La infancia se abandona relativamente pronto. Sobre los 8 años pueden comenzar a experimentar los cambios que la preadolescencia, la primera etapa, demanda. Son, sobre todo, cambios musculo-esquelético, es decir, comienzan a crecer y hacerse más fuertes pero, psicológicamente, siguen siendo niños con intereses y actitudes de niños. Algunos experimentan modificaciones en su cuerpo propias de edades más tardías, antes de los 8 años, como el desarrollo de los pechos y la aparición del vello púbico. Cuando esto ocurre estamos hablando de una condición llamada “pubertad precoz” que requiere consejo médico.
La segunda etapa es la pubertad, repleta de cambios físicos que van conformando el cuerpo del niño o niña que se convertirá en adulto.
La pubertad no debe confundirse con la adolescencia, última etapa antes de la adultez, donde el niño tiene que ir aceptando psicológicamente lo que significan esos cambios corporales, es decir: cómo ser hombre o mujer en sociedad, enfrentarte a cambios internos en la forma de pensar, sentir, ver el mundo y, por supuesto, también afrontar la tarea de construir una identidad propia, entre otras. Con tantos hitos importantes que cumplir no debe extrañarnos que estén todo el día en tensión, lidiando con conflictos internos y externos. Vamos, insoportables.
Pongámonos en la piel de un niño preadolescente
Los cambios físicos y psicológicos
No sabe que va a experimentar cambios físicos y psicológicos cruciales y, ni mucho menos, qué hacer con ellos. Cuando comienzan a darse el grado de incertidumbre que puede sentir es máximo. Un día se levanta y ha crecido medio metro, otro día tienen granos en la cara, una mañana se encuentran con que les sale un pelo no sé dónde. Es un caos.
Lo primero que recomiendo a las madres y a los padres para ayudarles a afrontar esta etapa es hablar con ellos, contarles acerca de los cambios físicos que están experimentando en esta etapa preadolescente y los que están por venir. Y es que relaja mucho que alguien te diga lo que va a pasar. Especialmente importante es esta información para las niñas, cuyos cambios corporales pueden ser poco aceptados por ellas y, como resultado de esa falta de aceptación, intentar cambiar su cuerpo a través de restricciones en la comida o por medio de cualquier otro método rápido que les lleva a situaciones perjudiciales.
La importancia del grupo de amigos
Otro asunto importante a tener en cuenta en la preadolescencia es que comienza a tener mucha importancia y, cada vez la tendrá más, el grupo de amigos. Las madres y padres se preocupan cuando ven a sus hijos iniciar una separación del grupo familiar a favor del grupo de amigos porque dejan de tener tanta comunicación con ellos.
¿Dé que hablan los jóvenes?
Para que cuenten sus secretillos a las madres y padres, sus miedos, los planes que el grupo propone y que no saben bien como valorar, la confianza en que sus padres son personas a las que recurrir en caso de necesidad es esencial. Esto se consigue, y lo comento cada vez que tengo ocasión, trabajando la escucha activa ante todo lo que el niño quiera comunicar: sus miedos, sus deseos, sus ilusiones o simplemente compartiendo cómo vive su día a día, sin asustarnos por lo que cuenta o censurarle determinados temas.
El niño tiene que tener la certeza de que puede contar cualquier cosa a sus padres que, de entrada, le prestaran su atención y le ayudaran a entender y valorar lo que les dice. La confianza es una expectativa que se va gestando con el paso del tiempo y para crearla, requiere cuidados, mimos y mucha atención a esos momentos donde el niño busca a sus padres para recabar información, estar apoyado, contar su día a día, etc. Vamos, estar ahí para ellos y ellas.
Hablando de normas…
Su flexibilización en la etapa preadolescente y en las siguientes es un asunto a tener en cuenta. Las normas en casa no pueden ser las mismas para un niño de 7 años que para uno de 11, en plena preadolescencia. Ambas edades no conllevan las mismas necesidades y, por lo tanto, mantener unos límites demasiado estrictos y obsoletos en relación a su edad solo puede provocar conflictos innecesarios en casa. Para no pasarse de permisivos será útil, entre otras cosas, hablar con algunas madres y padres de niños de edades similares pasa saber qué normas y límites hay establecidos en otras casas. A veces los adultos nos olvidamos que fuimos preadolescentes y adolescentes y, que esa vivencia proporciona una información que es muy valiosa a la hora de ayudar a un niño a entender y gestionar todos los cambios que tiene por delante. Ahora como adulto volviendo la vista atrás, ¿qué te dirías si pudieras volver a la adolescencia y hablarte a ti mismo? ¿Qué te hubiera ayudado o sido útil para llevarla mejor?
