El último paciente es una de las películas que más sorprendió a la audiencia en el Festival de Cannes de 2015. Comienza con una serie de escenas muy lentas que nos mantienen en la incertidumbre por buen tiempo, hasta que logramos entender lo que sucede.
David Wilson (Tim Roth), el protagonista, parece seguir a alguien en un carro, luego mira una página de Facebook, y aunque estamos perdidos, no sabemos la razón por la que sentimos tensión. Podría tratarse de un psicópata o un asesino a sueldo persiguiendo a su próxima víctima. Las tomas son largas y lentas, y poco a poco vamos resolviendo enigmas y descubriendo el porqué de tales comportamientos.
Michel Franco, el director mexicano que ganó con esta producción el premio al Mejor Guion en Cannes 2015, es un especialista en argumentos incómodos. Sus películas anteriores, Después de Lucía (2012), que ganó el premio Un Certain Regard en Cannes, y Daniel y Ana (2009) han tratado el abuso sexual, el secuestro y el incesto.
En este caso, David es un enfermero que ayuda a pacientes terminales, esos que los familiares delegan a un extraño porque resulta muy incomodo el solo hecho de estar en su presencia. Sin embargo, David no es cualquier enfermero; tiene una historia propia y experiencias que lo llevan a tomar una actitud especial hacia aquellos que permanecen a su cargo.
Y si bien todos estamos determinados y afectados por nuestro pasado, David no ha asumido el suyo de una manera tradicional. Su razonamiento puede tener lógica, pero su actitud resulta confusa y en ocasiones perturbadora para los familiares de los enfermos que cuida, provocándole conflictos en su trabajo.
Aunque esta película no llega a tener el nivel de originalidad de Amour de Michael Haneke (2012) en cuanto al tratamiento de la muerte, en ciertas instancias no podemos dejar de hacer referencia a ella y plantearnos los mismos cuestionamientos. Resulta irónico, por ejemplo, que para David, despojado de todo bien material y viviendo en casa de sus pacientes, su único acercamiento a la vida sea la proximidad de estos a la muerte, y el espectador se cuestiona sobre la fina línea que separa el derecho a la una o a la otra.
El último paciente es la primera incursión de Franco en idioma inglés, lo cual podría suponer que la haga más comercial, pero esta no parece ser una consideración para este valiente director, que nos hace cargar con el peso de la conciencia de su personaje durante toda la película, aún después de haber salido de la sala de cine.
A pesar de lo difícil de digerir, hay momentos muy sublimes, sobre todo durante los prolongados silencios que llevan a la reflexión, y a cuestionarnos qué derecho tenemos al juzgar a los demás.
La actuación de Tim Roth es excelente y el desenlace, inesperado. El artista, que ya había actuado en la producción mexicana 600 millas, dirigida por Gabriel Ripstein, confesó sentirse muy cómodo trabajando con el equipo de Franco, a quien considera un gran director.
Respuesta:
El último paciente es una de las películas que más sorprendió a la audiencia en el Festival de Cannes de 2015. Comienza con una serie de escenas muy lentas que nos mantienen en la incertidumbre por buen tiempo, hasta que logramos entender lo que sucede.
David Wilson (Tim Roth), el protagonista, parece seguir a alguien en un carro, luego mira una página de Facebook, y aunque estamos perdidos, no sabemos la razón por la que sentimos tensión. Podría tratarse de un psicópata o un asesino a sueldo persiguiendo a su próxima víctima. Las tomas son largas y lentas, y poco a poco vamos resolviendo enigmas y descubriendo el porqué de tales comportamientos.
Michel Franco, el director mexicano que ganó con esta producción el premio al Mejor Guion en Cannes 2015, es un especialista en argumentos incómodos. Sus películas anteriores, Después de Lucía (2012), que ganó el premio Un Certain Regard en Cannes, y Daniel y Ana (2009) han tratado el abuso sexual, el secuestro y el incesto.
En este caso, David es un enfermero que ayuda a pacientes terminales, esos que los familiares delegan a un extraño porque resulta muy incomodo el solo hecho de estar en su presencia. Sin embargo, David no es cualquier enfermero; tiene una historia propia y experiencias que lo llevan a tomar una actitud especial hacia aquellos que permanecen a su cargo.
Y si bien todos estamos determinados y afectados por nuestro pasado, David no ha asumido el suyo de una manera tradicional. Su razonamiento puede tener lógica, pero su actitud resulta confusa y en ocasiones perturbadora para los familiares de los enfermos que cuida, provocándole conflictos en su trabajo.
Aunque esta película no llega a tener el nivel de originalidad de Amour de Michael Haneke (2012) en cuanto al tratamiento de la muerte, en ciertas instancias no podemos dejar de hacer referencia a ella y plantearnos los mismos cuestionamientos. Resulta irónico, por ejemplo, que para David, despojado de todo bien material y viviendo en casa de sus pacientes, su único acercamiento a la vida sea la proximidad de estos a la muerte, y el espectador se cuestiona sobre la fina línea que separa el derecho a la una o a la otra.
El último paciente es la primera incursión de Franco en idioma inglés, lo cual podría suponer que la haga más comercial, pero esta no parece ser una consideración para este valiente director, que nos hace cargar con el peso de la conciencia de su personaje durante toda la película, aún después de haber salido de la sala de cine.
A pesar de lo difícil de digerir, hay momentos muy sublimes, sobre todo durante los prolongados silencios que llevan a la reflexión, y a cuestionarnos qué derecho tenemos al juzgar a los demás.
La actuación de Tim Roth es excelente y el desenlace, inesperado. El artista, que ya había actuado en la producción mexicana 600 millas, dirigida por Gabriel Ripstein, confesó sentirse muy cómodo trabajando con el equipo de Franco, a quien considera un gran director.
Explicación:
espero te sirva uwu:3