Lo que nos hace pensar que la caída del Imperio fue acelerada e incluso provocada por el golpe fatal de 1204 es el hecho de que, a pesar de todos los problemas que atravesaba el Imperio, los turcos recién pudieron establecerse firmemente en suelo europeo en el año 1354, cuando se apoderan de Gallípoli, y esto gracias a un temblor del suelo que obligó a los bizantinos a abandonar la zona. Si sumamos a esto el hecho de que el imperio mongol de Tamerlán en 1402 derrotaba catastróficamente a los turcos de Bayaceto, podemos darnos cuenta de lo importante que fue para la supervivencia de los otomanos encontrarse con un imperio tan resquebrajado y fundamentalmente pobre, no olvidemos que todos los tesoros de la capital fueron sustraídos por los latinos, ya no cabía la posibilidad que siempre hubo en Bizancio de poder fundir el oro de las iglesias y de los monumentos para obtener fondos, y todo el dinero que había en la capital, ya sea público o privado, se lo habían llevado los latinos, con lo cual el elemento más importante en la política del Imperio se había esfumado.
Fue en 1359 cuando los otomanos se atrevieron a enfrentar las murallas de la ciudad por primera vez, pero fracasaron absolutamente a pesar de la debilidad manifiesta de los bizantinos, que habían abandonado Tracia a su suerte una vez que los invasores se acercaban a la capital. Los turcos podían hacer caer una a una las ciudades bizantinas ahora que estaban asentados en Europa, pero la capital seguía siendo intocable.
En 1394, el sultán Bayaceto decreta el bloqueo total de Constantinopla, donde reinaba Manuel II, y la ciudad desfallece entre el hambre y la pobreza, pero no intentó un asalto a la misma, quizás porque no esperaba poder tomarla todavía, contentándose con preparar el camino a un asalto que, al final no se produjo, porque el sultán fue derrotado y capturado en la batalla de Ankara en 1402 frente a los mongoles de Tamerlán.
En 1411, Musa pone sitio a Constantinopla en venganza ante la ayuda bizantina a su hermano Solimán en medio de una guerra civil de los otomanos, y otra vez se produce el fracaso de los sitiadores. En 1422, Murad II en una dura réplica al apoyo que los bizantinos dieron a Mustafá, que pretendía ser el heredero del sultanato otomano, rodeó la capital y con todas sus fuerzas intentó un asalto fulminante y con un monumental empuje, que costó mucho neutralizar y cuya violencia era enormemente atemorizadora. Pero, luego de tres meses de intensa actividad, tuvo que retirar la maquinaria de guerra turca, que con todas las posibilidades a su favor no pudo penetrar en la gran ciudad en un apreciable espacio de tiempo y debió trasladarse para luchar con un nuevo pretendiente al Trono, mientras Constantinopla seguía siendo orgullosamente bizantina, aunque en realidad ahora era una isla en medio de la marea turca que había conseguido ya conquistar una gran parte de los Balcanes. En 1453, por lo tanto, como si fuera una costumbre milenaria, se renovaba la historia de los sitios a Constantinopla.
Los turcos torturaron alos Armenios
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Lo que nos hace pensar que la caída del Imperio fue acelerada e incluso provocada por el golpe fatal de 1204 es el hecho de que, a pesar de todos los problemas que atravesaba el Imperio, los turcos recién pudieron establecerse firmemente en suelo europeo en el año 1354, cuando se apoderan de Gallípoli, y esto gracias a un temblor del suelo que obligó a los bizantinos a abandonar la zona. Si sumamos a esto el hecho de que el imperio mongol de Tamerlán en 1402 derrotaba catastróficamente a los turcos de Bayaceto, podemos darnos cuenta de lo importante que fue para la supervivencia de los otomanos encontrarse con un imperio tan resquebrajado y fundamentalmente pobre, no olvidemos que todos los tesoros de la capital fueron sustraídos por los latinos, ya no cabía la posibilidad que siempre hubo en Bizancio de poder fundir el oro de las iglesias y de los monumentos para obtener fondos, y todo el dinero que había en la capital, ya sea público o privado, se lo habían llevado los latinos, con lo cual el elemento más importante en la política del Imperio se había esfumado.
Fue en 1359 cuando los otomanos se atrevieron a enfrentar las murallas de la ciudad por primera vez, pero fracasaron absolutamente a pesar de la debilidad manifiesta de los bizantinos, que habían abandonado Tracia a su suerte una vez que los invasores se acercaban a la capital. Los turcos podían hacer caer una a una las ciudades bizantinas ahora que estaban asentados en Europa, pero la capital seguía siendo intocable.
En 1394, el sultán Bayaceto decreta el bloqueo total de Constantinopla, donde reinaba Manuel II, y la ciudad desfallece entre el hambre y la pobreza, pero no intentó un asalto a la misma, quizás porque no esperaba poder tomarla todavía, contentándose con preparar el camino a un asalto que, al final no se produjo, porque el sultán fue derrotado y capturado en la batalla de Ankara en 1402 frente a los mongoles de Tamerlán.
En 1411, Musa pone sitio a Constantinopla en venganza ante la ayuda bizantina a su hermano Solimán en medio de una guerra civil de los otomanos, y otra vez se produce el fracaso de los sitiadores. En 1422, Murad II en una dura réplica al apoyo que los bizantinos dieron a Mustafá, que pretendía ser el heredero del sultanato otomano, rodeó la capital y con todas sus fuerzas intentó un asalto fulminante y con un monumental empuje, que costó mucho neutralizar y cuya violencia era enormemente atemorizadora. Pero, luego de tres meses de intensa actividad, tuvo que retirar la maquinaria de guerra turca, que con todas las posibilidades a su favor no pudo penetrar en la gran ciudad en un apreciable espacio de tiempo y debió trasladarse para luchar con un nuevo pretendiente al Trono, mientras Constantinopla seguía siendo orgullosamente bizantina, aunque en realidad ahora era una isla en medio de la marea turca que había conseguido ya conquistar una gran parte de los Balcanes. En 1453, por lo tanto, como si fuera una costumbre milenaria, se renovaba la historia de los sitios a Constantinopla.