Poner fecha a la aparición de las primeras ciudades y así, al surgimiento del hecho urbano, no es tarea fácil. Por un lado, porque supone datar el origen de un asentamiento humano. A menudo sobre la base de evidencias más o menos claras como las que aportan los restos arqueológicos, o los mitos, historias y leyendas locales. Por otra parte, por la dificultad de definir el momento en que un asentamiento humano adopta un carácter urbano. Así, hacer el listado de las ciudades más antiguas del mundo no es sencillo, ni hay un acuerdo unánime.
Han sido múltiples los estudios geográficos que han dedicado sus páginas a identificar el momento en que un lugar adquiere el carácter de ciudad. Y que, para algunos, viene marcado por la aparición de obras hidráulicas de irrigación para la mejora de la producción agrícola, cuyo aumento da lugar a la aparición de grupos o elites dirigentes y organizativas. O que, para otros, se explica como consecuencia lógica del desarrollo de un excedente fruto de la revolución neolítica, que sería intercambiado y a la vez permitiría generar un cuerpo de comerciantes, viajeros, o artesanos. Y poco después, de soldados que protegieran estas rutas de comercio, o escribas que llevaran el registro. Generando poco a poco sociedades estratificadas, con acceso diferenciado a las riquezas, urbes fortificadas, y el desarrollo del Estado.
Unas ciudades que han sido y son, ante todo, una realidad cambiante. Sus características han variado a lo largo del tiempo, adaptando su configuración a las necesidades de cada época. Pero existe un cierto consenso en aquellos rasgos que las distinguen como tales y las diferencian de los asentamientos rurales. Una distinción que en los tiempos previos a la Revolución industrial probablemente era más sencilla, ya que la línea de separación entre el campo y la ciudad era más nítida. Pero el desarrollo de las vías de comunicación ha reconfigurado las necesidades de localización de la actividad económica, y ha dotado de una cierta homogeneización a muchas pautas de comportamiento y formas de vida. Actualmente, por eso, son diversos elementos combinados los que deben tenerse en cuenta en la definición de lo urbano:
El tamaño, medido en número de habitantes, y su densidad poblacional (si bien la existencia de áreas agrícolas densamente pobladas, como sucede en China, hace necesario sumar otras variables).
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Poner fecha a la aparición de las primeras ciudades y así, al surgimiento del hecho urbano, no es tarea fácil. Por un lado, porque supone datar el origen de un asentamiento humano. A menudo sobre la base de evidencias más o menos claras como las que aportan los restos arqueológicos, o los mitos, historias y leyendas locales. Por otra parte, por la dificultad de definir el momento en que un asentamiento humano adopta un carácter urbano. Así, hacer el listado de las ciudades más antiguas del mundo no es sencillo, ni hay un acuerdo unánime.
Han sido múltiples los estudios geográficos que han dedicado sus páginas a identificar el momento en que un lugar adquiere el carácter de ciudad. Y que, para algunos, viene marcado por la aparición de obras hidráulicas de irrigación para la mejora de la producción agrícola, cuyo aumento da lugar a la aparición de grupos o elites dirigentes y organizativas. O que, para otros, se explica como consecuencia lógica del desarrollo de un excedente fruto de la revolución neolítica, que sería intercambiado y a la vez permitiría generar un cuerpo de comerciantes, viajeros, o artesanos. Y poco después, de soldados que protegieran estas rutas de comercio, o escribas que llevaran el registro. Generando poco a poco sociedades estratificadas, con acceso diferenciado a las riquezas, urbes fortificadas, y el desarrollo del Estado.
Unas ciudades que han sido y son, ante todo, una realidad cambiante. Sus características han variado a lo largo del tiempo, adaptando su configuración a las necesidades de cada época. Pero existe un cierto consenso en aquellos rasgos que las distinguen como tales y las diferencian de los asentamientos rurales. Una distinción que en los tiempos previos a la Revolución industrial probablemente era más sencilla, ya que la línea de separación entre el campo y la ciudad era más nítida. Pero el desarrollo de las vías de comunicación ha reconfigurado las necesidades de localización de la actividad económica, y ha dotado de una cierta homogeneización a muchas pautas de comportamiento y formas de vida. Actualmente, por eso, son diversos elementos combinados los que deben tenerse en cuenta en la definición de lo urbano:
El tamaño, medido en número de habitantes, y su densidad poblacional (si bien la existencia de áreas agrícolas densamente pobladas, como sucede en China, hace necesario sumar otras variables).
La forma y aspecto de la aglomeración.