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Pocos años después de la gran crisis del año 1929, Roosevelt (1882-1945), ganador de las elecciones en 1932, entendió que su política debía centrarse prioritariamente, de una parte, en el restablecimiento de la confianza de los ciudadanos y de otra, en la lucha contra el desempleo, que en el año 1933 alcanzaba a doce millones de personas1.
Para lograr esos objetivos, apostó por la intervención directa de la Administración Pública en la economía, poniendo en marcha su primer New Deal (1933-35), con una serie de medidas drásticas encaminadas al aseguramiento del sistema financiero. Creó lo que hoy conocemos como el fondo de garantía de depósitos y, paralelamente financió con fondos públicos las hipotecas sobre granjas y viviendas de particulares. Estableció asimismo mediante ley diversas limitaciones a la negociación bursátil, con el fin de obstaculizar los fenómenos de especulación y fraude bursátil. Abandonó el patrón oro, decretó la devaluación del dólar y rebajó los tipos de interés.
Junto a ese paquete inicial de medidas, el New Deal hizo frente a fuertes inversiones en obras públicas para la construcción y mantenimiento de infraestructuras, pantanos, centrales eléctricas y vías de comunicación.
Aprobó la concesión de importantes subvenciones para la reducción de cosechas con el propósito de conseguir una elevación de los productos almacenados
Dio empleo a los jóvenes en labores sociales, como en la protección del medio ambiente en parques nacionales, en trabajos de reforestación de bosques, en la vacunación de animales o en la lucha contra las epidemias.
Su política anticíclica se articuló por tanto sobre el creciente protagonismo de lo público sobre la economía. Quizá por ello, fuera sólo relativa la eficacia de sus medidas, pues si bien ayudaron a paliar la situación de miseria en la que se encontraba el país, quedaron huérfanas del impulso paralelo de la iniciativa privada.
A remolque de la fórmula defendida por Roosevelt, el gobierno fue generando un déficit presupuestario anual que se estima cercano al 4% del PIB de los Estados Unidos, según estimaciones señaladas por José Luis Orella Martínez2
Para lograr esos objetivos, apostó por la intervención directa de la Administración Pública en la economía, poniendo en marcha su primer New Deal (1933-35), con una serie de medidas drásticas encaminadas al aseguramiento del sistema financiero. Creó lo que hoy conocemos como el fondo de garantía de depósitos y, paralelamente financió con fondos públicos las hipotecas sobre granjas y viviendas de particulares. Estableció asimismo mediante ley diversas limitaciones a la negociación bursátil, con el fin de obstaculizar los fenómenos de especulación y fraude bursátil. Abandonó el patrón oro, decretó la devaluación del dólar y rebajó los tipos de interés.
Junto a ese paquete inicial de medidas, el New Deal hizo frente a fuertes inversiones en obras públicas para la construcción y mantenimiento de infraestructuras, pantanos, centrales eléctricas y vías de comunicación.
Aprobó la concesión de importantes subvenciones para la reducción de cosechas con el propósito de conseguir una elevación de los productos almacenados
Dio empleo a los jóvenes en labores sociales, como en la protección del medio ambiente en parques nacionales, en trabajos de reforestación de bosques, en la vacunación de animales o en la lucha contra las epidemias.
Su política anticíclica se articuló por tanto sobre el creciente protagonismo de lo público sobre la economía. Quizá por ello, fuera sólo relativa la eficacia de sus medidas, pues si bien ayudaron a paliar la situación de miseria en la que se encontraba el país, quedaron huérfanas del impulso paralelo de la iniciativa privada.
A remolque de la fórmula defendida por Roosevelt, el gobierno fue generando un déficit presupuestario anual que se estima cercano al 4% del PIB de los Estados Unidos, según estimaciones señaladas por José Luis Orella Martínez2