Su manejo está basado en dos pilares demasiado simplistas para ser válidos.
Uno es el desarrollismo que supone que la función del Estado se limita a buscar el desarrollo económico porque este a la larga traerá la solución a todos los problemas, desde el de los servicios que debe prestar –como la salud, la educación, etc.–, hasta el de las desigualdades que caracterizan a las sociedades subdesarrolladas.
El otro es el mal llamado ‘modelo neoliberal’, que asume que la libre competencia y la soberanía del mercado optimizan el uso de los recursos y en consecuencia son el mejor camino para lograr ese desarrollismo.
El simplismo consiste en que el desarrollo económico no necesariamente se identifica o es lo mismo que el crecimiento económico. El adelanto en cuanto a desarrollo está más por el lado del cambio estructural de los sectores productivos que en el aumento del PIB; evolucionar del sector extractivo hacia actividades que, generando valor agregado, maximizan la participación del conocimiento y dependen cada vez menos de los recursos físicos y de capital –los servicios, el desarrollo de la tecnología y la llamada economía del conocimiento–. Entre nosotros lo que tanto se precia el Gobierno porque supera el de los vecinos ha consistido en el crecimiento del sector más primario –minería– mientras los sectores verdaderos generadores de riqueza –agricultura e industria– han retrocedido tanto en importancia relativa como en valores absolutos. Ese simplismo tiene además el defecto de que abandona los intereses directos de los ciudadanos por dar prioridad a los del Estado… por eso no es casualidad que al tiempo que el Gobierno divulga orgullosamente ciertos indicadores económicos no ha sido capaz de adelantar las reformas a la Justicia, a la Salud, a la Educación, a las Pensiones, al Estatuto del Trabajo, etc.
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es el peso o dinero es la economía
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Su manejo está basado en dos pilares demasiado simplistas para ser válidos.
Uno es el desarrollismo que supone que la función del Estado se limita a buscar el desarrollo económico porque este a la larga traerá la solución a todos los problemas, desde el de los servicios que debe prestar –como la salud, la educación, etc.–, hasta el de las desigualdades que caracterizan a las sociedades subdesarrolladas.
El otro es el mal llamado ‘modelo neoliberal’, que asume que la libre competencia y la soberanía del mercado optimizan el uso de los recursos y en consecuencia son el mejor camino para lograr ese desarrollismo.
El simplismo consiste en que el desarrollo económico no necesariamente se identifica o es lo mismo que el crecimiento económico. El adelanto en cuanto a desarrollo está más por el lado del cambio estructural de los sectores productivos que en el aumento del PIB; evolucionar del sector extractivo hacia actividades que, generando valor agregado, maximizan la participación del conocimiento y dependen cada vez menos de los recursos físicos y de capital –los servicios, el desarrollo de la tecnología y la llamada economía del conocimiento–. Entre nosotros lo que tanto se precia el Gobierno porque supera el de los vecinos ha consistido en el crecimiento del sector más primario –minería– mientras los sectores verdaderos generadores de riqueza –agricultura e industria– han retrocedido tanto en importancia relativa como en valores absolutos. Ese simplismo tiene además el defecto de que abandona los intereses directos de los ciudadanos por dar prioridad a los del Estado… por eso no es casualidad que al tiempo que el Gobierno divulga orgullosamente ciertos indicadores económicos no ha sido capaz de adelantar las reformas a la Justicia, a la Salud, a la Educación, a las Pensiones, al Estatuto del Trabajo, etc.
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