Habia una vez un señor que estaba cuidando su casa porque se rumoraba que en esa época había muchos ladrones cuando de repente vio pasar a un señor con muy mala pinta y a una jovencita que se veía muy tierna. Ambas personas se empezaron a acercar sigilosamente a la casa y el señor pensó que el ladron se trataba del hombre asi que se enfrento a el y aunque le costo un poco de trabajo al fin logro que se fuera, Al voltear y dirijirse hacia su casa se dio cuenta que a puerta estaba abierta y al voltearse vio salir corriendo a la muchacha con todas sus cosas. Y el señor se dio cuenta que no hay que confiar en las apariencias y basarse en los prejuicios
uy temprano en la mañana, la araña Anansi se asomó por la ventana para observar a la comadreja regar su cultivo de sandías. Era un día muy caluroso y al codicioso Anansi se le hacía agua la boca de pensar en las maduras y jugosas frutas de su vecina. Sin embargo, como era tan perezoso, jamás se le hubiera ocurrido sembrar su propio cultivo.
A eso del mediodía, el calor se hizo insoportable. La comadreja dejó el azadón y la regadera a un lado, y entró a su casa a tomar la siesta. Anansi aprovechó la oportunidad para escabullirse rápidamente por la ventana hasta llegar al huerto.
Mientras su vecina roncaba del cansancio, Anansi buscó la sandía más grande y jugosa. Con la ayuda de una piedra puntuda que encontró en el camino, abrió un agujero por donde meterse y una vez adentro comió hasta que quedó redondo como una naranja.
En ese instante, escuchó a la comadreja acercarse. Pero no pudo salir de la sandía porque había engordado mucho y ya no cabía por el agujero por el que había entrado.
—¡Vaya lío en el que me he metido! —pensó Anansi—. Voy a tener que esperar hasta perder el peso que he ganado.
Anansi durmió un buen rato dentro de la sandía, pero la espera se le hizo muy larga y llegó el momento en que se sentía muy aburrido.
—¡Ya sé qué hacer! —dijo Anansi—. Cuando la comadreja se acerque le haré creer que esta sandía puede hablar.
Cuando la comadreja se acercó a la sandía donde se encontraba Anansi, escuchó una voz que decía:
—Buenas tardes señora Comadreja, muchas gracias por cultivarme.
La comadreja no podía creer lo que escuchaban sus oídos, muy exaltada dijo:
—Yo no sabía que las sandías podían hablar.
— Claro que hablamos —dijo Anansi, imitando la mejor voz de sandía que pudo ocurrírsele—, pero tú no tienes una buena escucha.
— ¡Fantástico, maravilloso!, debo llevarle esta sandía al rey elefante para que me recompense por este descubrimiento —dijo la comadreja y salió apurada cargando la sandía.
En su rumbo al Palacio Real, se encontró con la liebre.
—Señora comadreja, ¿a dónde va con tanto apuro? —preguntó la liebre.
—Debo llevarle esta sandía al rey elefante —respondió la comadreja.
—El rey elefante tiene muchas sandías, ¿para qué quieres llevarle esa? —replicó la liebre.
—Porque esta sandía puede hablar —respondió la señora comadreja, con el mayor orgullo.
—Yo no sabía que las sandías podían hablar —dijo la liebre con mucha desconfianza.
— Claro que hablamos —dijo Anansi, disfrutando su engaño—, pero tú no tienes una buena escucha.
—¡Increíble, extraordinario!, debo acompañarte a llevarle esta sandía al rey.
En rumbo al Palacio Real, la comadreja y la liebre se toparon con el pato, la ardilla, el zorrillo y la zarigüeya. Uno a uno, se burlaron hasta que escucharon a la sandía hablar. De inmediato, todos querían ir hasta el rey para mostrarle la asombrosa sandía.
Cuando llegaron al Palacio Real, el rey elefante les preguntó:
—¿Para qué me traen esta sandía? Yo tengo miles de ellas.
—Su majestad, usted no tiene una como esta — respondieron todos al unísono—. Esta sandía puede hablar.
—Yo no sabía que las sandías podían hablar —dijo el rey elefante con mucha desconfianza.
— Claro que hablamos —dijo Anansi, disfrutando su engaño aún más—, pero usted, a pesar de ser el rey, no tiene una buena escucha.
—¿Cómo que no tengo buena escucha?, ¿acaso crees que tengo estas enormes orejas de decoración? —refutó el rey elefante encolerizado.
Fue entonces que el rey tomó con su trompa a la sandía que hablaba y la arrojó tan lejos como pudo. La sandía cayó en el huerto de la comadreja partiéndose a la mitad. Anansi regresó a su casa sin complicaciones.
A la mañana siguiente, Anansi se despertó con un enorme apetito, abrió su ventana y escuchó a la comadreja decir con frustración:
—¡Nunca volveré a sembrar sandías!
Anansi, escondido detrás de su ventana respondió imitando la mejor voz de sandía:
—Siembra ñames para la próxima cosecha.
Pero no te sorprendas por esta inusual petición, aunque tal vez no te gusten las papas dulces, ¡estas son y serán la comida favorita de Anansi!
