Ubicada entre las hoyas de los ríos Sinú, San Jorge y Nechí, la explotación de ricos yacimientos de oro y la fabricación de joyas, constituyeron el principal producto de esta región. Sus enormes templos y santuarios guardaban grandes ídolos de madera enchapados en lámina de oro y gran cantidad de objetos del mismo metal, que despertaron la avidez de los conquistadores y dieron origen a cruentos saqueos.
Además de ser grandes orfebres, fueron buenos ceramistas, así se aprecia en el buen desarrollo de la técnica alfarera. Entre las formas más abundantes de la cerámica de esta zona figuran las copas, cuya pata es una figura de mujer o de hombre que, parada en un pedestal, sostiene en la cabeza el tazón de la copa.
Las representaciones de saurios, aves, acuáticos y felinos, que también fueron frecuentes en la decoración de recipientes, rodillos y pintaderas. Son comunes las copas de base campaniforme, cuencos y escudillas, ofrendatarios en forma de canastos, pitos esferoides u ornitomorfos. El poblamiento del litoral Caribe colombiano se inició hace más de 4.000 años. Hace 6.000 años los habitantes de la región, moldearon la que hasta ahora es una de las más antiguas cerámicas conocidas en América y combinaban la explotación de la pesca y la caza con la agricultura intensiva de tubérculos.
Por ser zona con abundancia de agua, desde aproximadamente 200 a. C. en adelante, los sinúes formaron una especie de sociedad hidráulica que construyó un sofisticado sistema de canales de drenaje, que les permitía controlar las inundaciones y adecuar extensas zonas para las viviendas y especialmente para los cultivos.1 El sistema, que fue expandiéndose progresivamente, llegó a cubrir hasta 500.000 hectáreas de suelo cenagoso sobre el año 1000.
La orfebrería y la alfarería registraron un notable desarrollo, siendo muy reconocidos sus adornos de oro fundido y batido. La filigrana la conseguían mediante cera perdida. Esta civilización perduró hasta el siglo X. En la alfarería representaban a la mujer como símbolo de fertilidad, respeto, crecimiento de la población y como una líder Espiritual.
En la época de la conquista española, los sinúes o zenúes, habitaban las sabanas no inundables y tenían relaciones comerciales con sus vecinos de la serranía de San Jacinto y de las riberas del río Magdalena. En el siglo XI se destacaba el gran centro religioso de Finzenú, en el valle del Sinú, que estaba bajo la dirección de una mujer que ejercía su dominio sobre varias poblaciones aledañas. El Panzenú era la denominación del valle de San Jorge; y Zenufana el valle del Nechí y el bajo Cauca, zona de producción de oro.
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Ubicada entre las hoyas de los ríos Sinú, San Jorge y Nechí, la explotación de ricos yacimientos de oro y la fabricación de joyas, constituyeron el principal producto de esta región. Sus enormes templos y santuarios guardaban grandes ídolos de madera enchapados en lámina de oro y gran cantidad de objetos del mismo metal, que despertaron la avidez de los conquistadores y dieron origen a cruentos saqueos.
Además de ser grandes orfebres, fueron buenos ceramistas, así se aprecia en el buen desarrollo de la técnica alfarera. Entre las formas más abundantes de la cerámica de esta zona figuran las copas, cuya pata es una figura de mujer o de hombre que, parada en un pedestal, sostiene en la cabeza el tazón de la copa.
Las representaciones de saurios, aves, acuáticos y felinos, que también fueron frecuentes en la decoración de recipientes, rodillos y pintaderas. Son comunes las copas de base campaniforme, cuencos y escudillas, ofrendatarios en forma de canastos, pitos esferoides u ornitomorfos. El poblamiento del litoral Caribe colombiano se inició hace más de 4.000 años. Hace 6.000 años los habitantes de la región, moldearon la que hasta ahora es una de las más antiguas cerámicas conocidas en América y combinaban la explotación de la pesca y la caza con la agricultura intensiva de tubérculos.
Por ser zona con abundancia de agua, desde aproximadamente 200 a. C. en adelante, los sinúes formaron una especie de sociedad hidráulica que construyó un sofisticado sistema de canales de drenaje, que les permitía controlar las inundaciones y adecuar extensas zonas para las viviendas y especialmente para los cultivos.1 El sistema, que fue expandiéndose progresivamente, llegó a cubrir hasta 500.000 hectáreas de suelo cenagoso sobre el año 1000.
La orfebrería y la alfarería registraron un notable desarrollo, siendo muy reconocidos sus adornos de oro fundido y batido. La filigrana la conseguían mediante cera perdida. Esta civilización perduró hasta el siglo X. En la alfarería representaban a la mujer como símbolo de fertilidad, respeto, crecimiento de la población y como una líder Espiritual.
En la época de la conquista española, los sinúes o zenúes, habitaban las sabanas no inundables y tenían relaciones comerciales con sus vecinos de la serranía de San Jacinto y de las riberas del río Magdalena. En el siglo XI se destacaba el gran centro religioso de Finzenú, en el valle del Sinú, que estaba bajo la dirección de una mujer que ejercía su dominio sobre varias poblaciones aledañas. El Panzenú era la denominación del valle de San Jorge; y Zenufana el valle del Nechí y el bajo Cauca, zona de producción de oro.
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