9) Convertir el cuento de nose culpe a nadie de julio cortazar en una noticia. si fueras un periodista? ¿Por què? PARANORMAL Y CURIOSIDADES- le doy coronaaa el que haga este punto y despues le doy 24 puntosss
En “El gran cuaderno”, la escritora húngara Ágota Kristof daba una lección tremendísima aplicable al periodismo: “Para decidir si algo está ´bien´ o ´mal´ tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos”.
Nunca he visto en persona a Fidel Díaz Castro, el director de “El Caimán Barbudo”, solo había leído unas cuantas cartas de El Diablo Ilustrado, sin saber apenas que era su seudónimo. El cuestionario, con algunas interrogantes, aseguró un primer contacto somero por la frialdad que imponen las redes en estas horas de lánguidos tempos. Ahora no podría narrar el ambiente de nuestra conversación, ni cómo estaba de nublado o soleado el día, ni si habían ruidos en la habitación donde hablábamos, ni cuánto eso influyó en mi entrevistado y en la historia que me contaba.
No obstante, Fidel esboza como respuestas unas letras que van amalgamándose. Cuando leo parece que habla y el ambiente ya no tiene necesidad de ser construido porque ha ido naciendo desde su propia narración. Es un ambiente con nombres de antes y de ahora, es un homenaje a los 55 años de ese saurio con patillas, polémico, irreverente, sagaz y vanguardista que aparece inseparable de la historia de la cultura cubana: “El Caimán Barbudo”.
***
No es el azar lo que nos reúne. La Revolución no llegó a nosotros como a gente formada a su margen: trece años de nuestra vida-sin duda los más importantes-han sido los años de la Revolución combatiente y vencedora. No podemos ser, pues, gente presta o negada a adecuar su voz a la Revolución. Con ella nos hemos formado-nos estamos formando-sin ella no podríamos explicarnos.(1)
-Hace falta que asumas “El Caimán” -le dijo Fernando Rojas, entonces director de “El Caimán Barbudo”, a Fidel Díaz.
Dos años antes, en 1998, había recibido una noticia similar, cuando Iroel Sánchez, como director de la Casa Editora Abril, le propuso la dirección de la revista “Somos Jóvenes” (SJ).
¿Qué se yo de revistas?, preguntó el Diablo Díaz (2) en ese momento, pero aceptó luego de analizar las posibilidades y sobre todo la utilidad de una revista para los jóvenes, mensual y con una tirada de 100 mil ejemplares.
Pasaron “un par de años intensos” en SJ cuando a una caída de tarde salió con Fernando Rojas a una actividad de la Editora Abril y recibió la noticia. “Me inicié como director -tras un golpe de pánico-, armando la edición 300 de ´El Caimán Barbudo´”. Era el año 2000.
Nuevamente paso uno: “Si bien tenía un par de artículos publicados en sus páginas, y los años —desde su fundación, en el ambiente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS)— me daban cierto conocimiento de la atmósfera de la revista, el nivel intelectual y de polémica me rebasaba por mucho. ¿Proponerme transformar elementos con mi entrada? Ni remotamente. Mi intención era la titánica meta de ponerme a tono con lo que venían haciendo y adentrarme en el ambiente de “La gaveta” (3) que era donde se cocinaba la revista.
“Los caimaneros no pasaban por la oficina, ni siquiera iban a la Editora Abril; solo El Mandy [Armando Fernández], realizador, con Lagarde [Manuel Henríquez Lagarde], editor y Fernando acudían uno o dos días al cierre del número. Los había acompañado varias veces cuando se sentaban a dar esos toques finales, maravillado por la sutileza de algún llamado en portada, el tratamiento a una foto, o el cambiar o improvisar un breve texto para subrayar determinado tema, o matizarlo.
“La cocción del Saurio era en el miniapartamento solariego del Blado [Bladimir Zamora] tomando aguardiente y oyendo todas las músicas cubanas que existen y existirán. Ahí podía aparecer de pronto ´el más pinto de la paloma´ —digamos por ejemplo, que el mismísimo Almodóvar una vez tocó a la puerta preguntando por Bladimir Zamora pues le habían dicho en Madrid que con él podía encontrar música de ´La Lupe´. Allí se refugiaba a conversar y soñar la bohemia creadora cubana (y de allende los mares). Lo que pasaba en el delirio aquel, tras discusiones cuasi infinitas desembocaba en la idea del próximo Caimán (con paginación y todo).
“Es cierto que no me propuse cambiar nada, y mirando retrospectivamente, mi primer Caimán, ese 300, fue una mirada dirigida a la fundación de la revista, lo cual, si no contradecía lo que me antecede, sí trae un leve giro. Ese ir al génesis no estaba en la necesidad de los que, inmersos en las principales problemáticas sociales y de creación del momento, miraban al entorno, no hacia atrás. Así que, de alguna manera, algo nuevo giraba en un número que incluyó una mesa redonda con buena parte de los fundadores: Guillermo Rodríguez Rivera, Fernando Martínez Heredia, Víctor Casaus, Elsa Claro, Juan Ayús (diseñador), Aurelio Alonso, Félix Guerra y Silvia Freyre (la primera secretaria que tuvo la revista). El gallego Posada [José Luis Posada], primer ilustrador y creador del caimancito chivú que nos identifica hasta hoy, andaba por España y al siguiente número nos escribió sus opiniones”.
