Situación social de los pueblos indígenas durante la conquista
bermejoreneEn el actual territorio colombiano, al igual que en el resto de América, la variedad de culturas y, por ende, de instituciones económicas, políticas y sociales indígenas al tiempo de la conquista, coparía tratados enteros, aún con lo parcas que, en este sentido, resultan las fuentes. A pesar de esa diversidad, etnólogos y arqueólogos han encontrado estructuras y elementos en común, antes y después de la invasión europea del siglo XVI, que los llevan a hablar del panamericanismo de ciertos mitos y prácticas culturales. Esas prácticas en común, que si bien presentan infinidad de variantes, poseen una estructura básica similar, se aprecian también en el campo de las instituciones u organismos que desempeñaban una función de interés para la colectividad. Entre ellas las celebraciones rituales –agrupadas todas bajo el denigrante denominador común deborracheras– fueron objeto de las más agudas diatribas por parte de los europeos, posiblemente por la importancia que tenían para la cohesión interna de las comunidades. Su estudio lleva a considerar la lógica de las estructuras organizativas indígenas, que operaba en lo económico, lo político y lo ideológico. También invita a considerar cómo el funcionamiento que se establecía en estos niveles se articulaba con una institución básica dentro del ordenamiento social indígena: la denominada uta entre los Muiscas, ayllo en Quechua y que se podría traducir como parentela.
La parentela tenía su base en la familia, usualmente poligámica, en la que, con frecuencia, era el hombre el que se casaba con varias mujeres. Dado que también incorporaba a miembros de todas las generaciones vivas, tendía a agrupar a un alto número de individuos, dando lugar a la formación de extensas comunidades. Mediante la aplicación de complejas normas que establecían quiénes eran o no parientes, estas comunidades se unían con otras a través de matrimonios, con los que se ampliaban los nexos comunitarios. Entre los indígenas de Cartagena, por ejemplo, el padre y la hija no se consideraban parientes, por lo que podían contraer matrimonio, mientras que en Urabá era frecuente que el hombre se casara con hijas de sus hermanos. La importancia de la parentela era tal que, con frecuencia, la riqueza de un individuo no dependía de los bienes con que contara, sino de qué tan numerosa era su parentela. Entre los Laches, en términos de Tunja, los Guanes de Vélez, los naturales de Pamplona, Mérida, San Cristóbal y Santiago de los Llanos, los personajes principales eran los más valientes, los más ricos o los más emparentados. En el siglo XVI el cacique de Turmequé, Diego de Torres, señalaba que la mita que se exigía a los indígenas era más dura para los que eran pobres y no emparentados.
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Domenka
Se sentían invadidos, esclavizados, explotados; porque los españoles llegaban a invadir su casa, el hogar donde se criaron, sus recursos los saquearon, se adueñaban de sus tierras.
La parentela tenía su base en la familia, usualmente poligámica, en la que, con frecuencia, era el hombre el que se casaba con varias mujeres. Dado que también incorporaba a miembros de todas las generaciones vivas, tendía a agrupar a un alto número de individuos, dando lugar a la formación de extensas comunidades. Mediante la aplicación de complejas normas que establecían quiénes eran o no parientes, estas comunidades se unían con otras a través de matrimonios, con los que se ampliaban los nexos comunitarios. Entre los indígenas de Cartagena, por ejemplo, el padre y la hija no se consideraban parientes, por lo que podían contraer matrimonio, mientras que en Urabá era frecuente que el hombre se casara con hijas de sus hermanos. La importancia de la parentela era tal que, con frecuencia, la riqueza de un individuo no dependía de los bienes con que contara, sino de qué tan numerosa era su parentela. Entre los Laches, en términos de Tunja, los Guanes de Vélez, los naturales de Pamplona, Mérida, San Cristóbal y Santiago de los Llanos, los personajes principales eran los más valientes, los más ricos o los más emparentados. En el siglo XVI el cacique de Turmequé, Diego de Torres, señalaba que la mita que se exigía a los indígenas era más dura para los que eran pobres y no emparentados.