Respuesta:
este cuento se titula LADRONES
Habia una vez un señor que estaba cuidando su casa porque se rumoraba que en esa época había muchos ladrones cuando de repente vio pasar a un señor con muy mala pinta y a una jovencita que se veía muy tierna. Ambas personas se empezaron a acercar sigilosamente a la casa y el señor pensó que el ladron se trataba del hombre asi que se enfrento a el y aunque le costo un poco de trabajo al fin logro que se fuera, Al voltear y dirijirse hacia su casa se dio cuenta que a puerta estaba abierta y al voltearse vio salir corriendo a la muchacha con todas sus cosas. Y el señor se dio cuenta que no hay que confiar en las apariencias y basarse en los prejuicios
FIN
Explicación:
Espero te sirva.
Verified answer
Respuesta:
uy temprano en la mañana, la araña Anansi se asomó por la ventana para observar a la comadreja regar su cultivo de sandías. Era un día muy caluroso y al codicioso Anansi se le hacía agua la boca de pensar en las maduras y jugosas frutas de su vecina. Sin embargo, como era tan perezoso, jamás se le hubiera ocurrido sembrar su propio cultivo.
A eso del mediodía, el calor se hizo insoportable. La comadreja dejó el azadón y la regadera a un lado, y entró a su casa a tomar la siesta. Anansi aprovechó la oportunidad para escabullirse rápidamente por la ventana hasta llegar al huerto.
Mientras su vecina roncaba del cansancio, Anansi buscó la sandía más grande y jugosa. Con la ayuda de una piedra puntuda que encontró en el camino, abrió un agujero por donde meterse y una vez adentro comió hasta que quedó redondo como una naranja.
En ese instante, escuchó a la comadreja acercarse. Pero no pudo salir de la sandía porque había engordado mucho y ya no cabía por el agujero por el que había entrado.
—¡Vaya lío en el que me he metido! —pensó Anansi—. Voy a tener que esperar hasta perder el peso que he ganado.
Anansi durmió un buen rato dentro de la sandía, pero la espera se le hizo muy larga y llegó el momento en que se sentía muy aburrido.
—¡Ya sé qué hacer! —dijo Anansi—. Cuando la comadreja se acerque le haré creer que esta sandía puede hablar.
Cuando la comadreja se acercó a la sandía donde se encontraba Anansi, escuchó una voz que decía:
—Buenas tardes señora Comadreja, muchas gracias por cultivarme.
La comadreja no podía creer lo que escuchaban sus oídos, muy exaltada dijo:
—Yo no sabía que las sandías podían hablar.
— Claro que hablamos —dijo Anansi, imitando la mejor voz de sandía que pudo ocurrírsele—, pero tú no tienes una buena escucha.
— ¡Fantástico, maravilloso!, debo llevarle esta sandía al rey elefante para que me recompense por este descubrimiento —dijo la comadreja y salió apurada cargando la sandía.
En su rumbo al Palacio Real, se encontró con la liebre.
—Señora comadreja, ¿a dónde va con tanto apuro? —preguntó la liebre.
—Debo llevarle esta sandía al rey elefante —respondió la comadreja.
—El rey elefante tiene muchas sandías, ¿para qué quieres llevarle esa? —replicó la liebre.
—Porque esta sandía puede hablar —respondió la señora comadreja, con el mayor orgullo.
—Yo no sabía que las sandías podían hablar —dijo la liebre con mucha desconfianza.
— Claro que hablamos —dijo Anansi, disfrutando su engaño—, pero tú no tienes una buena escucha.
—¡Increíble, extraordinario!, debo acompañarte a llevarle esta sandía al rey.
En rumbo al Palacio Real, la comadreja y la liebre se toparon con el pato, la ardilla, el zorrillo y la zarigüeya. Uno a uno, se burlaron hasta que escucharon a la sandía hablar. De inmediato, todos querían ir hasta el rey para mostrarle la asombrosa sandía.
Cuando llegaron al Palacio Real, el rey elefante les preguntó:
—¿Para qué me traen esta sandía? Yo tengo miles de ellas.
—Su majestad, usted no tiene una como esta — respondieron todos al unísono—. Esta sandía puede hablar.
—Yo no sabía que las sandías podían hablar —dijo el rey elefante con mucha desconfianza.
— Claro que hablamos —dijo Anansi, disfrutando su engaño aún más—, pero usted, a pesar de ser el rey, no tiene una buena escucha.
—¿Cómo que no tengo buena escucha?, ¿acaso crees que tengo estas enormes orejas de decoración? —refutó el rey elefante encolerizado.
Fue entonces que el rey tomó con su trompa a la sandía que hablaba y la arrojó tan lejos como pudo. La sandía cayó en el huerto de la comadreja partiéndose a la mitad. Anansi regresó a su casa sin complicaciones.
A la mañana siguiente, Anansi se despertó con un enorme apetito, abrió su ventana y escuchó a la comadreja decir con frustración:
—¡Nunca volveré a sembrar sandías!
Anansi, escondido detrás de su ventana respondió imitando la mejor voz de sandía:
—Siembra ñames para la próxima cosecha.
Pero no te sorprendas por esta inusual petición, aunque tal vez no te gusten las papas dulces, ¡estas son y serán la comida favorita de Anansi!
Explicación: