y de promover la sustitución gradual de ese aparato a medida que avanza el proceso mismo de transformación social. Esto es lo que se ha designado como “vía chilena al socialismo”.
Conviene hacer aquí una precisión: en el seno de la izquierda, nadie ha puesto en duda la necesidad de cambiar el actual orden jurídico y político, observándose un razonable consenso en que ello corresponde a lo que se llama, en la teoría revolucionaria, “toma del poder”, es decir, el reemplazo de la burguesía por el proletariado como clase dominante y la sustitución del Estado burgués por el Estado proletario. No es éste, por tanto, el punto de discusión. La especificidad de la “vía chilena” (término que engloba una amplia gama de posiciones) [1]estaría en que la toma del poder no precede, sino que sigue a la transformación de la sociedad; en otras palabras, es la modificación de la infraestructura social lo que, alterando la correlación de fuerzas, impone y hace posible la modificación de la superestructura. La toma del poder se realizaría así gradualmente y, en cierto sentido, pacíficamente, hasta el punto de conformar un nuevo Estado, correspondiente a la estructura socialista que se habría ido creando.
La discusión sobre si existe o no una vía chilena al socialismo sería irrelevante, si no implicara dos supuestos: primero, el de que Chile ha definido ya su camino de transición al socialismo; segundo, el de que el carácter peculiar que asume hoy la lucha de clases en Chile tiene el status de un modelo radicalmente distinto, y en cierta medida alternativo, al que se ha presentado en otros países que lograron instaurar la dictadura del proletariado. En efecto, a la pregunta de si existe una vía chilena al socialismo, la respuesta sólo puede ser afirmativa: existen tantas vías al socialismo cuantos sean los pueblos que emprendan, bajo la dirección del proletariado, la tarea de destruir la sociedad explotadora burguesa. Se puede, en este sentido, hablar de una vía rusa, una vía vietnamita, una vía china, una vía cubana, una vía propia a los países de Europa oriental. Pero ninguna de ellas es en sí un modelo, todas se rigen por las leyes generales de la revolución proletaria, tal como la ciencia marxista las ha definido.