La estratificación del riesgo arrítmico en pacientes con miocardiopatía dilatada de origen no isquémico es incluso más difícil que en los pacientes con un origen isquémico de la miocardiopatía. Distintas variables predicen el pronóstico de dichos pacientes e igualmente resultan predictoras de la posibilidad de presentar un cuadro de muerte súbita cardiaca, que cuando tiene un origen arrítmico suele ser en forma de taquicardia ventricular o fibrilación ventricular.
Dichas variables reflejan además un mayor grado de severidad de la enfermedad, y entre ellas se incluyen la fracción de eyección del ventrículo izquierdo, la edad avanzada, la presión capilar pulmonar, la hiponatremia, el volumen telediastólico ventricular izquierdo o la hipotensión arterial sistémica. Ninguna de ellas, sin embargo predice de forma específica la posibilidad de presentar una muerte arrítmica, y además resultan de escasa utilidad para los pacientes con las formas menos severas de la enfermedad. Por otra parte, la presencia de extrasistolia ventricular y taquicardia ventricular no sostenida también se relacionan directamente con la severidad de la enfermedad y se presentan en la mayoría de los pacientes, lo que limita su utilidad como variables de estratificación del riesgo arrítmico maligno. Por tanto, el disponer de variables con un alto valor predictivo positivo y que puedan identificar específicamente a los pacientes con un mayor riesgo de eventos arrítmicos, seria muy deseable.
En el trabajo de Gaitonde y colaboradores, se evalúa el valor pronóstico en términos de riesgo arrítmico, de la presencia de alteraciones segmentarias de la contractilidad en el ecocardiograma, en una cohorte de 101 pacientes con miocardiopatía dilatada de origen no isquémico portadores de un desfibrilador automático implantable, una variable que ha sido previamente identificada como variable de valor pronóstico arrítmico en pacientes con miocardiopatía dilatada de origen isquémico. Los autores postulan la posibilidad de que la presencia de dichas alteraciones se relacionaría con la existencia de pequeñas áreas de escara y fibrosis parcheadas, que favorecerían la anisotropía celular y podría servir de sustrato arrítmico en estos pacientes. Los autores identifican dichas alteraciones en el 47,5% de los pacientes, y no se observan diferencias entre éstos y el grupo sin alteraciones segmentarías en cuanto a edad, fracción de eyección o duración del QRS. Tras un seguimiento de 29±18,4 meses, el grupo con alteraciones segmentarias presentó de forma significativa una mayor incidencia de arritmias ventriculares (65% vs. 15%; 52% vs. 10% a los dos años), resultando la existencia de alteraciones segmentarias una variable relacionada con un menor tiempo al primer evento arrítmico, si bien no resultó una variable predoctora de la mortalidad total. En definitiva, el principal hallazgo de este trabajo es que los sujetos con ausencia de alteraciones segmentarias de la contractilidad presentan una tasa de eventos arrítmicos ventriculares muy baja, en torno al 5% al año.
Obviamente el trabajo presenta limitaciones (comentadas por los autores) relativas a su carácter unicéntrico y con reducido número de pacientes, o a la forma de identificar las eventos arrítmicos en sujetos con un desfibrilador con una programación no estandarizada, pero abre una línea de investigación interesante para mejorar la estratificación de riesgo en nuestros pacientes.
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La estratificación del riesgo arrítmico en pacientes con miocardiopatía dilatada de origen no isquémico es incluso más difícil que en los pacientes con un origen isquémico de la miocardiopatía. Distintas variables predicen el pronóstico de dichos pacientes e igualmente resultan predictoras de la posibilidad de presentar un cuadro de muerte súbita cardiaca, que cuando tiene un origen arrítmico suele ser en forma de taquicardia ventricular o fibrilación ventricular.
Dichas variables reflejan además un mayor grado de severidad de la enfermedad, y entre ellas se incluyen la fracción de eyección del ventrículo izquierdo, la edad avanzada, la presión capilar pulmonar, la hiponatremia, el volumen telediastólico ventricular izquierdo o la hipotensión arterial sistémica. Ninguna de ellas, sin embargo predice de forma específica la posibilidad de presentar una muerte arrítmica, y además resultan de escasa utilidad para los pacientes con las formas menos severas de la enfermedad. Por otra parte, la presencia de extrasistolia ventricular y taquicardia ventricular no sostenida también se relacionan directamente con la severidad de la enfermedad y se presentan en la mayoría de los pacientes, lo que limita su utilidad como variables de estratificación del riesgo arrítmico maligno. Por tanto, el disponer de variables con un alto valor predictivo positivo y que puedan identificar específicamente a los pacientes con un mayor riesgo de eventos arrítmicos, seria muy deseable.
En el trabajo de Gaitonde y colaboradores, se evalúa el valor pronóstico en términos de riesgo arrítmico, de la presencia de alteraciones segmentarias de la contractilidad en el ecocardiograma, en una cohorte de 101 pacientes con miocardiopatía dilatada de origen no isquémico portadores de un desfibrilador automático implantable, una variable que ha sido previamente identificada como variable de valor pronóstico arrítmico en pacientes con miocardiopatía dilatada de origen isquémico. Los autores postulan la posibilidad de que la presencia de dichas alteraciones se relacionaría con la existencia de pequeñas áreas de escara y fibrosis parcheadas, que favorecerían la anisotropía celular y podría servir de sustrato arrítmico en estos pacientes. Los autores identifican dichas alteraciones en el 47,5% de los pacientes, y no se observan diferencias entre éstos y el grupo sin alteraciones segmentarías en cuanto a edad, fracción de eyección o duración del QRS. Tras un seguimiento de 29±18,4 meses, el grupo con alteraciones segmentarias presentó de forma significativa una mayor incidencia de arritmias ventriculares (65% vs. 15%; 52% vs. 10% a los dos años), resultando la existencia de alteraciones segmentarias una variable relacionada con un menor tiempo al primer evento arrítmico, si bien no resultó una variable predoctora de la mortalidad total. En definitiva, el principal hallazgo de este trabajo es que los sujetos con ausencia de alteraciones segmentarias de la contractilidad presentan una tasa de eventos arrítmicos ventriculares muy baja, en torno al 5% al año.
Obviamente el trabajo presenta limitaciones (comentadas por los autores) relativas a su carácter unicéntrico y con reducido número de pacientes, o a la forma de identificar las eventos arrítmicos en sujetos con un desfibrilador con una programación no estandarizada, pero abre una línea de investigación interesante para mejorar la estratificación de riesgo en nuestros pacientes.