El amor de Cristo es un elemento central de la fe y la teología cristiana.[1] Se refiere tanto al amor de Jesucristo por la humanidad, el amor de los cristianos a Cristo y el amor de los cristianos a otros (Juan 15:9-17). Estos dos aspectos no son distintos en las enseñanzas cristianas: el amor a Cristo es un reflejo de su amor a sus seguidores.[2]
Cristo, de Bertel Thorvaldsen (1821), Catedral de Nuestra Señora, Copenhague.
El tema del amor es el elemento clave de los escritos joánicos.[2] En el Evangelio de Juan, la perícopa del Buen Pastor (Juan 10:1-21) simboliza el sacrificio de Jesús sobre la base de su amor. En ese evangelio, el amor a Cristo se traduce en el seguimiento de sus mandamientos, en su Discurso de Despedida (Juan 14:23) Jesús indica: «El que me ama, mi palabra guardará». En la Primera Epístola de Juan (1 Juan 4:19), la naturaleza reflexiva de este amor se pone de relieve: «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero», lo que expresa el amor a Cristo como un reflejo del amor mismo de Cristo. Hacia el final de la última cena, Jesús da a sus discípulos un nuevo mandamiento: «Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos».[3][4]
Respuesta:
El amor de Cristo es un elemento central de la fe y la teología cristiana.[1] Se refiere tanto al amor de Jesucristo por la humanidad, el amor de los cristianos a Cristo y el amor de los cristianos a otros (Juan 15:9-17). Estos dos aspectos no son distintos en las enseñanzas cristianas: el amor a Cristo es un reflejo de su amor a sus seguidores.[2]
Cristo, de Bertel Thorvaldsen (1821), Catedral de Nuestra Señora, Copenhague.
El tema del amor es el elemento clave de los escritos joánicos.[2] En el Evangelio de Juan, la perícopa del Buen Pastor (Juan 10:1-21) simboliza el sacrificio de Jesús sobre la base de su amor. En ese evangelio, el amor a Cristo se traduce en el seguimiento de sus mandamientos, en su Discurso de Despedida (Juan 14:23) Jesús indica: «El que me ama, mi palabra guardará». En la Primera Epístola de Juan (1 Juan 4:19), la naturaleza reflexiva de este amor se pone de relieve: «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero», lo que expresa el amor a Cristo como un reflejo del amor mismo de Cristo. Hacia el final de la última cena, Jesús da a sus discípulos un nuevo mandamiento: «Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos».[3][4]
El amor de