Berta es una niña que, al cumplir los quince años, comienza a entristecerse. Sus mejillas van perdiendo el color y sus ojos se rodeaban de ojeras melancólicas. Su mamá está muy preocupada e intenta cualquier cosa para que Berta recupere la alegría. Le compra muñecas y libros, pero ella no los quiere. Berta le dice a su mamá que está triste, entonces ella llama al doctor.
Viene el doctor y atribuye los síntomas al desarrollo, a la edad. Le prescribe glóbulos de ácido arsenioso y duchas y, de este modo, Berta logra recuperarse y recuperar la frescura. Sin embargo, las ojeras y la tristeza persisten, hasta que Berta queda al borde de la muerte.
Todos lloran por la pequeña Berta, inclusive su mamá que piensa cómo organizará el velorio. Un día, la joven baja sola al jardín. Ve un lirio, se estira para tomarlo y de dentro de la flor, emerge un hada, en un carro diminuto y dorado. Berta se alegra y reconoce al hada, a quien había visto en sueños. La joven sube al pequeño carro y asciende al cielo. Su mamá, sus primas y los criados del palacio se asombran al ver que su rostro había recuperado la alegría.
El hada le cuenta a Berta que están yendo al palacio del Sol. Le dice que ella es el hada buena de los sueños de las niñas adolescentes y que un minuto en el palacio curará todos sus males. Al llegar allí, Berta siente que se le llenan los pulmones de aire fresco, el alma se le ensancha y su piel se estira y se pone más tersa.
Ve que llegan muchas otras jóvenes anémicas como ella, respiran el aire del lugar y luego se entregan a los brazos de jóvenes vigorosos. Bailan y bailan hasta caer rendidas sobre cojines de seda. El joven que baila con ella la acompaña a recorrer las galerías del palacio y Berta siente que la vida vuelve a su cuerpo.
Luego, el hada la devuelve al jardín de su palacio. El narrador concluye el cuento con una advertencia: que las jovencitas anémicas solo se curan cuando les da el sol en los cuerpos y las almas, no hay doctores que las puedan curar.
Respuesta:
Berta es una niña que, al cumplir los quince años, comienza a entristecerse. Sus mejillas van perdiendo el color y sus ojos se rodeaban de ojeras melancólicas. Su mamá está muy preocupada e intenta cualquier cosa para que Berta recupere la alegría. Le compra muñecas y libros, pero ella no los quiere. Berta le dice a su mamá que está triste, entonces ella llama al doctor.
Viene el doctor y atribuye los síntomas al desarrollo, a la edad. Le prescribe glóbulos de ácido arsenioso y duchas y, de este modo, Berta logra recuperarse y recuperar la frescura. Sin embargo, las ojeras y la tristeza persisten, hasta que Berta queda al borde de la muerte.
Todos lloran por la pequeña Berta, inclusive su mamá que piensa cómo organizará el velorio. Un día, la joven baja sola al jardín. Ve un lirio, se estira para tomarlo y de dentro de la flor, emerge un hada, en un carro diminuto y dorado. Berta se alegra y reconoce al hada, a quien había visto en sueños. La joven sube al pequeño carro y asciende al cielo. Su mamá, sus primas y los criados del palacio se asombran al ver que su rostro había recuperado la alegría.
El hada le cuenta a Berta que están yendo al palacio del Sol. Le dice que ella es el hada buena de los sueños de las niñas adolescentes y que un minuto en el palacio curará todos sus males. Al llegar allí, Berta siente que se le llenan los pulmones de aire fresco, el alma se le ensancha y su piel se estira y se pone más tersa.
Ve que llegan muchas otras jóvenes anémicas como ella, respiran el aire del lugar y luego se entregan a los brazos de jóvenes vigorosos. Bailan y bailan hasta caer rendidas sobre cojines de seda. El joven que baila con ella la acompaña a recorrer las galerías del palacio y Berta siente que la vida vuelve a su cuerpo.
Luego, el hada la devuelve al jardín de su palacio. El narrador concluye el cuento con una advertencia: que las jovencitas anémicas solo se curan cuando les da el sol en los cuerpos y las almas, no hay doctores que las puedan curar.