Este 31 de mayo se recuerda que hace 50 años un terremoto de magnitud 7.9 sacudió los suelos de las regiones La Libertad, Áncash y Lima, con tal intensidad que uno de sus efectos secundarios generó un desastre que recordaremos por muchos años. Eran las 3:23 de la tarde, cuando este evento sísmico liberó energía equivalente a la que habrían liberado 27 mil bombas atómicas y, debido a la ubicación de su epicentro y profundidad, prácticamente ocurrió por debajo de la ciudad de Chimbote, llegando a producir tres de los efectos secundarios más importantes que caracterizan a estos terremotos: un tsunami, procesos de licuación de suelos y deslizamientos de zonas altas de piedras, tierra, lodo o masas de hielo.
En este caso, el tsunami tardó en llegar a las costas de Chimbote aproximadamente 15 minutos con olas que probablemente no sobrepasaron los 2 m, por ello no generaron daños importantes. La licuación de suelos se produjo a lo largo de la Panamericana Sur y en el entorno del Hotel de Turistas de Chimbote, con el surgimiento de agua subterránea que generó desniveles en el suelo. En general, los daños estuvieron concentrados en viviendas construidas básicamente con adobe y quincha, por ello en la ciudad de Huaraz casi el 80 % de las viviendas colapsó causando gran mortandad.
Sin embargo, en la zona de Ranrahirca y Yungay, la historia se repetía. En enero de 1962, el desprendimiento por gravedad de un bloque de hielo del Huascarán arrasó con la localidad de Ranrahirca y otros 10 poblados, perdiendo la vida alrededor de 2900 personas. En esa oportunidad, el alud pasó a una distancia de 1.5 km de la ciudad de Yungay antigua. Meses después (setiembre), dos geólogos norteamericanos ascendieron al Huascarán y advirtieron que aún restaba por caer un bloque de hielo mucho más grande y que afectaría a la ciudad de Yungay, pero no se le dio la importancia debida a tal información.
El terremoto de 1970 sacudió la Cordillera Blanca acelerando la caída del bloque de hielo que se convirtió en aproximadamente 40 millones de metros cúbicos de hielo, lodo y piedras, que en escasos 3 minutos llegaron y sepultaron a la ciudad de Yungay. No se sabe exactamente cuántas personas murieron, pero las casi 300 que se salvaron narraron el desarrollo de escenas que nunca sirvieron de lección para nadie. Después de todos estos sucesos, las ciudades del Callejón de Huaylas se han reconstruido casi de la misma manera y sobre los mismos lugares de alto riesgo para los sismos, las lluvias, los aludes o las inundaciones producidas por las lagunas de la Cordillera Blanca. Después de 50 años la pregunta es sencilla: ¿qué hemos aprendido?
Respuesta:
Este 31 de mayo se recuerda que hace 50 años un terremoto de magnitud 7.9 sacudió los suelos de las regiones La Libertad, Áncash y Lima, con tal intensidad que uno de sus efectos secundarios generó un desastre que recordaremos por muchos años. Eran las 3:23 de la tarde, cuando este evento sísmico liberó energía equivalente a la que habrían liberado 27 mil bombas atómicas y, debido a la ubicación de su epicentro y profundidad, prácticamente ocurrió por debajo de la ciudad de Chimbote, llegando a producir tres de los efectos secundarios más importantes que caracterizan a estos terremotos: un tsunami, procesos de licuación de suelos y deslizamientos de zonas altas de piedras, tierra, lodo o masas de hielo.
En este caso, el tsunami tardó en llegar a las costas de Chimbote aproximadamente 15 minutos con olas que probablemente no sobrepasaron los 2 m, por ello no generaron daños importantes. La licuación de suelos se produjo a lo largo de la Panamericana Sur y en el entorno del Hotel de Turistas de Chimbote, con el surgimiento de agua subterránea que generó desniveles en el suelo. En general, los daños estuvieron concentrados en viviendas construidas básicamente con adobe y quincha, por ello en la ciudad de Huaraz casi el 80 % de las viviendas colapsó causando gran mortandad.
Sin embargo, en la zona de Ranrahirca y Yungay, la historia se repetía. En enero de 1962, el desprendimiento por gravedad de un bloque de hielo del Huascarán arrasó con la localidad de Ranrahirca y otros 10 poblados, perdiendo la vida alrededor de 2900 personas. En esa oportunidad, el alud pasó a una distancia de 1.5 km de la ciudad de Yungay antigua. Meses después (setiembre), dos geólogos norteamericanos ascendieron al Huascarán y advirtieron que aún restaba por caer un bloque de hielo mucho más grande y que afectaría a la ciudad de Yungay, pero no se le dio la importancia debida a tal información.
El terremoto de 1970 sacudió la Cordillera Blanca acelerando la caída del bloque de hielo que se convirtió en aproximadamente 40 millones de metros cúbicos de hielo, lodo y piedras, que en escasos 3 minutos llegaron y sepultaron a la ciudad de Yungay. No se sabe exactamente cuántas personas murieron, pero las casi 300 que se salvaron narraron el desarrollo de escenas que nunca sirvieron de lección para nadie. Después de todos estos sucesos, las ciudades del Callejón de Huaylas se han reconstruido casi de la misma manera y sobre los mismos lugares de alto riesgo para los sismos, las lluvias, los aludes o las inundaciones producidas por las lagunas de la Cordillera Blanca. Después de 50 años la pregunta es sencilla: ¿qué hemos aprendido?
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