El arte de guerra mexica abarca los aspectos más importantes de cualquier ejército que se respete y, aunque no contaban con un alto grado de desarrollo en cuanto a armamento y tácticas ofensivas, supieron suplir estas deficiencias con un gran adiestramiento de sus tropas en la lucha cuerpo a cuerpo. La motivación era el hambre de poder y la necesidad de satisfacer a los dioses, quienes les habían encomendado la tarea de conquistar el mundo. Su lema, «es un honor morir al filo de la obsidiana,» da como resultado guerreros que desconocían el miedo.
Las fuerzas armadas estaban compuestas de un gran número de tropas y rangos, guerreros de diferentes capacidades y características, pero hoy te hablaremos de los cuachicqueh, los guerreros rapados de la élite del ejército mexica.
Se caracterizaban por rapar sus cabezas, dejando solo una larga trenza sobre la oreja izquierda. Pintaban su rostro y cabeza de dos colores, mitad azul y mitad rojo o amarillo, estilo que llamaban «Ixtlán tlaantic». Pero también existía un estilo a base de franjas en el rostro llamado «chichimecatl», lo que reflejaba su ferocidad.
Los cuachic u otomí servían como tropas de choque y además cumplían con misiones de alto riesgo, participando en tareas especiales y prestando asistencia en el campo de batalla cuando era necesario.
Se requería haber capturado más de seis enemigos y haber logrado docenas de otras hazañas para alcanzar este rango. Sus logros, sin embargo, superaban ampliamente estos requisitos.
Tal era su fiereza y su competitividad entre ellos que rechazaban capitanías en el ejército para seguir siendo combatientes activos en el campo de batalla pues una vez siendo cuachicqueh el honor vendría con la muerte, después de ser el más efectivo soldado.
Incluso el cronista Francisco Javier Clavijero, en su obra «Historia Antigua de México», menciona que Moctezuma Ilhuicamina y su hermano Tlacahuepan, quién por cierto perdió la vida en batalla, pertenecían a este mítico rango.
Respuesta:
El arte de guerra mexica abarca los aspectos más importantes de cualquier ejército que se respete y, aunque no contaban con un alto grado de desarrollo en cuanto a armamento y tácticas ofensivas, supieron suplir estas deficiencias con un gran adiestramiento de sus tropas en la lucha cuerpo a cuerpo. La motivación era el hambre de poder y la necesidad de satisfacer a los dioses, quienes les habían encomendado la tarea de conquistar el mundo. Su lema, «es un honor morir al filo de la obsidiana,» da como resultado guerreros que desconocían el miedo.
Las fuerzas armadas estaban compuestas de un gran número de tropas y rangos, guerreros de diferentes capacidades y características, pero hoy te hablaremos de los cuachicqueh, los guerreros rapados de la élite del ejército mexica.
Se caracterizaban por rapar sus cabezas, dejando solo una larga trenza sobre la oreja izquierda. Pintaban su rostro y cabeza de dos colores, mitad azul y mitad rojo o amarillo, estilo que llamaban «Ixtlán tlaantic». Pero también existía un estilo a base de franjas en el rostro llamado «chichimecatl», lo que reflejaba su ferocidad.
Los cuachic u otomí servían como tropas de choque y además cumplían con misiones de alto riesgo, participando en tareas especiales y prestando asistencia en el campo de batalla cuando era necesario.
Se requería haber capturado más de seis enemigos y haber logrado docenas de otras hazañas para alcanzar este rango. Sus logros, sin embargo, superaban ampliamente estos requisitos.
Tal era su fiereza y su competitividad entre ellos que rechazaban capitanías en el ejército para seguir siendo combatientes activos en el campo de batalla pues una vez siendo cuachicqueh el honor vendría con la muerte, después de ser el más efectivo soldado.
Incluso el cronista Francisco Javier Clavijero, en su obra «Historia Antigua de México», menciona que Moctezuma Ilhuicamina y su hermano Tlacahuepan, quién por cierto perdió la vida en batalla, pertenecían a este mítico rango.
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