Respuesta:
En “El gran cuaderno”, la escritora húngara Ágota Kristof daba una lección tremendísima aplicable al periodismo: “Para decidir si algo está ´bien´ o ´mal´ tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos”.
Nunca he visto en persona a Fidel Díaz Castro, el director de “El Caimán Barbudo”, solo había leído unas cuantas cartas de El Diablo Ilustrado, sin saber apenas que era su seudónimo. El cuestionario, con algunas interrogantes, aseguró un primer contacto somero por la frialdad que imponen las redes en estas horas de lánguidos tempos. Ahora no podría narrar el ambiente de nuestra conversación, ni cómo estaba de nublado o soleado el día, ni si habían ruidos en la habitación donde hablábamos, ni cuánto eso influyó en mi entrevistado y en la historia que me contaba.
No obstante, Fidel esboza como respuestas unas letras que van amalgamándose. Cuando leo parece que habla y el ambiente ya no tiene necesidad de ser construido porque ha ido naciendo desde su propia narración. Es un ambiente con nombres de antes y de ahora, es un homenaje a los 55 años de ese saurio con patillas, polémico, irreverente, sagaz y vanguardista que aparece inseparable de la historia de la cultura cubana: “El Caimán Barbudo”.
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No es el azar lo que nos reúne. La Revolución no llegó a nosotros como a gente formada a su margen: trece años de nuestra vida-sin duda los más importantes-han sido los años de la Revolución combatiente y vencedora. No podemos ser, pues, gente presta o negada a adecuar su voz a la Revolución. Con ella nos hemos formado-nos estamos formando-sin ella no podríamos explicarnos.(1)
-Hace falta que asumas “El Caimán” -le dijo Fernando Rojas, entonces director de “El Caimán Barbudo”, a Fidel Díaz.
Dos años antes, en 1998, había recibido una noticia similar, cuando Iroel Sánchez, como director de la Casa Editora Abril, le propuso la dirección de la revista “Somos Jóvenes” (SJ).
¿Qué se yo de revistas?, preguntó el Diablo Díaz (2) en ese momento, pero aceptó luego de analizar las posibilidades y sobre todo la utilidad de una revista para los jóvenes, mensual y con una tirada de 100 mil ejemplares.
Pasaron “un par de años intensos” en SJ cuando a una caída de tarde salió con Fernando Rojas a una actividad de la Editora Abril y recibió la noticia. “Me inicié como director -tras un golpe de pánico-, armando la edición 300 de ´El Caimán Barbudo´”. Era el año 2000.
Nuevamente paso uno: “Si bien tenía un par de artículos publicados en sus páginas, y los años —desde su fundación, en el ambiente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS)— me daban cierto conocimiento de la atmósfera de la revista, el nivel intelectual y de polémica me rebasaba por mucho. ¿Proponerme transformar elementos con mi entrada? Ni remotamente. Mi intención era la titánica meta de ponerme a tono con lo que venían haciendo y adentrarme en el ambiente de “La gaveta” (3) que era donde se cocinaba la revista.
“Los caimaneros no pasaban por la oficina, ni siquiera iban a la Editora Abril; solo El Mandy [Armando Fernández], realizador, con Lagarde [Manuel Henríquez Lagarde], editor y Fernando acudían uno o dos días al cierre del número. Los había acompañado varias veces cuando se sentaban a dar esos toques finales, maravillado por la sutileza de algún llamado en portada, el tratamiento a una foto, o el cambiar o improvisar un breve texto para subrayar determinado tema, o matizarlo.
“La cocción del Saurio era en el miniapartamento solariego del Blado [Bladimir Zamora] tomando aguardiente y oyendo todas las músicas cubanas que existen y existirán. Ahí podía aparecer de pronto ´el más pinto de la paloma´ —digamos por ejemplo, que el mismísimo Almodóvar una vez tocó a la puerta preguntando por Bladimir Zamora pues le habían dicho en Madrid que con él podía encontrar música de ´La Lupe´. Allí se refugiaba a conversar y soñar la bohemia creadora cubana (y de allende los mares). Lo que pasaba en el delirio aquel, tras discusiones cuasi infinitas desembocaba en la idea del próximo Caimán (con paginación y todo).
“Es cierto que no me propuse cambiar nada, y mirando retrospectivamente, mi primer Caimán, ese 300, fue una mirada dirigida a la fundación de la revista, lo cual, si no contradecía lo que me antecede, sí trae un leve giro. Ese ir al génesis no estaba en la necesidad de los que, inmersos en las principales problemáticas sociales y de creación del momento, miraban al entorno, no hacia atrás. Así que, de alguna manera, algo nuevo giraba en un número que incluyó una mesa redonda con buena parte de los fundadores: Guillermo Rodríguez Rivera, Fernando Martínez Heredia, Víctor Casaus, Elsa Claro, Juan Ayús (diseñador), Aurelio Alonso, Félix Guerra y Silvia Freyre (la primera secretaria que tuvo la revista). El gallego Posada [José Luis Posada], primer ilustrador y creador del caimancito chivú que nos identifica hasta hoy, andaba por España y al siguiente número nos escribió sus opiniones”.