Cantuña era un respetado indígena en los tiempos coloniales al que le fue encomendada la construcción del atrio de la Iglesia de San Francisco en Quito.
La paga por dicha labor era muy buena, pero la condición era que debía realizarse en el menor tiempo posible. Cantuña entonces decidió vender su alma al diablo con la condición que todas las piedras del atrio estuvieran allí puestas antes de que salieran los primeros rayos del sol.
Este grabó en una piedra que cualquier persona que la tocara reconocería únicamente a Dios. Tres pequeños demonios que trabajaban esa noche no pudieron tocar la piedra y dejaron incompleta la construcción.
Cuando el diablo llegó para llevarse el alma de Cantuña, este reclamó que la obra no había sido completada y que por tanto no se podía cumplir el trato, ganando su alma de vuelta.
Explicación: y ahora habla sobre lo que entendiste
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Cantuña era un respetado indígena en los tiempos coloniales al que le fue encomendada la construcción del atrio de la Iglesia de San Francisco en Quito.
La paga por dicha labor era muy buena, pero la condición era que debía realizarse en el menor tiempo posible. Cantuña entonces decidió vender su alma al diablo con la condición que todas las piedras del atrio estuvieran allí puestas antes de que salieran los primeros rayos del sol.
Este grabó en una piedra que cualquier persona que la tocara reconocería únicamente a Dios. Tres pequeños demonios que trabajaban esa noche no pudieron tocar la piedra y dejaron incompleta la construcción.
Cuando el diablo llegó para llevarse el alma de Cantuña, este reclamó que la obra no había sido completada y que por tanto no se podía cumplir el trato, ganando su alma de vuelta.
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