boosted
Pues que es una etapa diferente, en la cual se hacen mayores y sufren cambios tanto psicológicos como físicos y comienzan a tener su propia personalidad y su forma de relacionarse :)
Respuesta:
Explicación:
La infancia se abandona relativamente pronto. Sobre los 8 años pueden comenzar a experimentar los cambios que la preadolescencia, la primera etapa, demanda. Son, sobre todo, cambios musculo-esquelético, es decir, comienzan a crecer y hacerse más fuertes pero, psicológicamente, siguen siendo niños con intereses y actitudes de niños. Algunos experimentan modificaciones en su cuerpo propias de edades más tardías, antes de los 8 años, como el desarrollo de los pechos y la aparición del vello púbico. Cuando esto ocurre estamos hablando de una condición llamada “pubertad precoz” que requiere consejo médico.
La segunda etapa es la pubertad, repleta de cambios físicos que van conformando el cuerpo del niño o niña que se convertirá en adulto.
La pubertad no debe confundirse con la adolescencia, última etapa antes de la adultez, donde el niño tiene que ir aceptando psicológicamente lo que significan esos cambios corporales, es decir: cómo ser hombre o mujer en sociedad, enfrentarte a cambios internos en la forma de pensar, sentir, ver el mundo y, por supuesto, también afrontar la tarea de construir una identidad propia, entre otras. Con tantos hitos importantes que cumplir no debe extrañarnos que estén todo el día en tensión, lidiando con conflictos internos y externos. Vamos, insoportables.
Pongámonos en la piel de un niño preadolescente
Los cambios físicos y psicológicos
No sabe que va a experimentar cambios físicos y psicológicos cruciales y, ni mucho menos, qué hacer con ellos. Cuando comienzan a darse el grado de incertidumbre que puede sentir es máximo. Un día se levanta y ha crecido medio metro, otro día tienen granos en la cara, una mañana se encuentran con que les sale un pelo no sé dónde. Es un caos.
Lo primero que recomiendo a las madres y a los padres para ayudarles a afrontar esta etapa es hablar con ellos, contarles acerca de los cambios físicos que están experimentando en esta etapa preadolescente y los que están por venir. Y es que relaja mucho que alguien te diga lo que va a pasar. Especialmente importante es esta información para las niñas, cuyos cambios corporales pueden ser poco aceptados por ellas y, como resultado de esa falta de aceptación, intentar cambiar su cuerpo a través de restricciones en la comida o por medio de cualquier otro método rápido que les lleva a situaciones perjudiciales.
La importancia del grupo de amigos
Otro asunto importante a tener en cuenta en la preadolescencia es que comienza a tener mucha importancia y, cada vez la tendrá más, el grupo de amigos. Las madres y padres se preocupan cuando ven a sus hijos iniciar una separación del grupo familiar a favor del grupo de amigos porque dejan de tener tanta comunicación con ellos.
¿Dé que hablan los jóvenes?
Para que cuenten sus secretillos a las madres y padres, sus miedos, los planes que el grupo propone y que no saben bien como valorar, la confianza en que sus padres son personas a las que recurrir en caso de necesidad es esencial. Esto se consigue, y lo comento cada vez que tengo ocasión, trabajando la escucha activa ante todo lo que el niño quiera comunicar: sus miedos, sus deseos, sus ilusiones o simplemente compartiendo cómo vive su día a día, sin asustarnos por lo que cuenta o censurarle determinados temas.
El niño tiene que tener la certeza de que puede contar cualquier cosa a sus padres que, de entrada, le prestaran su atención y le ayudaran a entender y valorar lo que les dice. La confianza es una expectativa que se va gestando con el paso del tiempo y para crearla, requiere cuidados, mimos y mucha atención a esos momentos donde el niño busca a sus padres para recabar información, estar apoyado, contar su día a día, etc. Vamos, estar ahí para ellos y ellas.
Hablando de normas…
Su flexibilización en la etapa preadolescente y en las siguientes es un asunto a tener en cuenta. Las normas en casa no pueden ser las mismas para un niño de 7 años que para uno de 11, en plena preadolescencia. Ambas edades no conllevan las mismas necesidades y, por lo tanto, mantener unos límites demasiado estrictos y obsoletos en relación a su edad solo puede provocar conflictos innecesarios en casa. Para no pasarse de permisivos será útil, entre otras cosas, hablar con algunas madres y padres de niños de edades similares pasa saber qué normas y límites hay establecidos en otras casas. A veces los adultos nos olvidamos que fuimos preadolescentes y adolescentes y, que esa vivencia proporciona una información que es muy valiosa a la hora de ayudar a un niño a entender y gestionar todos los cambios que tiene por delante. Ahora como adulto volviendo la vista atrás, ¿qué te dirías si pudieras volver a la adolescencia y hablarte a ti mismo? ¿Qué te hubiera ayudado o sido útil para llevarla mejor?