Su propósito es formar ciudadanos con una auténtica formación ética.
Muchas personas coinciden en señalar que el verdadero sustrato de nuestros males se encuentra en la moral y que el deterioro de la moralidad, aunque se origina por la acción de muchos factores, se relaciona fundamentalmente con deficiencias educativas: en concreto, con una prolongada negligencia de la escuela frente a la formación ética y cívica de los alumnos.
Sorprende descubrir que a través del siglo nuestro sistema educativo eliminó la moral del curriculum de la educación básica y que, incluso por largos periodos, se descuidó el civismo. Es verdad que la escuela de la Revolución mexicana siempre procuró afirmar en los niños el patriotismo y un compromiso moral con las clases desposeídas, pero nunca a lo largo del siglo la pedagogía oficial se propuso objetivos explícitos y concretos en el plano de la formación de la personalidad moral.
Durante décadas la escuela mexicana se desarrolló sobre una doble y contradictoria vertiente: a) concebía el curriculum como una estructura meramente cognoscitiva y b) se proponía metas vagas, imprecisas, en materia de formación ética. La fe en que el conocimiento, por sí mismo, era suficiente para educar a los niños, provenía del positivismo.
Respuesta:
Su propósito es formar ciudadanos con una auténtica formación ética.
Muchas personas coinciden en señalar que el verdadero sustrato de nuestros males se encuentra en la moral y que el deterioro de la moralidad, aunque se origina por la acción de muchos factores, se relaciona fundamentalmente con deficiencias educativas: en concreto, con una prolongada negligencia de la escuela frente a la formación ética y cívica de los alumnos.
Sorprende descubrir que a través del siglo nuestro sistema educativo eliminó la moral del curriculum de la educación básica y que, incluso por largos periodos, se descuidó el civismo. Es verdad que la escuela de la Revolución mexicana siempre procuró afirmar en los niños el patriotismo y un compromiso moral con las clases desposeídas, pero nunca a lo largo del siglo la pedagogía oficial se propuso objetivos explícitos y concretos en el plano de la formación de la personalidad moral.
Durante décadas la escuela mexicana se desarrolló sobre una doble y contradictoria vertiente: a) concebía el curriculum como una estructura meramente cognoscitiva y b) se proponía metas vagas, imprecisas, en materia de formación ética. La fe en que el conocimiento, por sí mismo, era suficiente para educar a los niños, provenía del positivismo.