Guatavita, la laguna sagrada, que geográfica y legalmente pertenece al municipio de Sesquilé, era el sitio ceremonial en el que los indígenas adoraban a Chie, su diosa del agua, por medio de fastuosas ceremonias que originaron la leyenda de El Dorado y según la cual el cacique muisca llegaba acompañado de cuatro sacerdotes en una balsa de madera, antes de sumergirse impregnado en oro y cargado con los tesoros que recogía de la comunidad con el fin de abandonarlos en el agua como ofrenda y símbolo de adoración. Para los nativos el trabajo en oro no representaba valor económico sino una forma de acercarse a sus dioses.
Paisaje de Guatavita
Foto por: Wladimir Valdes Avila
Dicha historia llegó a oídos de los conquistadores españoles, quienes organizaron expediciones para llevarse las joyas preciosas que nuestros antepasados diseñaron con sobrado ingenio durante muchos años. En efecto, se dice que en uno de los primeros saqueos ordenados por Felipe II se extrajeron catorce cargas de oro.
Los españoles pretendieron desaguar la laguna varias veces, hasta que los altos costos de las misiones los hicieron claudicar, pero ya cuando habían conseguido la mejor parte del botín. Fue mucho y muy pesado el oro que se llevaron y muy poco el que se ha podido recuperar. La leyenda de El Dorado cuenta que el cacique muisca llegaba acompañado de cuatro sacerdotes en una balsa de madera a la laguna de Guatavita, antes de sumergirse era impregnado en oro y cargado con tesoros para dejarlos en el agua como ofrenda y símbolo de adoración
Guatavita, el nuevo pueblo construido en la década de los sesenta, es un patrimonio arquitectónico clasificado en construcciones familiares y civiles. Las primeras están representadas en casas simétricamente diseñadas con paredes blancas y tejas de barro; y las segundas, son lugares como la Alcaldía Municipal, la Casa de la Cultura, 17 plazoletas, el Puente de los Enamorados, la plaza central, el centro artesanal y la fuente de la Cacica, conectados todos por calles de piedra y adoquín.
Prácticamente todo lo edificado y esculpido en la nueva Guatavita tiene que ver con la leyenda cuasi verdadera de El Dorado; y en una caminata prolongada y sin prisa resulta fácil encontrar datos que acercan a los hechos, bien porque están las inscripciones y los documentos, o bien porque hay guías y lugareños muy bien informados, y que de igual forma saben transmitir los acontecimientos al visitante.
Guatavita, la laguna sagrada, que geográfica y legalmente pertenece al municipio de Sesquilé, era el sitio ceremonial en el que los indígenas adoraban a Chie, su diosa del agua, por medio de fastuosas ceremonias que originaron la leyenda de El Dorado y según la cual el cacique muisca llegaba acompañado de cuatro sacerdotes en una balsa de madera, antes de sumergirse impregnado en oro y cargado con los tesoros que recogía de la comunidad con el fin de abandonarlos en el agua como ofrenda y símbolo de adoración. Para los nativos el trabajo en oro no representaba valor económico sino una forma de acercarse a sus dioses.
Paisaje de Guatavita
Foto por: Wladimir Valdes Avila
Dicha historia llegó a oídos de los conquistadores españoles, quienes organizaron expediciones para llevarse las joyas preciosas que nuestros antepasados diseñaron con sobrado ingenio durante muchos años. En efecto, se dice que en uno de los primeros saqueos ordenados por Felipe II se extrajeron catorce cargas de oro.
Los españoles pretendieron desaguar la laguna varias veces, hasta que los altos costos de las misiones los hicieron claudicar, pero ya cuando habían conseguido la mejor parte del botín. Fue mucho y muy pesado el oro que se llevaron y muy poco el que se ha podido recuperar.
La leyenda de El Dorado cuenta que el cacique muisca llegaba acompañado de cuatro sacerdotes en una balsa de madera a la laguna de Guatavita, antes de sumergirse era impregnado en oro y cargado con tesoros para dejarlos en el agua como ofrenda y símbolo de adoración
Guatavita, el nuevo pueblo construido en la década de los sesenta, es un patrimonio arquitectónico clasificado en construcciones familiares y civiles. Las primeras están representadas en casas simétricamente diseñadas con paredes blancas y tejas de barro; y las segundas, son lugares como la Alcaldía Municipal, la Casa de la Cultura, 17 plazoletas, el Puente de los Enamorados, la plaza central, el centro artesanal y la fuente de la Cacica, conectados todos por calles de piedra y adoquín.
Prácticamente todo lo edificado y esculpido en la nueva Guatavita tiene que ver con la leyenda cuasi verdadera de El Dorado; y en una caminata prolongada y sin prisa resulta fácil encontrar datos que acercan a los hechos, bien porque están las inscripciones y los documentos, o bien porque hay guías y lugareños muy bien informados, y que de igual forma saben transmitir los acontecimientos al visitante.