La noche del 18 de mayo de 1822, Agustín de Iturbide fue proclamado emperador por una facción del ejército al que se había incorporado el regimiento de Celaya. De éste provenía un sargento, Pío Marchá, quien —según Lucas Alamán— hizo tomar las armas a la tropa declarando el nombre de Agustín I en medio del estruendo de las salvas de artillería de todos los cuarteles, de la movilización de la gente de los barrios, y de los repiques de las campanas de catedral. Pasaron primero por su casa —conocida como el palacio de Moncada, asunto del que muestro una bella imagen que desde ese tiempo intentó recrear la escena como una prueba de legitimidad del hecho— a gritarle vivas, y concluyeron en la noche en el teatro, donde se interrumpió la función para que su ayudante, el coronel Rivero, comunicara la proclamación en medio del aplauso de los concurrentes. Como por arte de magia, hacia las diez de la noche "estallaron las dianas, los repiques, los balazos, las salvas de cañón, los gritos de los léperos". Un grupo de generales iturbidistas formó un memorial para el Congreso anunciándole a éste la proclamación.
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La noche del 18 de mayo de 1822, Agustín de Iturbide fue proclamado emperador por una facción del ejército al que se había incorporado el regimiento de Celaya. De éste provenía un sargento, Pío Marchá, quien —según Lucas Alamán— hizo tomar las armas a la tropa declarando el nombre de Agustín I en medio del estruendo de las salvas de artillería de todos los cuarteles, de la movilización de la gente de los barrios, y de los repiques de las campanas de catedral. Pasaron primero por su casa —conocida como el palacio de Moncada, asunto del que muestro una bella imagen que desde ese tiempo intentó recrear la escena como una prueba de legitimidad del hecho— a gritarle vivas, y concluyeron en la noche en el teatro, donde se interrumpió la función para que su ayudante, el coronel Rivero, comunicara la proclamación en medio del aplauso de los concurrentes. Como por arte de magia, hacia las diez de la noche "estallaron las dianas, los repiques, los balazos, las salvas de cañón, los gritos de los léperos". Un grupo de generales iturbidistas formó un memorial para el Congreso anunciándole a éste la proclamación.